Creo que era alrededor de la media noche, tenía el celular apretado contra mi oreja mientras escuchaba a Elektra a través de la bocina sin importarme realmente su conversación. Giré los ojos con aburrimiento una vez más mientras buscaba la cocina entre la oscuridad.
—Sólo digo, Matt enserio está enamorado de ti, deberías dejar de jugar con él y decirle que no sientes nada —sugirió esa tipa por segunda vez, yo la consideraba algo así como mi amiga pero en realidad ella estaba enamorada de mi novio así que sólo era una zorra hipócrita.
—Es el abogado de mi padre, creo que puedo hacer lo que quiera con él —presumí tajante.
—Eres cruel, ¿lo sabias?
—Sí, soy una gran perra. Ahora, tengo que...
Detuve mis palabras al llegar al umbral de la cocina. ¿Qué demonios? Había un hombre entre la oscuridad de la esquina, mirándome sin expresión.
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Me examinó de pies a cabeza, sus dedos tamborileaban en la mesa...junto un arma. Lo que si llamó mi atención fue que entre la tenue luz, algo brillaba en su brazo derecho, como metal.
—_____, ¿sigues ahí? —dudó Elektra, había olvidado su llamada.
—T-te llamó luego —me limité a responder antes de colgar.
Dejé cuidadosa el celular en la encimera, aún sosteniendo la mirada de aquel extraño. Ese tipo si que era jodidamente sexy, mi padre nunca me dejaba salir con chicos así, sólo hombres con "buena educación" y una "buena posición económica". Como Matt Murdock, el abogado de mi padre, prácticamente me obligó a salir con él pero el tipo me aburría demasiado.
Le sonreí al intruso, él se mantenía inexpresivo.
Corté la distancia, cautelosa, hasta sentarme frente a él. No sabía si Renata, la criada, seguía en su turno ó si no se había dado cuenta de la presencia de este tipo.
—¿Eres un ladrón? —pregunté divertida.
No hubo respuesta por parte de él. Apoyé mis codos en la mesa para poder acercarme al extraño hasta que nuestros rostros estuvieron bastante cerca de algo más.
—¿Vas a robarme? —musité seductora sobre sus labios. No sé porque tenía tantas ganas de jugar con él.
Seguí sin obtener nada. Me reí coqueta antes de volver a sentarme. Miré el arma cerca de su mano y la tomé sin miedo, mi vista volvió a él.
Iba a decir algo más pero Alexander interrumpió en la cocina, sin percatarse del extraño y yo. Dejé el arma en su lugar mientras él sacaba una caja de leche, al ver la escena pareció un tanto sorprendido y más al ver a mi extraño invitado.
