Querido tú:

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Hoy he decidido escribir esto fuera de mi zona de confort habitual, pues no es de noche aún, y tampoco estoy cerca de alguna ventana para ponerme a pensar.

He decidido escribir esto porque creo que realmente lo necesito, realmente es necesario que sepas lo que pasa.

No eres estúpido, aunque muchas veces finjas serlo. Tus motivos tendrás.

Bien, esto no va tanto por ti, sino por mí hacia tu persona, y es que a día de hoy sigo conservando intactas las promesas que te hice, y sólo quería que lo supieras.

¿Recuerdas que prometí estar a tu lado en todo momento? Bueno, ya que no me dejas opción de más, he cogido lo único que tengo de ti y lo he hecho mío de una manera un tanto especial, llevandote siempre a mi lado a donde quiera que vaya.

¿Recuerdas que prometí cuidarte siempre? Aunque tú no lo sepas, lo sigo haciendo desde la sombra, para evitar que me veas y cierres tus puertas de acero como escudo protector.

Querido tú, realmente me sacó una sonrisa saber que aún conservas algo mío contigo, junto a ti, porque realmente pienso que todo esto fue algo maravilloso con final fatal, desgraciadamente.

Si te soy sincera, ha pasado bastante tiempo desde que decidimos que nuestros espartanos debían continuar el camino como lo habían empezado: solos.

Y aún así te sigo nombrando como referente hacia el "amor". Sé que jamás leerás esta carta mía que te escribo, y supongo que eso está bien, que debe ser así.

Te he echado muchísimo de menos, aunque tú no lo sepas, claro, ¿cómo vas a saberlo?

Me gusta pasear por los lugares que frecuentabamos, porque de verdad pienso que recordar no es nada malo, al contrario, te hace más fuerte y decidido.

Muchas personas me preguntan por qué no te guardo rencor, o me siento molesta contigo.

Pobres, no saben que guardando rencor no se soluciona nada. He logrado ponerme en tu lugar en ese momento, y sí, lo sé, me ha costado su tiempo lograr entenderte, pero lo he hecho, y si pudiera tenerte delante, o gastasemos un poco de nuestro tiempo en sentarnos y hablar, creo que realmente todo sería mejor y sanaríamos por fin del todo lo que nos late en el pecho.

Comprendo bien lo agusto que estás en tu zona de confort, yo también he encontrado la mía, y diciendote todo esto salgo de ella, pues he dejado que esos ojos me taladren la mente día tras día durante tres meses.

Comprendí, incluso, a base de palos emocionales, que no lo estaba haciendo bien. Que esas luciérnagas que yo intentaba convertir en espartano jamás lo harían, y así sólo lograba hacerme y hacer daño.

Comprendí también que no se trata de reemplazar a nadie, ni intentar llenar agujeros emocionales con otras personas, porque eso es jugar muy sucio, y tú, que me conoces, sabes que jamás he querido hacer daño a nadie.

Quisiera poder tener una conversación madura los dos y hablar de todo lo que pasó. De recordar las cosas buenas y las no tan buenas, pero nunca echándonos nada en cara, sino rememorando una parte de nuestras vidas que compartimos mutuamente, y que siempre será así.

Y si alguna vez regresas o decides descansar de tus trincheras, avisame, pues yo estaré siempre dispuesta a sentarme junto a ti en la terraza de la memoria para compartir contigo felizmente el café del recuerdo. Puede que sea sólo un momento temporal, pero de eso se basa la vida, de pequeños momentos compartidos.

Antes te gustaba leer lo que escribía. Ahora soy consciente de que no me lees, pero si en algún momento puedes oír este pequeño grito que te envío, no te pongas los auriculares y lo ignores. Simplemente oyelo, porque, ¿sabes? Se ha metido mucha gente ya en medio de todo esto, hemos creido a terceras, cuartas, quintas e incluso sextas personas, y jamás nos hemos parado a oirnos nosotros, que somos los que realmente conocemos bien la historia.

Y sí, me culpo, me culpo una y mil veces por lo que pasó y por lo que ya no pasará. Fui idiota al no  pisar con pies de plomo sabiendo lo que podía ocurrir y míranos ahora. Casi ni te reconozco, pero es que tampoco sé quien soy yo.

Me culpo porque yo sabía lo que dolía, sabía que era muy pronto, y dejé que me ganara el impulso del corazón a escuchar más el grito de la cabeza. Tonta fui, y te pido disculpas, pues quizás nuestros espartanos jamás habrían caminado juntos, o quizás aún lo seguirían haciendo.

Esto es para ti, aquel cuyos ojos encierran secretos que jamás descubrirá nadie. Gracias.

Pensamientos en una BotellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora