AMAR SIGNIFICA... TENER CORAJE

Capitulo Doce

—Según la compañía Andersons of Manumee, Ohio, el maíz está a diez céntimos el saco, y se ha quedado en dos cuarenta por miedo a que la sequía se mantenga en los planos y en el Medio Oeste. —El presentador del programa continuó dando el resto de los precios de los productos de cultivo mientras Len conducía a la granja—. El tiempo para hoy será parcialmente nuboso con posibilidad de algún chubasco aislado.

—¡Has estado diciendo eso durante la última semana, y nada! — Len apagó la radio, disgustado, mientras entraba al camino frente al granero y aparcaba su coche. Mark salió de la casa con Louis siguiéndole de cerca.

—Hijo de puta, ojalá lloviera. No hacen más que decir que van a caer unos chubascos enormes pero luego, nada. —El temperamento de Mark estaba subido de tono, y aunque Len sabía de unas cosillas que podrían hacer que aquel oso gruñón se convirtiera en un osito de gominola, no habían tenido muchas ocasiones de estar a solas últimamente. Durante las últimas semanas, se habían ido a cabalgar algunas mañanas y siempre habían ido al claro, que Len comenzaba a pensar como que era de ambos. Pero no habían tenido a nadie que pudiera cuidar de Louis, así que no habían sido capaces de disfrutar de un paseo a solas durante la última semana completa, y con la falta de lluvia, Mark se estaba poniendo cada vez más gruñón y saltaba a menudo.

Cuando Mark se aproximó, Len vio a Louis tropezar con algo en la hierba.

—¡Hijo de puta! —Su tono alto e infantil sonó aún más elevado, y claro como el agua.

Len vio la cabeza de Mark girarse rápidamente para clavar a Louis con la mirada, y Len puso inmediatamente su mano en el brazo de Mark, mientras usaba su mano libre para taparse la boca y no reírse. Mark levantó a Louis, mirándole como si fuera a darle unos azotes.

—No, Mark. No sabe lo que ha dicho. Sólo ha repetido lo que te ha oído decir a ti hace menos de dos segundos.

La mirada que Mark le dedicó podría haber derretido el cemento.

—Si yo hubiera dicho algo así delante de mis padres, me habrían lavado la boca con jabón.

—Y no ayudó a que tuvieras una boca menos sucia, ¿verdad? — dijo Len levantando las cejas. Finalmente Mark sonrió, y dejó a Louis de nuevo en el suelo—. ¿De todos modos, qué te ha puesto de tan mal humor?

—Estoy preocupado. —Todos los granjeros se preocupaban. Len lo sabía. Después de todo, estaban a merced de algo tan incontrolable como lo era el tiempo.

—Lo sé. Pero sólo ha pasado poco más de una semana, y tengo un buen presentimiento, va a llover pronto. —Por el gesto que puso Mark, no se lo creía. Len volvió a mirar a Louis, asegurándose de que estaba ocupado, el niño se había subido a su cajón de arena y estaba jugando feliz—. Ven, tengo algo que enseñarte. —Len guió a Mark a través del granero y hasta el almacén, metiéndose dentro y cerrando la puerta. Tan pronto como se oyó el clic del cerrojo, tomó el rostro de Mark entre sus manos y le besó con fuerza.

—Len, no podemos. Aquí no. —No había fuerza en su voz, y Len continuó presionando, escurriendo su lengua por el borde del labio de Mark, arrancándole un suave gemido—. He echado de menos esto.

—Yo también —dijo Len mientras abrazaba a Mark con fuerza, haciendo lo imposible por besarle tan fuerte que pudiera robarle el aliento—. Vamos a hacer planes para un paseo a caballo esta tarde. Creo que a ambos nos vendría bien. —Mark asintió, incapaz de formar palabras mientras se lamía los labios hinchados por los besos—. Mari dijo ayer que vendría a cuidar a Louis durante unas cuantas horas.

—¿Le has preguntado? —La sorpresa en la cara de Mark no tuvo precio.

—Se ha ofrecido, dijo que un paseo a caballo sería bueno para ti—Len soltó a Mark y abrió la puerta del almacén, observando a un Mark sonriente que volvía hacia donde jugaba Louis.