He vuelto a sentarme en mi perfectamente cuadrada ventana, esa que tantas veces me ha acogido cuando me he sentido sola, y la que tantas palabras sinceras se ha llevado de mí.
He vuelto a sentarme con la perciana abierta, lo que limitaba bastante mi seguridad, aparte de proporcionarme un campo visual mucho mayor.
He mirado al cielo, el cual se tornaba encapotado por una espesa masa gris que anunciaba la lluvia que poco después me acompañaría.
Miré al cielo no en busca de estrellas, ni siquiera de la luna o de los faros de algún avión que sobrevolara el lugar en ese momento. Miré al cielo con la esperanza de hacerme parte de él.
Las luces ya no causan curiosidad en mí, ni me imagino la gente que viene y va en aquellos faros rojos de la autopista que se pierde en la montaña; no oigo el susurro escondido en las hojas del viento ni la caricia de la lluvia cuando te moja la piel.
No soy capaz de fundir mis lágrimas con las gotas que caen del cielo, ni mis lamentos con el sonido del viento.
He sonreido. Sí, he sonreido, y ha sido asombroso.
No recuerdo la última vez que lo hice, y no, no me refiero a esa sonrisa que consiste en estirar falsamente los músculos de la cara y aparentar estar bien, eso lo hago siempre.
Hablo de la otra sonrisa, aquella que se escapa con un suspiro, tan liviana como una mota de polvo en el aire, tan pequeña que ni la ves, tan importante como necesaria...
Esa sonrisa que con un suspiro se va, y con un recuerdo regresa; ese descanso del alma cuando dice por fin "basta", y deja escapar hasta el último punto de sotura de tu ser, convirtiendote por un momento en un ser humano de nuevo, con sentimientos y emociones, con pensamiento y corazón, con alma y espíritu.
Esa sonrisa que te viene de dentro y solo tiene una única causa, da igual la que sea, pero la tiene.
Esa sonrisa que te hace ser menos máquina y más persona, menos glacial y más chispa.
Por un momento creí que había muerto, tal era la paz que dejó tras de sí esa momentánea sonrisa, y entonces vi cosas que antes no veía.
Vi alegría y movimiento en aquellas luces de faros rojos, oí miles de promesas cumplidas y por cumplir tiradas al aire, miles de palabras de amor y lágrimas de alegría en el viento.
Sentí todos los "te amo" que he dicho y diré, he oído y oiré; mis labios se llenaron de nuevo del color de todos esos besos que aún daré, y mis ojos brillaron con la luz de todas esas miradas confusas que nos delataron en su momento.
He mirado al cielo, y he sonreído, pues ese recuerdo atravesó mi mente sin avisar, llevandose consigo todo lo malo y gris que tenía mi paraguas de colores.
Oh, no he dicho qué recuerdo es, ¿cierto? Supongo que ya nunca lo sabremos.. ¿O sí?
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Pensamientos en una Botella
Short StoryPequeñas historias en cada capítulo donde quizás os podráis sentir identificados con algo que se relate en ellas. Aviso que esta historia está hecha desde un punto de vista personal, y no se nombrará a nadie con el nombre real, sino con apodos para...