Capítulo XIV

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Mary Jean llevó a Candy a su habitación, en el pasillo se creaba gran expectación, Terry no logró verla más que de espaldas.

- Cabello ensortijado rubio, es ella, claro que es mi Candy – decía Terry.

Después de quedarse un tiempo en la rama de aquel árbol, se dirigió a su habitación, aún quedaban luces sin apagar, se recostó en la cama, mirando hacia el techo con los brazos debajo de la cabeza y recordando.

- Cuando la vi en el barco me burlé de sus pecas y sólo escuché a su acompañante decir Señorita Candy, ella se llama así; tenía un coatí llamado Clint y los hermanos Cornwell dicen que su mejor amigo Clint murió en el Mauritania...aunque no dijeron si era un animal o un muchacho; estuvo en el Mauritania y yo conocí a una Candy en ese barco, tiene que ser ella. ¿Cómo puedo saberlo? No sé en qué habitación se encuentre. Mientras discutía las diferentes disertaciones, no logró conciliar el sueño hasta entrada la madrugada.

Al otro día en la habitación de Candy.

- Señorita Candy debe terminar de arreglarse para el desayuno – sugirió Mary Jean.

- Sí, estoy por terminar. Mal día para cambiar de peinado, mis rizos son muy rebeldes. ¡Ya terminé! – dijo soltando su indomable rizo.

- ¡Qué bueno Señorita Candy! Debe de darse prisa, no alcanzará el desayuno – le recomendó Mary Jean

- Si ya voy, corriendo – gritó Candy.

- Niña traviesa, los pasillos no son para correr – le advirtió Mary Jean a Candy.

- Sí Mary Jean, lo siento – deteniéndose y sonriendo apenada.

Candy llegó caminando al comedor general de la escuela, muy tranquilamente y sin correr. Entró y se sentó en el lugar que la hermana Margaret le indicó. De lejos Elisa la veía y la notó algo cambiada, ya no iba con las coletas de costumbre, ahora portaba una larga coleta y unos rizos que le caían cerca de las orejas.

- Señorita Candy puede sentarse aquí – la dirigió a su asiento la Hermana Margaret.

- Gracias hermana Margaret – le agradeció Candy.

- De nada, la señorita Mary Jean comerá con nosotras, por ella no se preocupe.

- Si, gracias es usted muy amable – tomándole las manos y agradeciéndole.

Desde el otro lado de la habitación unos ojos marrones le veían a lo lejos, Candy no se había percatado de que aquel par de hermanos querían averiguar el por qué de su actitud ya que por la mañana antes de que Candy llegase al comedor había pasado al lado de Elisa y ni siquiera le había saludado, debía acaso ser porque no la vio, no le hizo caso o se encontraba ensimismada en sus pensamientos, que no la vio. Cómo la huérfana no la había visto, aparte de ladrona y mentirosa, se atrevía a no ver a su hermana – se preguntaba Neil.

- ¡Increíble! - dijo Archie.

- ¿Qué pasa Archie? – le preguntó Stear.

- Grandchester nunca había venido a desayunar, lo ves, lo malo es que le ha tocado hasta el inicio de la mesa- comentó señalándolo Archie.

- Aunque a Candy le ha tocado hasta el final, ni nosotros podemos verla - aclaró Stear.

- Oye espera, Candy se retira, pero ya ha acabado - observa Stear.

- Si es glotona, pero no tanto, es que algo ocurre – dijo Archie.

En ese momento Candy para de comer, su corazón golpetea tan fuerte su pecho que se levanta y siente que las piernas le tiemblan, trata de pedir ayuda pero siente que no la sostendrán por mucho tiempo.

- Mary Jean ayúdeme. Mi cabeza...aaayyy.

- Señorita Candy, Madre Superiora aprisa – se escuchaba a Mary Jean pidiendo ayuda.

- ¡Candy! – gritan los hermanos Cornwell cuando ven que se desmaya.

- Hermanas ayúdenme, deprisa – pide la madre superiora.

- Enseguida madre superiora – le contestan las hermanas Margaret y Kent.

En un momento, las hermanas ayudaron a llevar a Candy, Mary Jean iba preocupada porque Candy se quejaba del dolor de cabeza, era impresionante, según su historial nunca le había dado un dolor tan fuerte.

- Archie vamos a ver a la madre superiora, algo le ha pasado a Candy – le apresuró Stear.

- Algo sucede aquí y eso lo voy averiguar - le comentó Elisa a Luisa.

- Candy, ¡eres tú! Qué hermosa te ves, mi dulce Candy - pensó Terry.

Mientras los trabajos en la enfermería eran rápidos, Mary Jean pedía a las hermanas que la señorita Candy debía ser llevada a su habitación; las hermanas obedecieron y en una camilla la llevaron, cuando hubieron pasado rumbo hacia esta, la hermana Margaret estaba pidiendo a las demás internas guardar la compostura y obedecer sus órdenes. Candy no tardó en presentar fiebre.

- Señorita Candy, tranquilícese – le pedía Mary Jean.

- Tiene fiebre y muy alta, enfermera - le informaba la Hermana Kent.

- Sí hermana, deberíamos avisar a su casa, podría encargarle a la Señorita Candy unos momentos en lo que escribo la nota – Mary Jean preguntó amablemente.

- Si señorita Mary Jean, adelante – le indicó la hermana.

En tan sólo unas horas le entregaron el mensaje a George que cuando lo recibió se quedó sin voz y corrió urgentemente a avisarle a William.

Toc, toc.

- Adelante – pidió William.

- Un mensaje del colegio William – le avisó George.

- ¿Le pasó algo a Candy? Dámelo! - William apresuró a George, abriendo de inmediato el sobre.

Estimado Sr. Andley:

La señorita Candy tuvo una crisis, sólo tiene fiebre alta, le he pedido a las hermanas que nos dejen en la habitación de la señorita por si acaso quiere visitarle.

Se despide de usted, Mary Jean.

- No puede ser, alista mi carruaje parto a Londres y envíale un telegrama a la Tia Elroy - pidió William a George.

- Sí enseguida, joven William – obedeció George.

Memorias de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora