Capítulo VI

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La tomó de la mano y la condujo a un estante alejado de la biblioteca, ahí sobre este se encontraba un libro, aquel libro que la había atormentado tarde tras tarde cuando llegó a Lakewood debido a que la tía abuela Elroy le obligaba a conocer y aprenderse la descendencia de los Andley, ella se sorprendió de verlo tan grande, generación, tras generación; localizó a William Albert Andley, al personaje que tenía frente a sus ojos en ese momento, vestido con el tartán de la familia y portando su escudo familiar.

- ¡Albert! Es igualito a ti... ¿Así te llamas, William Albert...Andley? – decía Candy sin salir de su asombro.

- Mira más abajo – Albert le indicó con el índice.

- Candy Blanca Andley... ¡Candy Blanca! Soy tu hija...¿tu hija, de... verdad? –preguntó Candy temerosa de la respuesta que estaba por venir.

- No exactamente, te adopté hace unos años – aclaró Albert sin chistar.

- ¿Adoptada? ¡Tú eres mi padre adoptivo! - Candy se había quedado muda por unos instantes- ¿Albert quieres decir que mis padres... no...no me quisieron? - preguntó con los ojos cristalinos.

- Podría contestarte con un: "no lo sé", pero te adopté porque me recuerdas a mi hermana Rosemary, la madre de mi sobrino Anthony. Archie, Stear y él son parte de mi familia y ellos te quieren mucho - le afirmó el rubio.

- ¿Y tú Albert? - le preguntó Candy.

- Eres especial para mí, pasaba por aquí y tuve que quedarme porque me dieron noticias tuyas, malas por cierto haciendo una mueca con el entrecejo- opté por cuidarte en estos últimos meses que irme a viajar por África.

- Entonces... tu tía Elroy, ¿es mía también? - sus ojos se llenaron de terror, Elroy era tan impersonal con Albert que se imaginaba que a ella no la quería por no pertenecer a su familia real.

- Sí, pero por el momento no es importante - dijo notablemente preocupado al ver el rostro de Candy.

- Bien, ¿a qué edad me adoptaste? – la rubia realizó una nueva pregunta.

- Como a los diez años l le dijo quitado de la pena.

- ¡A los diez! – musitó ella sorprendida.

Cada vez que mencionaba un nombre, ella lo buscaba en el árbol genealógico: Anthony era hijo de un Coronel Británico y de la hermana de Albert, Rosemary; también estaban los Cornwell, Archie era el menor y Stear el mayor. También se encontró con Elisa y Neal, hijos de los Leagan.

- ¡Ah! Anthony es muy buen mozo – Candy suspiró soñadoramente.

- Si, ya lo habías dicho antes –soltando una risita burlona-. Falleció hace unos meses en Lakewood - bajó la cabeza, mirando hacia el piso.

- ¡Oh cuánto lo siento! No debí traerte malos recuerdos - decía con pesar.

- No te preocupes pequeña, ya duele menos. O al menos no me duele tanto como a ti - respondió por lo bajo.

- ¿Por qué a mí? ¿Lo conocía? - volvió a preguntar.

- Si, precisamente había mandado a traerte para que ingresaras a un colegio en Londres, pero no contábamos con que el Mauritania se hundiera - lo había dicho, por fin lo había dicho, muy tarde se dio cuenta de su error.

- El Mauritania –su mente se inundó unos minutos de silencio, recordaba algunos ruidos, un fuerte crujido y los gritos de las personas a su alrededor – Terry... Albert, el Mauritania se hundió. Clint se escapó y no lo encontré, no hallé a Clint, él... él murió, murió ahogado, se quedó encerrado en mi camarote - poco a poco recordaba algunos sucesos del hundimiento del Mauritania.

Albert se acercó y abrazó a Candy, que lloraba copiosamente, comenzaba a recordar, sentía una pena enorme por lo que le pasó a Clint, para ella era más que una mascota, era su mejor amigo, un muy entrañable amigo. Lloró por horas y se quedó profundamente dormida. Albert la llevó en brazos hasta su habitación, estaba contento, al menos había recordado algo. Después bajó hasta el jardín, vio a lo lejos una Dulce Candy, la cortó con los dedos y se la llevó a la nariz, aspirando ese aroma, últimamente se le veía contento.

- Pasa algo William - preguntó un George muy extrañado.

- Algo extraordinario, Candy recordó que Clint se quedó atrapado en el camarote y murió, no recuerda gran cosa...hay otra persona que recuerda ...a mí – le dijo sonrientemente.

Pero el júbilo que parecía haber tenido hacía unos minutos, estaba desapareciendo.

- Todo estaba muy bien hasta que recordó a Terry. Parece ser la única constante de su vida – William comentó molesto.

- Bueno te lo había dicho - George sonrió al ver los celos de su gran amigo William.

- Sabes, le enseñé el árbol genealógico de la familia y conoció a los chicos, si al menos los recordara - dijo William con un bufido.

- ¿También a Elisa y Neal? – preguntó un tanto preocupado George.

- No sé, no me hizo ningún comentario. ¿Crees que sea buena idea llevarla al Colegio? - dijo William.

- No lo sé, el joven Grandchester entró hace una semana al colegio. Debes preocuparte por ella ya que la memoria no regresará tan rápido - le comentó el moreno.

- Habrá que preguntarle, por el momento estoy feliz, me dijo que seré un padre muy correteado – dijo William sonriendo.

- Ja ja ja ja William, Candy ya te está poniendo en aprietos, entonces le contaste también de la adopción, supongo - preguntó George.

- Si pareció tomarlo muy bien, creo que fue por eso que no se acordó de nadie hasta que torpemente mencioné al Mauritania - aclaró el rubio.

- Si, ya es un gran avance, pero lo del Colegio tengo mis dudas. Habrá una reunión con el joven Grandchester cuando así lo decidas - le informó George.

- Está bien lo pensaré. Subiré a ver a Candy, quizás ya despertó - William caminó hacia la puerta.

- Déjala descansar William, Dorothy nos avisará – dijo George deteniéndolo en su andar hacia la puerta.

- George que feliz estoy, mi pequeña Candy se recupera – en cuatro zancadas llegó a la ventana y la abrió con notable alegría.

Así entre risas, recuerdos y caminatas asoleadas por los campos de la Mansión, Candy comenzó a recobrar su recuerdos, aún lo más dolorosos.

- Seguro que no te acuerdas de nada más de lo que me has contado George - preguntaba un William perdido en sus pensamientos.

- No, es todo. Realmente quisiera recordar más, pero no puedo por más que quiero acordarme –repitió George.

- Entonces debemos hacer una cita con Terry – le pidió William.

- Espera "debemos", ¿no se te hace que deberías consultarlo con la Sra. Elroy? - aclaró George.

- No creo, sé bien lo que hago, además no lo veré, solo tú hablarás con él – rectificó William.

- Está bien, de cualquier modo en un par de horas veré a los chicos en el Colegio – George caminó diciéndole a William hacia la puerta.

- Bien, nuestra Candy tendrá que ingresar al Colegio, aunque quisiera tener una preocupación menos, de cualquier manera su enfermera llega hoy. El Doctor Robson no tardará en llegar – le contaba Albert a George en lo que llegaba a la puerta.

- Bueno me retiro, la Hermana Grey es muy estricta con los horarios. Por cierto, hablaré con ella para el asunto de la Señorita Candy - le consultó George.

- Está bien George, le envías mis saludos - contestó William cuando miraba al jardín.

Memorias de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora