Todos mis viernes de pago se resumen en dos cosas: Comprar mi comida y cosas necesarias, pagar renta y recibos, algo inevitable que pasa al crecer; y la reunión necesaria con lo que mi mamá llama 'la mesa redonda', que explicaré más adelante.Las compras siempre las hago con Karla, somos amigas desde los seis años y hemos pasado todo juntas; lo más 'reciente' fue hace dos años cuando, un viernes, justamente haciendo las compras, creo que se volvió algo terapéutico para conversar y desahogar. Me pidió que pasáramos por la farmacia del supermercado un momento, yo me distraje con las cremas, como es usual, y solamente reaccioné al verla tirar una prueba de embarazo al carrito, quedé fría, y solo pude decir:
— ¿Aguantas a hacerla en la casa, o la hacemos aquí en el baño del súper?— la miré seria y a la expectativa que soltara un 'si' que rompiera con el silencio incómodo del momento.
— La ansiedad me mata, iré a hacerla, mientras sigue haciendo las compras, yo te llamo al pasar dos minutos, debes decirme el resultado, yo no quiero ni verlo.— me dijo en su tono de voz más bajo y con los ojos llorosos.
Hago caso a su indicación y en los tres minutos más eternos de la historia, termino de comprar lo que necesitaba, unas botellas de vino para 'la mesa redonda', y suena el teléfono, solo me dice: — ven ya, corre, no puedo más. —
Dejo el carrito en un lugar seguro y entro al baño, la veo sentada en el borde del lavamanos, y con un gesto de desesperación señala el baño, me da la caja, y se tapa los ojos. Entro al baño, veo la prueba en la tapa del inodoro la tomo del lado seco, y comparo los resultados a lo que me dice la caja, y lo vi: está embarazada. Salgo del baño y en mi shock, temblando y con mil preocupaciones en la cabeza, alcanzo a decirle — es positivo Karla.—
Llorando me responde — De verdad no me lo esperaba.— A lo que respondo de inmediato — ¡Qué esperabas! ¡Una lavadora! — y las lágrimas se convirtieron en risas, la siguiente vez que lloramos al respecto fue cuando Mateo vino al mundo, ese día que me convertí en tía lo guardo como algo de lo más lindo que me ha pasado. Todo sigue igual, solo que ahora en el carrito van pañales también.
Volviendo a mis viernes, lo segundo que hago, es la 'mesa redonda' con mis amigos: Enrique, Gabo, Joaquín, Mariel, Danilo y Francisco; ese nombre, mi mamá Ana, se lo da debido a que nos sentamos hasta la madrugada en mi mesa a 'resolver el mundo', entre vinos y comidas. La última que tuvimos, la semana anterior, dejó claro el sentir colectivo del grupo que: el muchacho de camiseta de Pokemón era un espejismo y que en algún momento aparecería en realidad y sería el indicado; que Francisco debía seriamente cambiar de trabajo, que Mariel debía relajarse un poco y que Joaquín debía empezar a hacer planes para su cumpleaños, veintinueve años era algo grande; lo último que se definió en mesa redonda era que: estamos viejos y pues, hubo consenso. Es algo que hacemos desde hace cinco años y que no cambio por nada, vernos crecer es un deleite, y saber que va para largo, aún más.
Termino de cobijarlos a todos, la 'mesa' se convirtió en pijamada, y al momento que me dispongo a dormir, a las tres de la mañana, mi teléfono suena estruendosamente, Merith me llamaba, y yo no entendía porqué, sabía que era nocturna pero jamás de viernes a sábado, contesto y dice — espero que no pensaras acostarte, pasó algo Irina, y ocupo que vengas.—
ESTÁS LEYENDO
Antología de Amores Perdidos
RomantizmEste conjunto de historias, nos relatan la historia de Irina, y su atropellado paso por el amor, sus experiencias, sus tristezas, sus alegrías, y sobretodo las enseñanzas que nos pueden servir para crecer. Todos los personajes e historias utilizados...