Tu tierra de nadie

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Por fin he encontrado un buen sitio donde asentarme.

He caminado por un largo camino de espinas y ramas secas que han dañado y arañado la piel de mis tobillos y brazos, pero no importa, porque la he encontrado: mi propia tierra de nadie.

Al principio no la reconocí, pues nunca antes había estado en sus tierras ya que nunca me había hecho falta, pero sí era consciente de su existencia.

¿Cómo la reconocí? Simplemente dejé de sentir presión en el pecho y dejé de oír mis pensamientos por el sonido de las balas al salir de los cañones de las armas.

Una brisa fría me congeló la piel, pero fue como si todo el peso del mundo se fuera con ella. Como si me dijera "Bienvenida a Casa".

Por fin estoy en casa, y si no es así, eso creo.

Tan solo poner un pie sobre esta tierra polvorienta y solitaria fue como dar un paso al vacío, caer, y que unas manos fuertes y cuidadosas te cogieran antes de llegar al suelo.

Me sentí arropada y segura, como hacía tiempo que no me sentía.

No hay árboles, ni animales, ni siquiera una brizna de hierva que dé color a este lugar. Es todo muy apagado y gris.

El águila sobrevuela la zona con miedo a rozar la tierra, y no puedo decir que no lo entienda, hasta a mí me daría miedo un sitio así.

No hay cráteres como en la tierra de nadie donde está el lobo, y tampoco hay gente en mis trincheras. Estoy yo sola con el eco de una guerra que debió parar hace mucho tiempo.

Pensamientos en una BotellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora