Se ha marchado Noviembre. No me sentía especialmente unido a este mes de ninguna forma, pero se ha ido, y eso quiere decir que el tiempo continúa sin esperar por nadie.
Fuera de la ventanilla del coche llueve, transformando las luces del exterior en manchas abstractas y sin sentido que me encanta admirar.
Voy de regreso al lugar de donde simpre vengo, y es que sinceramente me siento emocionalmente atada a ese pedazo de la isla en donde vivo.
No creo que sea porque es la capital, más bien creo que me ata el gusto por los sitios de edificios altos, gente y coches a todas horas, sonidos de todo tipo y rutinas entrelazadas.
Me gusta pasear por sitios frecuentados, pero sin embargo no me gusta estar con un grupo muy amplio de gente.
Se ha ido Noviembre, y tardará 365 días en regresar de nuevo.
365 días en los que puede pasar de todo y más, y posiblemente pasará, bueno y malo, malo y peor, lágrimas y sonrisas, sueños cumplidos e ilusiones frustradas.
Nos preocupamos demasiado, ¿no creéis? Nos preocupamos mucho por organizar cada uno de esos 365 días, cada hora de sus 24, para que todo salga perfecto, y la mayor parte de las veces no sale ni la mitad de lo que planeamos.
El mundo continúa girando, gires o no con él, con un eterno baile que comienza desde que nacemos y dura hasta que la música deje de sonar en el momento de nuestra muerte, donde bailaremos para siempre.
Continúo mirando las gotas de lluvia correr por el cristal de la ventanilla mientras reflexiono. Suena "Dueles" de fondo en la radio, y ninguno de mis acompañantes quiere decir una palabra.
Si os preguntáis qué puedo estar pensando, tiene fácil respuesta:
Pienso en el lobo, aquel enorme y valiente animal que dejé atrás hace tiempo. Recuerdo que dolió mucho más de lo que me imaginaba dejarle marchar, pero ahora que ha pasado el tiempo, sé que fue la mejor opción.
Me pregunto si aún estará solitario en su tierra de nadie, tan tranquilo, tan en calma, tan en su zona de confort.
También pienso en mi luciérnaga herida. Aunque no os lo he contado, hace varias semanas consiguió por fin transformarse en un espartano, y permitidme que os diga, es uno de los espartanos más temerarios y fuertes que he tenido el honor de conocer.
Se transformó en lo que siempre quiso ser, pero no para acompañarme a mí, no, sino que, para mi sorpresa, consiguió transformarse con ayuda de otra de mis luciérnagas.
Os podréis imaginar. Ambas luciérnagas se transformaron con mutua ayuda, y ahora han comenzado a caminar su propio camino como compañeros.
Y aunque cada vez estén más lejos de mi camino, sé que es así como debió ser siempre, y me dedico a cuidarles y observarles desde la lejanía de mi camino.
Por pensar también pienso en el águila, aunque no hay muchos cambios.
Pasa el día junto a mí, deja que le acaricie las plumas, que le limpie el pico, le lave las patas, le dé de comer... Y en forma de gratitud, él me protege del sol con su sombra, me proporciona protección de los enemigos, e incluso calor si la noche amenaza con enfriarse.
Por motivos de la vida, ha tenido que picarme y herirme las manos varias veces ya, y por los mismos motivos yo he tenido que espantarlo de mi lado, pero yo siempre vendo los cortes, y él siempre regresa.
Fuera llueve, y Diciembre ha llegado. Demos la bienvenida a las últimas 29 oportunidades que nos quedan de no recordar el 2016 como un año de mierda.
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Pensamientos en una Botella
Cerita PendekPequeñas historias en cada capítulo donde quizás os podráis sentir identificados con algo que se relate en ellas. Aviso que esta historia está hecha desde un punto de vista personal, y no se nombrará a nadie con el nombre real, sino con apodos para...