24. Tiempo.

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Comencé a estirarme haciendo que mis huesos crujieran, y me estrujé los ojos con mis manos.

¿Dónde se supone que estaba?

Empecé a hacer memoria de lo que había sucedido anoche, y cuando obtuve la respuesta que buscaba, abrí los ojos de par en par.

¡Debía volver a casa ahora!

Tomé los tacones del suelo, y me los puse, maldiciendo por lo bajo.

Demonios, no podía lidiar con controlar estas cosas recién despertada.

Me los quité.

Iría descalza, al fin y al cabo, me importaba una mierda lo que pensaran las personas.

Decidí ir en busca de mi vestido, que se encontraba en uno de los sillones individuales.

Miré hacia abajo, para ver mi atuendo, una camisa holgada, y unos pantalones donde podría entrar media población humana.

Iría así, no pensaba cambiarme.

¿Cómo pude hacer esas cosas anoche? ¿Qué demonios me pasaba por la cabeza? ¿Por qué no me fui a casa desde un principio?

Justo cuando estaba por salir, recordé que no tenía auto.

¡Maldición!

Mi casa no estaba lejos, pero de todas formas, decidí que no sería bueno llegarme sola.

Retrocedí, yendo en dirección al sofá, nuevamente.

Me senté donde había estado hace apenas un instante, y me dediqué a observar el rostro de la persona que yacía durmiendo a mi lado.

Solté un suspiro.

Bien, ¿cuál sería el mejor método de despertarlo? Veamos, una persona normal, posiblemente, le diría que se levantara, y listo. Pero tratándose de mí...

Eso jamás podría pasar.

Así que hice lo más civilizado que se me pudo ocurrir.

Le di un puñetazo en el brazo, haciendo que abriera los ojos de golpe, y emitiese un grito de sorpresa y dolor, entre dientes.

– ¿Y eso por qué fue? –se quejó, aunque un matiz divertido se le escapó.

–Tenía que despertarte. –contesté con simpleza, encogiéndome de hombros.

Rio ligeramente.

– ¿Y así es como despiertas a todo el mundo? –preguntó.

–Fue el método más civilizado que encontré. –conté con inocencia.

Comenzó a negar con la cabeza, al parecer encontraba la situación divertida.

–Cada día me sorprendes más. –confesó.

Sonreí.

–Tenlo por hecho.

–Adivino: necesitas que te lleve a casa.

–Eres un chico inteligente, James.

Tomó las llaves de la mesa, y me miró de pies a cabeza.

– ¿Irás así? ¿No prefieres cambiarte? –interrogó.

Miré nuevamente a la ropa que llevaba.

–No, prefiero ir así, ¿por qué? ¿Se me ve muy mal?

–Para nada, mi ropa te sienta perfecto. –contestó.

–Espera un minuto, necesito ir al baño. –avisé.

Hice mis necesidades, y me cepillé con el dedo, una vez estuve lista, salí del baño y me encontré a James mirando fijamente el control remoto que tenía puesto en la mesa frente a él.

Insoportable [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora