Cádiz. , España.
POV Camila.
Cerré mi libreta y dejé mis anteojos sobre el escritorio de mi habitación. Era mi segundo mes lejos de ella. Lejos de esos labios que me llamaban en los suspiros del viento y de esos ojos que me imploraban a través de las olas del mar.
De pronto un nudo se formó en mi garganta. Estaba tan sola en una ciudad desconocida, con extraños mirándome al pasar pero sin poder encontrar esos orbes esmeraldas.
5 semanas antes.
-Te amo - dijo con esos esperanzados orbes y con dulce voz. Moría por decir lo mismo pero mi boleto de avión ya estaba comprado y no había vuelta atrás.
-Lauren, yo, no me puedes hacer esto-respondí decepcionada de habernos enamorado.
Sus ojos me miraban confundidos y el brillo se iba desvaneciendo.
-¿Qué está mal Camila? - preguntó para luego morderse el labio inferior nerviosamente.
-Yo... yo no puedo... - trataba de encontrar las palabras justas pero mi mente estaba en blanco. Aún no creía que me iría a estudiar a Europa involuntariamente - Yo... mis padres me consiguieron una beca en una universidad prestigiosa de medicina en España- susurré mirando al suelo. - Pero no quiero ir, mis padres me fuerzan a esto - tomé su rostro entre mis manos y dejé un beso en sus labios. Sentí una caliente lágrima rozando mi labio y ni sabía si era mía o de ella, pero igual no importó en el momento en que nuestros corazones se rompían.
-¿No hay posibilidad de que te quedes? - murmuró cuando nos separamos. Mantuvimos nuestras frentes pegadas y sentía su respiración lenta sobre mis labios.
-No lo creo-respondí en el mismo tono - Esto es...es muy difícil para mi. Daría todo por estar a tu lado Lauren, no me olvides porque yo no lo haré - dije antes de besar nuevamente sus labios y perdernos en nuestro mundo.
Fin flashback.
POV Lauren.
La luz me cegaba en aquella mañana de verano. Quería asesinar al que había abierto mi ventana.
-Hija, levántate, iremos a la playa todos juntos - dijo mi madre pasando por el pasillo.
-En tus sueños - respondí tapándome con una fina sábana, ya que el calor me sofocaba. Apenas había dormido. La extrañaba mucho, no podía mentir. Me preguntaba si ella pensaba en mi cuando el atardecer llegaba o el crepúsculo se hacía presente. No podía creer que sus padres nos separaron,porque en realidad Camila iba a entrar a una universidad en Miami pero cuando descubrieron lo nuestro quisieron mandarla lejos. Recordar el día en que todo salió a la luz me era insaluble.
-¡Lauren! ¡Detente!-protestó Camila muriéndose de la risa ante mis cosquillas. Estábamos en su habitación y llevábamos unos cinco cómodos meses en pareja. Nuestros padres no lo sabían y preferiamos mantenerlo en secreto.
Dejé de hacerle cosquillas y me acosté a su lado. Nos miramos con ternura y ella besó mis labios dulcemente. Tomó mi cintura y me apegó a su cuerpo. Sus labios recorrían mi mandíbula y volvían a mis labios. Las dos saltamos cuando alguien abrió la puerta.
-¿¡Qué es esto!? -gritó la madre de la morena con pánico en su mirada. - ¡Camila explica qué es esto y quién es esa ramera! - nos levantamos rápidamente de la cama y la de ojos marrones enfrentó a su madre enojada por sus palabras. Yo me encontraba en shock y agradecí que ella había tomado mi mano.
-Ella no es ninguna ramera-murmuró enojada.
-¿¡Entonces quién es!? - un momento de tensión hubo antes de que Camila respirara profundamente y pronunciara aquellas palabras.
-Es mi novia.- dijo seguramente. -Y estoy orgullosa de tenerla- completó. Una sonrisa quería formarse en mis labios al escuchar esa oración, pero permanecí seria.- ¡Vete ya de mi casa! ¡No quiero verte nunca más por aquí!- me gritó señalándome con su dedo índice. Mi cuerpo se estremeció y empecé a caminar hacia la puerta pero alguien me retuvo. Ese alguien era Camila, por supuesto.
- Ella no se va a ningún lado.- anunció mi novia. -¿Ya no estás cansada de quitarme lo que amo?- sentenció bruscamente, como si hubiese estado esperando mucho por manifestar esas palabras. La mujer mayor tenía sus ojos cristalizados pero aún se veía furia en ellos. - Nunca debí haberme quedado contigo, papá es mucho mejor persona que tú.
- ¡No tienes derecho de hablarme así Karla! ¡Soy tu madre te guste o no!.- vociferó provocando una risa irónica en la chica a mi lado.
-De madre solo tienes el título, ¡jamás te interesaste por mi!- bramó provocando que su madre se largara de la habitación.
Cerró los ojos con fuerza y apoyó su silueta contra la pared. - Camila, creo que debería irme. - hablé cortando el silencio.
-No, por favor-susurró tomando mis manos -no me dejes ahora. - colocó suavemente sus manos en mi cintura para luego unir nuestros labios en un tierno beso.
La extrañaba.
Mierda.
La extrañaba mucho más de lo que imaginaba.
De pronto una melodía vino de mi celular. Me congelé porque yo tenía ese tono solo para ella. Camila: dime que me extrañas porque el vacío en mi pecho es enorme y necesito que lo digas.
Mi corazón se detuvo y las mariposas revolotearon en la boca de mi estómago.
Tú: odio decirlo pero lo hago Camila, te extraño. Camila: por qué lo odias?
Tú: desearía olvidarte, entonces no dolería tanto.
Camila: no va a durar mucho, volveré, lo prometo.
Dejé el celular a un lado y me levante de la cama. Saqué mi cabeza por la ventana y respiré profundo el aire veraniego. No va a durar mucho. Esas palabras aparecían en mi mente todo el tiempo y las veía escritas en el viento incluso. Cada ola del mar me traía el susurro de sus te amo y cada reflejo del sol me traía su hermosa sonrisa.
Aquella noche luego de haber recibido estado en la playa, recibí una llamada de un número desconocido.
-¿Hola?-saludé temerosa. - Oh Dios, cómo extrañé tu voz. - respondió aquella persona y mi pulso se aceleró.
-¿Ca... Camila?
-Lauren te extraño, me odio por haberte dejado - su voz sonaba rara y no parecía ella.
-¿Estás ebria? - interrogué preocupada.
-Lauren ven a mi lado por favor. - sollozó y mi corazón se rompió aún más. -Aún te amo, por favor, dije que duraría poco esta locura pero han pasado más de dos meses y ahora estoy sola con esta cámara que compré en París pensando que podíamos tomar fotos juntas mientras mirábamos la torre Eiffel y luego volvíamos a España y...
-Camila, tranquila, respira. - interrumpí notando la ansiedad en su hablar. - Está todo bien Camila, eres libre puedes hacer lo que quieras pero no deseo que estés ebria, me importas mucho.
-No estoy ebria, sabes que odio el alcohol.
Un silencio se dio en la línea y ella volvió a hablar.
-¿Por qué no vienes conmigo y viajamos por todo el mundo sin restricciones o reglas?-sonreí ante su romanticismo.
-Nunca pierdes lo coqueto - comenté haciendo que ambas riamos. - No tengo dinero, no puedo ir ni a Orlando.
-Yo, yo te pagaré - habló sobresaltada. - Te necesito aquí, haría cualquier cosa, incluso terminar un vino sola.
- No se puede Camz, no puedo dejar mi vida de aquí, estoy aferrada a una historia. - sonreí tristemente esperando a que entienda.
-Entonces, ¿es un no?
-Lo siento Camila.
-Te amo más que a los atardeceres. - dijo susurrando.
-Te amo. Adiós.
-Hasta pronto.
Dejé el celular en mi oreja esperando a que cortara la llamada pero oía su respiración lenta y tenía más que claro que ninguna quería cortar.
-¿Vas a...? - hablé muy despacio.
-Uhm, yo... en realidad no quiero cortar, hazlo tú.
-Muy bien, a la cuenta de tres. 1...2...adiós amor.
Pasaron muchas cosas en mi mente luego de esa llamada. A la mañana siguiente desperté temprano, era un sábado y estaba en mi apartamento de nuevo. Había pasado la semana en mi casa porque necesitaba apoyo psicológico de mi familia pero consideraba que ya era hora de volver.
Aparté las cortinas de la ventana y logré tener una vista maravillosa del mar y el sol de Miami. Coloqué Ed Sheeran en mi Ipod y la melodía resonó por todo el hogar. Tomes mi café tranquilamente y el ruido del timbre alteró mi tranquilidad. No esperaba a nadie esa mañana y la posibilidad que se vino a mi mente hizo que mi pulso se acelerara.
Abrí la puerta lentamente porque sabía que era ella. Y efectivamente allí estaba con una sonrisa tímida.
-Dijiste que no te irías de aquí, pero yo nunca dije que yo no volvería. - dijo con sus mejillas sonrojadas. Se acercó lentamente a mi y me dio un abrazo. Uno de esos que acomodan el alma. Percibí el olor de su cabello y me di cuenta de lo mucho que la había extrañado, aún más de lo que pensaba.
-Siempre estuviste aquí Camila, jamás logré sacarte de mi mente y corazón - susurré en su oído y ella se alejó de mi para mirar mis ojos. Sus manos en mi cintura me acercaron y nuestros labios se encontraron luego de meses de necesidad. Los suyos eran como pétalos de rosa;suaves y rosados y encajaban perfectamente en los míos, como si estuvieran destinados a estar juntos.
Y sí,
estábamos destinadas a estar juntas.