De cómo Daryl Dixon nunca se despide de Carol Peletier.

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Estaba tratando de hacer que sus ojos se encontraran con los de ella y en ese silencioso entendimiento que solo ellos dos compartían estaba tratando de hacerle saber que no tenía nada de qué preocuparse, que él se encargaría de que nadie más muriera, no al menos dentro de esas paredes que se habían convertido en su hogar, tal y como ella lo había dicho. No quería que fuera una tumba, no más.

Temía por ella sin embargo, ese día más que cualquier otro, había pasado tanto tiempo desde la última vez que la angustia se había reflejado en su rostro que ahora le resultaba difícil de soportar, no se supone que atraviese por ese sufrimiento otra vez, no se supone que tenga que llorar otra vez, con sus ojos azules casi ahogados en preocupación, mirando al vacío como pensando en las fatales posibilidades que se desplegaban frente a ellos como caminos listos para que tomaran uno, caminos difíciles sin llegar a ser uno uno mejor opción que el otro. Temía por Carol porque ahora ella ya no lo hacía por sí misma, porque sabía muy bien que en lo único que pensaba era en las dos niñas que la habían convertido en madre otra vez tan repentinamente, porque el nombre de Sophia todavía se escuchaba doloroso cuando se le escapa de los labios y la carga era demasiado pesada para sus delgados hombros, aun así ella no lo había dudado, había tomado la responsabilidad sin importar que eso fuera como poner el dedo en la llaga. Si algo alcanzaba a entender de ella era que no estaba dispuesta a volver a pasar algo como lo que paso con Sophia, era una sobreviviente ahora y seguro como que el sol sale todos los días convertiría a las dos niñas en sobrevivientes también. Habían llegado tan lejos ¡tan lejos! Habían derramado tanta sangre, tanto sudor y tantas lágrimas que no podían permitir que esto les hiciera perder todo lo que habían conseguido.

Finalmente consiguió su atención y sus ojos por fin se encontraron con los suyos, siguiendo el hábito que habían ganado a lo largo de los meses ella esbozo una pequeña sonrisa que él le regreso, se quedaron quietos un segundo sosteniendo la mirada del otro a través del patio, despidiéndose pero sin hacerlo, ese "mantente a salvo" y su "nueve vidas" siempre repitiéndose entre ellos cada vez que abandonaban los muros de la prisión.

Espera por mí.

Vuelve por mí.

Sería diferente esta vez porque se mantendrían juntos, ella tenía que saber que nunca volvería a estar sola.  

Del porque Daryl Dixon ama a Carol PeletierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora