POV Lauren.
Era una tarde primaveral en California, el viento soplaba cálidamente las hojas de los árboles y las flores se agitaban ante la brisa: un día ideal para disfrutar de la naturaleza. Igualmente yo estaba en mi casa mirando Tumblr, como siempre. Si alguien me lo hubiese propuesto yo hubiera salido al parque o tal vez al campo, pero no tenía amigos prácticamente y a nadie en mi familia le gustaba respirar aire puro; vivían encerrados en mi casa.
En aquellos días estaba muy metida con el tema de las hadas, duendes, gnomos y toda esa mierda. Nunca había creído en nada de ello, pero algunos blogs publicaban cosas que me inquietaban y a veces me convencían y en consecuencia, mi ego se sentía herido. Comencé a leer uno que decía que si vas a un lugar en donde abunda la naturaleza y te relajas, es probable que empieces a sentir la presencia de esos seres. Tomé la idea como buena ya que el día no estaba para desperdiciar y eran las 10 am, por lo que quedaba mucho del día aún.
Me levanté de mi cama luego de horas de no hacer completamente nada y me sentí mareada, algo que me sucedía a menudo luego de estar haciendo "reposo". Me coloqué un vestido floreado, una campera de hilo y mis converse blancas.
- ¿A dónde vas?- preguntó mi padre desde el sillón, poniendo en pausa la serie que estaba viendo.
-Voy a salir un rato, el día presta para eso, adiós- y sin decir nada más, salí de aquella casa. La fresca brisa vibró en mi ser y me subí a mi camioneta gris. Conduje por aquellas calles invadidas de autos y gente hasta encontrar una salida hacia una playa a la que solía ir cuando quería despejarme, casi nadie iba a ella y estaba repleta de rocas y arena.
Estacioné mi camioneta a unas cuadras en la calle y bajé con un zumo de naranja en mi mano, solía guardar en una mini heladera que tenía en el vehículo jugos porque siempre olvidaba tomar algo. Quité mis zapatillas al entrar en contacto con el relieve suave y caminé hacia la costa para remojar mis pies en la cálida agua, cerré mis ojos por un momento para escuchar solamente el ruido de las olas rompiéndose entre ellas. Los momentos de paz no existían en Los Ángeles, pero podías encontrarla en lugares escondidos como en el que me encontraba.
Suspiré mientras me sentaba sobre la arena y procedí para realizar mi experimento: nublé mi mente y me dejé llevar por los ruidos de la naturaleza por minutos. Deseé profundamente que al abrir mis ojos me encontrara con un ser extraño pero al hacerlo solo vi una figura a lo lejos que bailaba al ritmo del viento. Fruncí mi ceño tratando de ver mejor y divisé a una chica de cuerpo menudo y cabellos largos que se movían frenéticamente. Ella se acercaba cada vez más a mi y no sabía como detenerla, no notaba mi presencia. Mi lengua se trabó ante su belleza, ante su esplendor; sus ojos estaban cerrados y disfrutaba correr contra el viento pero chocó conmigo de un momento a otro. Su cuerpo acabó encima del mio y sus mejillas se sonrojaron, yo sonreí como boba y luego de unos segundos de mirarnos se separó ante la realización.
-Yo...yo lo...lo siento- balbuceó acomodando su cabello en vano, ya que el viento se lo despeinaba nuevamente. Era un ángel caído del cielo ; sus labios parecían tallados por un artista, gruesos y color carmesí; sus ojos marrones eran como el café que yo tomaba todas las noches con una pizca de leche; su nariz respingada; su abdomen lucía más que fortalecido y su tez era morena. Me provocaba una vibra mística y mi corazón latía rápidamente: la conocía de algún lado.
-Está bien, no es nada- respondí con una sonrisa. -Supongo que no soy la única que conoce este lugar- hablé mirando sus ojos, notando como su nerviosismo crecía.
-¿Sueles venir aquí? Nunca te he visto- habló sonando increíblemente segura de sí misma, un detalle que me hizo caer más por ella.
-En realidad, vine a hacer un experimento que leí en Tumblr- me sinceré provocando que sonría. Su sonrisa...oh mi Dios, no tenía palabras para describirla. -¿Qué te trajo por aquí...?- pregunté esperando que me dijera su nombre.
-Camila- sonrió nuevamente provocando emociones que jamás había experimentado, hasta su nombre era perfecto. -Me gusta correr y sentir el viento chocar en mi rostro- respondió provocando que yo riera. -Tienes una linda risa señorita...?- dijo provocando un revoloteo de mariposas en mi estómago.
-Lauren, gracias tú también Camila- hablé sacudiendo mi vestido que estaba lleno de arena por el incidente. Noté su enrojecimiento nuevamente y sonreí.
-Tienes un lindo acento cuando dices mi nombre, ¿hablas español?- preguntó sentándose en la arena y grité de emoción en mis adentros al darme cuenta de que ella no se iría.
-Por supuesto que sí, Camila- dije y ella rió echando su cabeza hacia atrás.
-Pues no eres la única - respondió y mis mejillas se sonrosaron al escuchar cómo hablaba en español, era increíblemente sexy. Continuamos hablando por un largo rato y me enamoré de su risa mezclada con el ruido del mar, era una melodía perfecta. El tiempo pasó más rápido de lo que tarda un pestañeo, ya eran las seis de la tarde y el alba comenzaba a esconderse detrás del mar.
-Ya creo que debo irme- dije algo apenada. -¿Quieres que te lleve?- pregunté mientras miraba una chispa en sus ojos.
-No aún, miremos el atardecer- susurró sentándose a mi lado y apoyando su cabeza en mi hombro. El sol empezaba a bajar y el cielo se tornaba a un rosa intenso, las nubes se teñían de naranja y la gran estrella se tornaba más oscura a medida que bajaba. Camila me miró cuando el sol ya se encontraba tocando el agua: en sus ojos se reflejaba el ámbar del sol y me dijo todo con una sola mirada, le sonreí y devolví mi mirada al mar. El crepúsculo apareció y el cielo se pintó de negro, las estrellas iluminaban cada una de sus partes y la Luna brillaba como nunca en lo alto. Cuando la volví a mirar una luz fluorescente proveniente de la espalda de Camila me llamó la atención: eran alas.
-Los experimentos funcionan si los haces con tu corazón, Lauren- dijo ella, tomando mis manos para pararnos. Una sonrisa tierna se posó en su boca y yo me sentía desconcertada: era un hada. El revoloteo de sus alas era lo único que se escuchaba junto al mar, pero nuestros corazones también podían ser escuchados.
-¿Te veré de nuevo?- susurré con tristeza acercándome a su rostro, nuestras narices casi se rozaban.
-Sólo un acto puede volverme una mortal- susurró y noté como sus mejillas se tornaban rosadas en la oscuridad.
-¿Qué?- balbuceé sintiendo como mi corazón se salía de mi pecho.
-Te estuve esperando todo este tiempo Lauren, te di señales a lo largo de tu vida. El tatuaje de una libélula en tu nuca, ¿sabes por qué te lo has hecho?- dijo mirando profundo en mis ojos.
-Yo...yo sentí una conexión enorme con esa criatura y le he sentido cuando te vi hoy- murmuré sintiendo como la ficha caía en su alcancía.- Has sido siempre tú.
-Siempre he sido yo; la que te susurraba canciones cuando no podías dormir en la noche, la que te daba esperanzas cuando te sentías triste, siempre lo he sido- sonrió de oreja a oreja y la felicidad invadió todo mi cuerpo. -Pediste por alguien para que te ame y para amar cada noche y aquí estoy Lauren, no pienso irme pero hay que hacer una cosa para poderme quedar a tu lado- una de sus manos se colocó en mi mejilla y la otra en mi cintura, y nuestros labios se unieron en un acto de ternura que derritió mi corazón. Sus labios tenían el poder de hacerme caer a sus pies, sus labios eran el fuego que descongelaba mi alma.
Me separé lentamente de ella, sin sacar mis brazos de su cuello y apoyé mi cabeza en este; sus alas estaban en el suelo. La miré desconcertada y ella no sacaba la sonrisa de sus boca.
-Ca...mila, tus alas...están- tartamudeé y ella asintió suavemente.
-Lo sé Lauren, eso era lo que debía hacer para quedarme- respondió tomando mis manos y jugando con mis dedos.
-¿Besarme? Pero, ¿no has besado a alguien antes?- pregunté confundida. Ella rió tirando su cabeza hacia atrás y volvió a mirarme.
-Sí lo he hecho, pero... debía hacerlo con mi amor verdadero- susurró tímidamente y mi estómago fue invadido de mariposas. Tomé sus manos y la senté en mi regazo, observé sus ojos traviesos y sonreí.-Me gusta que hagas eso- dijo señalando mi sonrisa y dejó un beso en ella.
-Te amo mi pequeña guardiana- hablé en un suspiro y envolví mis brazos alrededor de su cintura, su cuerpo olía a lavanda con menta y el tiempo se detuvo en ese momento. Por primera vez en mi vida, sentí que encontraba mi lugar en el mundo.