Mi espartano ha vuelto a sentarse en una de las rocas del camino.
Se ha sentado y se ha echado las manos a la cabeza para tener al menos un punto de apoyo físico.
Miró al suelo y suspiró como si se le fuera todo el aire de los pulmones.
A su alrededor brillaban las luciérnagas guiadoras, las cuales revoloteaban sin parar en contínuos círculos.
El espartano alzó la cabeza y miró a una de las luciérnagas como si hubiera estado pensando en ella. La tomó con la mano y toda la delicadeza posible y la sostuvo sobre su palma, observándola con detenimiento.
Esa luciérnaga no estaba sana del todo, pero sí lo suficiente para alumbrar más que cualquier otra y volar como las demás.
Esa luciérnaga había intentado transformarse en un espartano para acompañar al mío en el camino de una forma más segura, pero el corazón de este segundo aún continúa lo suficientemente dañado como para impedir la evolución de la luciérnaga, lo que ha causado daños en ella.
La luciérnaga le mira y parece sonreírle, como si no pasara nada, como si intentara asegurar que está bien.
En cambio, mi espartano suspira profundamente, frustrado, pues por cada punto de sotura que intenta dar a su corazón, se abren dos.
¿Qué le queda?
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Pensamientos en una Botella
Short StoryPequeñas historias en cada capítulo donde quizás os podráis sentir identificados con algo que se relate en ellas. Aviso que esta historia está hecha desde un punto de vista personal, y no se nombrará a nadie con el nombre real, sino con apodos para...