John

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Narra Lexa

─ John... John, otra vez... ¡Otra vez las voces John! Ayúdame─ Grite. De un momento a otro aquellas voces agobiantes habían vuelto a torturar mi cabeza, todas juntas, gritaban y susurraban cosas que no podía entender.

Tape mis oídos como si aquello pudiese detener la sensación, las lágrimas se resbalaban continuas por mis mejillas mientras lloriqueaba emitiendo cortos quejidos.

En esos momentos no media más de una vara y media, tendría siete años, Jonathan, y lo recuerdo bien, tenía diez, siempre había sido tres años mayor a mí.

Pude sentir sus manos obligándome a permanecer quieta en el suelo, reteniéndome utilizando toda la fuerza que podía, pero mis movimientos eran bruscos, quería correr y golpear mi cabeza hasta que aquellas voces cediesen. Mis padres los llamaban ''Amigos imaginarios'', en ese tiempo me hablaban de que ellos existían en nuestras mentes para que no estuviésemos solos, pero los míos no eran amigos, sino, demonios.

─ John, ¡Haz que pare! ¡Haz que pare! ¡Por favor!─ Rogué entre llantos, estaba quedándome sin aliento, resistiendo y luchando contra mi propio cuerpo para sacar aquellos demonios que estaban en mi cabeza. Era más que abrumador, por unos cuantos minutos me costó decidir quién de los dos sufría mas, Jonathan intentando hacer algo por mi o yo misma.

─ Vamos, intenta relajarte, pasara, te lo prometo, te lo prometo─ Susurraba mientras me mecía suavemente, mantenía mi frágil anatomía pegada a su pecho y con su mano peinaba los cabellos desordenados que se pegaban en mi sudorosa frente. Pronto todo aquello pareció lejano y desapareció dejando en mi cabeza un dolor punzante no mucho más doloroso que aquella horrible sensación.

Las voces, las voces son peligrosas, pero las personas no lo saben, o se niegan a creerlo. Me recordé y sin saber por qué.

─ ¿Lexa? ¿Lexa, estas aquí?─ Oí la voz de mi hermana mayor seguido de un golpe de puesta, no respondí aunque ella siguió insistiendo hasta que estuvo de pie bajo el marco de mi puerta soltando un gran respingo. ─ ¿Por qué no contestas?─ Cuestiono furiosa pero sin moverse de allí, le eche una mirada inexpresiva mientras esperaba que se tranquilizase, adoraba a Rebecca cuando su estado de ánimo era pacifista, era la única persona que podía proporcionarme estabilidad desde que ya no veía a John... Jonathan.

─ Lo siento, no te oí─ Mentí con descaro alzando una de mis cejas, ambas sabíamos que era una gran mentira pero el discutir no era nuestro fuerte. Ella volvió a suspirar notablemente, resignada.

─ Olvídalo ya, tengo noticias─ Comento no del todo alegre mientras dejaba su bolso y se acercaba donde yo estaba sentada, en el sofá junto a la ventana, adoraba ese sitio más que cualquier otro en la vida. Apoye mis pies en el suelo dejando espacio para que la castaña pudiese sentase a mi lado. ─ Will Byers, el niño no llego a su casa ayer en la noche, lo han declarado como extraviado─ Ella se sentó a mi lado un poco conmovida, la observe sin entender. Conocía a Will, mas allá de ser hermano de Jonathan, era un niño más que dulce y como si fuese casualidad habíamos conversado una vez. ─ Creo que es buen momento para visitar a Jonathan─ Comento a regañadientes, Becca era la única persona que con mucho esfuerzo lograba convencerme de realizar actos buenos para mi propio bienestar pero, muchas veces, tenía patéticas ideas como aquella.

─ Su hermano se extravió... ¿Crees que me necesita para amargar más su vida? ─. Me levante de allí y camine hacia mi escritorio donde un polaroid blanco y negro permanecía intacto tras un cristal, aquella fotografía era muy antigua, había pertenecido a Jonathan en sus momentos, él y yo, nuestros rostros con una sonrisa plantada en ellos, justo antes de irse y no regresar. Seguía sin entender el motivo por el cual conservaba aquel recuerdo.

─ Fuisteis buenos amigos en el pasado─ Comento Becca sin observarme, ella no lo sabía todo pero podía afirmar aquello que había dicho, buenos amigos pero en el pasado.

─ Es una extraña forma de decir que ya no lo somos, Becca, ambas sabemos que no saldré de cas­a­─ Soltó un bufido resignada, jamás lograba hacer que saliera de nuestro hogar, pocas veces lograba sacarme de mi habitación a regañadientes, a menudo solía pasarme días y días pegada a aquel ventanal pero hacia años permanecía tras él.

─ Te necesita─ Susurro como último recurso, fruncí mi ceño dejándome caer sobre mi cama, aquello carecía de sentido ¿El, necesitarme? Siempre había sido un gran problema en su vida, por mi culpa le llamaban raro y pedófilo, había arruinado la relación con sus amigos solo por mí, y peor era saber que había sido la causante de que el pueblo entero comenzase a verle de esa forma al pasearse con una niña de siete años cuando él era tras años mayor.

─ Deja de mentir, Becca─ Acuse en voz alta aunque ella rápidamente supo cómo interrumpirme.

─ Lexa, su único amigo ahora está perdido quien sabe dónde y no tiene a nadie más que a su madre, por un momento ponte en sus zapatos─ Durante un corto tiempo pensé aquello que probablemente fuese cierto, Becca estaba en lo correcto, sin duda no querría estar sola si algo le pasase a ella pero no estaba segura de que a Jonathan fuese a agradarle mi sola presencia. ─ Ve de inmediato, tienes permiso de llegar tarde─ Ínsito ella mientras me lo replanteaba.

Y la pregunta llego a mi mente tan veloz y fugas como un rayo: ¿El habría hecho lo mismo por mí?

Demons in Your Head [Jonathan Byers] #LibrosTinieblas2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora