Y me perdí, de esa manera con la que todos sueñan alguna vez en la vida.
Me perdí, y había deseado tantas veces con poder hacerlo que casi no me doy ni cuenta.
Abandoné de forma instantánea y rápida el cuerpo que llevaba años usando como transporte por el mundo.
Y me perdí... Tanto que jamás pude volver a encontrarme, pero tampoco quería.
Me perdí en el susurro del viento y en la caricia del sol, en los besos bajo la lluvia y las despedidas en las estaciones de metro.
Empecé a formar parte de un todo sin ser absolutamente nada, porque me perdí en las formas de las nubes, en las curvas de muchas sonrisas o incluso en cada centímetro de asfalto de la carretera.
Dejé de ver el mundo desde la perspectiva de un ser humano para comenzar a verlo desde un punto más alto, algo más allá.
Y me sorprendí de todo aquello a lo que había pasado toda una vida siendo ajena, y es que jamás llegué a preguntarme qué pasa con dos personas después de una despedida, o qué sentirá cada persona al oír sonar su teléfono móvil... O incluso de quién es el motivo de que se les forme una sonrisa mientras chatean.
Fue entonces cuando me perdí. Eran las cinco de la mañana y yo ya estaba allí, subida en ese asiento rígido del autobús, con la cabeza pegada al cristal de la ventanilla mientras veía los faros de los coches pasar.
Esta vez cerré los ojos y tomé aire, pero fue cuando lo solté todo cuando me perdí de verdad.
Me vi flotar por encima de mí misma por un momento, y luego llegué a formar parte de lo que viene siendo la vida desde un punto de vista más objetivo.
Observé a la mujer del fondo del autobús, la que siempre estaba oyendo música con la mirada perdida, y pude ver que esa mirada iba dedicada a su sobrino recién nacido. Iba a verle todos los días.
También vi la vida del señor del bastón, quien recorría 40km todos los días para ir al hospital a ver a su esposa.
Me gustó perderme. No habría visto la vida tan desde lejos como lo hice entonces.
Soy parte de la lluvia en Enero, el sonido de los tambores en los carnavales de Febrero, el frío de Marzo, las flores de Abril, el rubor de tus mejillas en Mayo, el calor de Junio, el sonido del mar en Julio, el sol de Agosto, las hojas secas de Septiembre, el viento de Octubre, las caretas de Halloween en Noviembre y las luces de Navidad en Diciembre.
Soy luz y soy penumbra. Vida y muerte. Sangre en las venas. El latir del corazón de un recién nacido y el viento que te eriza la piel.
Me perdí, y es lo mejor que podría haber hecho.
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Pensamientos en una Botella
Short StoryPequeñas historias en cada capítulo donde quizás os podráis sentir identificados con algo que se relate en ellas. Aviso que esta historia está hecha desde un punto de vista personal, y no se nombrará a nadie con el nombre real, sino con apodos para...