11. Visita a la enfermería.

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—Isabel, Isabel, Isabel, Isabel —escuché llamar rápidamente, mientras me agitaban. Gruñí a forma de respuesta—. Isabel, Isabel, Isabel, Isabel, Isabel —repitió insistente, moviéndome de forma más brusca.

Abrí los ojos y encontré a Daniel, en pijama y despeinado, sentado a mi lado en la cama.

Bostecé.

—¿Ya es de día? —pregunté, estirándome con pereza.

—Sí —contestó estirando los brazos por encima de su cabeza.

Me froté los ojos y me senté en la cama.

Dios, me siento cansadísima.

—Siento que no dormí casi nada, amaneció demasiado rápido.

Él se encogió de hombros.

—Yo llevo un buen rato despierto —dijo.

Qué raro, mi despertador no sonó.

—¿No me desperté cuando sonó el despertador? —pregunté confundida.

—Aún no ha sonado —avisó encogiéndose de hombros, como si nada.

¿Qué demonios?

—¿Qué? —interrogué con tranquilidad, tratando de no perder la cabeza. Tal vez escuché mal gracias a los efectos del sueño.

—Que tu despertador aún no ha sonado.

Si mi despertador aún no había sonado, entonces...

—Dios mío, ¿pasó algo? ¿Es muy grave? ¿Qué pasó? —pregunté preocupada, poniéndome de pie.

¿Dónde mierda dejé mis zapatos?

Daniel rió, haciendo que dejase mi tarea de buscar mis malditos zapatos.

Me giré hacia él, con el ceño fruncido, mirándolo con confusión.

—No está pasando nada, enana —explicó ante mi mirada.

¿Qué?

Me senté en mi cama nuevamente y lo miré aún más confundida.

—¿Entonces...? —insistí, esperando a que contestara.

—¿Entonces qué? —preguntó sin entender mi pregunta.

Dios, hay que ser así de idiota para no entender.

Lo miré, esperando ver algún indicio de broma, pero lo único que vi fue credulidad absoluta.

¡Oh dios mío! ¿Cómo este idiota lleva mi sangre?

Solté un suspiro, intentando mantener la tranquilidad.

Choqué la palma de mi mano contra mi frente.

—¿Por qué viniste a despertarme? —pregunté explicando la pregunta, para ver si este idiota entendía, si no lo hacía, tendría que hacerlo con dibujitos o jeroglíficos, pero como es muy temprano para que mi cerebro procese bien las ideas, no sé qué más haría para explicársela.

—Oh —dijo entendiendo a dónde quería llegar finalmemte. Gracias al cielo—. Es que me desperté temprano, estaba aburrido y no encontraba qué hacer.

Un minuto, ¿escuché bien?

—¿Qué? —pregunté con tranquilidad, tal vez, había escuchado mal.

—Que no encontraba que hacer, así que vine hacia acá —repitió.

¡Maldito estúpido! ¿Cómo se atreve?

—¡Largo de mi cuarto, idiota de mierda! —bramé, haciendo que él riera y se levantara.

—Bien, bien. Si no me querías aquí, me lo hubieses dicho antes —explicó entre risas, levantándose de la cama.

Insoportable [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora