Max estaba sentado en el sofá azul que tenía Mónica en la sala de estar. Yo estaba de pie junto la gran pantalla, mirándo con detención máxima cada objeto lujoso que había en aquella casa
Leonor, la hermana de Max, estaba encantada de tenerme allí a esas horas de la mañana. Nadie comprendía mi visita y tampoco es que halla dicho que he hablado del todo.
- ¿Por qué no te sientas? - Preguntó el abuelo.
- Estoy bien así, abuelo - Dije mientras mordía mi dedo. Él sonrió.
- ¿Por qué has venido tan temprano?
- ¿Te molesta? - Sonrió.
- ¿Por qué tan a la defensiva, corazón? - Preguntó extrañado.
- La chiquilla ha venido a vernos y tú la interrogas, cualquiera reaccionaría así, viejo idiota - Dijo la tía Leonor. Me trajo un vaso de chocolate helado y unas galletas recién echas por mi abuela. Miré a Mónica, estaba tejiendo algo para no se quién... La única nieta que tenían era yo. Mi Madre era la única hija que tenían y ella no ha vuelto a tener hijos.
- Gracias - Dije por la comida. Me quedé comiendo un poco, sentada en el suelo como india. Mi abuelo sonreía la verme allí y me robaba un par de galletas mientras le fulminaba con la mirada. Ellos eran lo más cercano que tenía yo de una familia, pero admito que aún les guardaba rencor por haberse ido cuando yo era aún muy niña.
- ¿Cómo van las clases, tesoro? - Preguntó la abuela.
- Bien - Dije tomándo algo de leche. Max me miró con los ojos entrecerrados.
- Noté que vinieron a dejarte en la mañana, andar en motocicletas es muy peligroso - Dijo recordándo a Bradd.
- Ese era un chico muy apuesto - Se burló Leonor - ¿Es tu novio, tesoro? - Sonreí como una tonta.
- Sí - Dije llena de felicidad y orgullosa de decirlo.
- ¿Cuánto llevan?
- Como... Algo más de cinco meses - Dije encogiéndome de hombros. Hace mucho que salíamos juntos... Hace mucho. Había pasado demasiado tiempo desde entonces.
- Es tan hermoso el amor juvenil - Dijo Leonor. Mónica y Max se miraron indignados de su comentario. No los culpaba, su única hija, su gran amor había quedado embarazada a los quince años y, para ellos, la escusa del amor juvenil era insuficiente.
- A veces no - Dije encogiéndome de hombros. Mi abuelo agradeció intermante mi comentario, lo vi en sus ojos.
- ¿Es caballeroso contigo? - Asentí ante la pregunta de mi abuela. Ella sonrió y siguió tejiendo con la lana negra - Por cierto - Añadió - Estoy haciéndote una chaleca - Sonreí.
- Abuela, he crecido. No se si eso vaya a quedarme - Dije mirándo horrorizada aquello.
- Te lo dije - Advirtió mi abuelo - Odia esas cosas - Mónica dejó el tejido sobre el sofá.
- Antes los adoraba - "Antes" pensé. Todo era mejor antes. Cuando yo era una niña y todos me mimaban como un bebé.
- ¿Has hablado con Laura? - Preguntó mi abuelo. Negué con la cabeza.
- Nada - Dije tragándo otra galleta - Supongo que se ha olvidado de mí - Dije encogiéndome de hombros.
- Tesoro...
- No la defiendas. A veces deberían mirar en vuestra familia antes de criticar a mi Padre - Dije asqueada por la última palabra. Pero si me hacían escoger, eligiría una y mil veces a mi Padre. Él sabía como era yo y me conocía lo suficientemente mejor que Laura.
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Sin miedo a nada. [TERMINADA]
Подростковая литератураElizabeth es una chica normal de apenas unos 17 años de edad. Sus supuestos Padres estan mal de la cabeza. Ella no puede recordar más cosas que torturas y malos momentos que pasó con ellos. Tiene traumas que nadie puede cambiar en ella... Le cuesta...