Primer día de clase en el instituto Ashton High, nuevas caras, mucho ruido, mucha gente, pocos amigos, ningún ambiente agradable. Maggie no era muy sociable, era bastante tímida y la timidez no congenia mucho con ser abierta, no obstante, lo que le resulta alentador era que ese era su último curso en el instituto, lo que significaba que después de aquel infernal año ya no volvería a ver a nadie de allí.
Abrazando sus libros con fuerza como si fuesen sus protectores y con la cabeza agachada para que nadie viera su rostro de angustia, recorrió todo el pasillo hasta su clase. Cuando cruzó la puerta del aula, todas las miradas se dirigieron a ella observándola con desprecio, casi diciéndole algún insulto con sus ojos, porque, al parecer, el ser vergonzosa y "rara" es un defecto que todos odian. Ante ello, lo único que pudo hacer fue mirarlos uno a uno y volver a bajar la cabeza, dirigirse hasta su pupitre, el cual solo era una mesa sucia, con la pata coja, en la esquina del final de la clase, y sentarse en su silla con garabatos de otros cursos para acabar abriendo su cuaderno. En el final del cuaderno tenía una funda en la que guardaba los poemas que escribía entre las clases, siempre había tenido la pasión por la escritura corriendo por sus venas, de hecho, su sangre estaba compuesta de versos y nada más. Sacó lentamente un papel en blanco, con solamente puesto en la parte superior su nuevo curso para llevar la cuenta de cuantos poemas de soledad había escrito en esos míseros años. La inspiración llegaba y su mano escribía metáforas tristes.
De pronto, entró Kaylee James, una rubia despampanante y popular, la chica a la que más odiaba de todo el instituto y, efectivamente, se le podría describir como la típica creída de todas las películas que cualquier adolescente habría visto. Antes eran mejores amigas, pero Kaylee prefirió la popularidad y los chicos antes que a ella, ¿y quién no lo haría?. ¿Y por qué odiarla por un simple abandono?, pues eso no es todo, la fama se le subió a la cabeza y comenzó a meterse con Maggie desde el primer curso de instituto, contaba rumores falsos de ella y le trataba como si fuera basura, la maldad se había colado en su interior desde sus raíces teñidas.
Maggie alzó la cabeza y la miró rezando para que no se acercara, para que se quedara en su asquerosa burbuja de fama y belleza, pero como nada le funcionaba a la pobre Maggie, Kaylee se acercó y de un solo movimiento tiró todos los libros y cuadernos de Maggie al suelo, gracias a ese movimiento, ella hizo una gran línea diagonal en su papel de poesía. Ya estaba claro que Kaylee solo vivía para arruinarle cada día de su indigna vida con actos estúpidos como aquel. Las risas resonaban en la clase medio vacía y le llenaban de vergüenza y dolor el alma. Se agachó humillada y recogió entre sus brazos los libros:
-Inútil - dijo Kaylee riendo entre sus labios de un tono rojo.
-Ya vale... - susurró Maggie levantándose lentamente.
-¿Algún problema? - preguntó Kaylee mirándola desde lo alto de sus tacones.
-Sí, tú eres mi problema - respondió Maggie apoyando sus mano en la mesa tras haber dejado ya los libros.
Su mirada solo se fijaba en la madera verda de su pupitre porque se arrepentiría si llegaba a mirar a los ojos a aquella chica.
Kaylee no iba a tolerar tal cosa y le cogió del pelo lanzándola al suelo.Obviamente, Maggie debía de aprender que gente como ella debía de tragarse su orgullo y sus agallas frente a los superiores de la sociedad, tal y como se suponía que era esa chica rubia. Después, con una malvada sonrisa se agachó al lado de ella:
-Repito la pregunta, ¿algún problema?
-No - contestó Maggie con los ojos humedecidos, la lección estaba aprendida.
Las risas y el sonido de los tacones de Kaylee era lo único que escuchaba. Se levantó y volvió a sentarse en la silla reorganizando los papeles que habían caído de los cuadernos.
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Against love
Teen FictionMaggie es una chica que ha sufrido mucho por amor, para ella el amor se ha convertido en algo estúpido, inservible y odioso, hasta que le conoce a él, un joven problemático pero encantador, distinto a los demás. Tal vez el amor no sea tan malo com...