3. ¡NO FUE UN SUEÑO!

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Desperté y noté algo raro, bueno, en realidad noté dos cosas extrañas:

La primera era que estaba acostada en el suelo.

Y la segunda fue un fuerte dolor de cabeza.

Me levanté rápidamente, haciendo que varios huesos de mi espalda crujieran simultáneamente.

Vaya, debí tener más cuidado al levantarme.

Miré por la ventana y me di cuenta de que ya era de día. Volví la vista hacía el reloj que me había comprado mi madre ayer y vi la hora:

6:30 a.m.

Era temprano, aún me quedaba tiempo de sobra para ir al instituto.

Bostecé con pereza y me dirigí al baño. En otra ocasión, me hubiese acostado nuevamente en mi cama y me habría cubierto con mi cubre-cama hasta, por lo menos, una hora más.

La idea sonaba muy tentadora, demasiado a decir verdad, pero después de lo que pasó ayer ni loca me acostaba a dormir.

Prefería ser sacrificada en un ritual con gente extraña bailando a mi alrededor, antes de repetir la experiencia de ayer. Ir en el auto de Zack fue una de las peores experiencias que he vivido en mis diecisiete años de vida, además de ser una de las más traumáticas, no lo decía sólo por el incidente del brasier (lo cual me provocó un asco sobrenatural) lo decía más que todo por la alta velocidad a la que conducía.

Iba demasiado rápido. Bien, entiendo que ninguno de los dos quisiéramos llegar tarde, pero no era como para provocar un accidente automovilístico y menos conmigo dentro del auto. Si él quería suicidarse en el auto, que lo hiciera, pero no conmigo abordo.

Salí de la ducha, envolví mi cuerpo en una toalla y me dirigí hacía el armario para buscar algo que ponerme. Lo cual resultó ser unos vaqueros, con una camisa blanca de tirantes y mis converses color gris.

La verdad, debo resaltar que no soy el tipo de chicas que tarda horas y horas en elegir algo que ponerse o se mide millones de conjuntos antes de elegir uno para ponerse.

Oh no, yo era más el tipo de chicas que tomaban la ropa por instinto, por ganas, por simplemente usar algo y ya.

Lo sé mi feminismo y elegancia eran algo muy vago, pero siempre había sido así. No creo que pueda hacer algo para cambiarlo.

Tomé mi mochila, salí de la habitación y bajé las escaleras para dirigirme a la cocina.

Lo primero que vi fue a Daniel en la mesa, comiendo un tazón de cereales con leche.

Tomé un tazón con leche y cereal e imité su acto.

-¿Dormiste bien anoche? -preguntó después de unos segundos, haciendo que levantara a vista del plato y la fijara en él.

Lo primero que vi fue una sonrisa burlona en su rostro.

Abrí la boca desmesuradamente en un acto de indignación.

-¡Eres un maldito, Daniel! -exclamé-. ¿Me viste tirada en el suelo y no hiciste absolutamente nada?

Se encogió de hombros, sin darle mucha importancia al asunto.

Como si ver a su hermana menor tirada en el suelo no fuese la gran cosa.

-Estabas dormida, no quería despertarte -se excusó.

-Claro -dije con ironía-, me imagino que ver a alguien durmiendo en el suelo debe ser muy normal para ti.

-Te veías muy cómoda -dijo como si fuese la explicación más razonable del mundo.

Insoportable [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora