Capítulo XI

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Por muy raro que pareciera oían sollozos en alguna parte de la habitación, la ventana se encontraba cerrada y en una esquina Candy, sin bata de dormir, hecha un ovillo, lloraba con mucho dolor.

- Candy, ¿dónde estás? – observaba tratando de adaptarse a la oscuridad de la habitación.

- Yo no fui Albert, yo no fui, fue una trampa - dijo Candy cuando la Tía recién había llegado a su habitación.

- ¿De qué trampa hablas Candy? – preguntó extrañado William.

- Del caballo de Anthony, Albert, de verdad que no fue mi culpa, tu...tu tía no me va a querer, todos me miran extraño - exaltó una muy atormentada Candy.

- Ven Candy - solicitó un muy angustiado William.

- ¡Albert, Albert! - dijo Candy arrojándose a sus brazos y llorando inconsolablemente.

- Tranquila Candy - la abrazó sin temor y alzó la vista para indicarle a Dorothy que le trajera su bata y una frazada, ya qué estaba temblando.

- Lo siento Albert, no fue mi intención, solo se cayó cuando su caballo pisó la trampa, no quise que pasara esto, de verdad – decía ella con un llanto incontrolable.

- Lo sé mi pequeña, pero nadie te está culpando – decía esto mientras miraba a la señora Elroy.

- Una niña de cabello rojo, si lo hizo y tu tía también - comentó mirándola con los ojos llenos de lágrimas.

Mientras la Tia Elroy lo miraba con los ojos inundados por dos lagrimones que le cubrían ya las pestañas.

- Tranquila princesa, nadie te culpa, sólo debes de tranquilizarte. Dorothy trae un té y Tía ayúdeme a acostarla – pedía William preocupado.

- Enseguida joven William - dijo Dorothy.

- Esa niña me odia, pero yo no tuve la culpa – Candy comenzaba a hipar.

- No, ella no te odia, sólo es un poco mimada - mencionó la Tía Elroy.

- No sabes cuánto lo quería, pero yo no soy una chica normal y me pedían que fuera normal, pero yo no lo soy... - contaba Candy.

- A ¿qué te refieres con una chica normal, Candy? - preguntó William.

- Tú sabes...como ella – dijo señalando a la señora Elroy.

- Jajajaja qué cosas dices, sencilla es como eres tú y a mí me gusta que seas auténtica, lo sabes, ¿verdad? – contestó William.

- Pero a tu tía le gusta cómo es la niña del cabello rojo, pero a mí no, a mi me gustan los animalitos como a ti – comentó Candy.

- ¿Por qué crees que te adopté Candy? - preguntó Albert.

- La tía Elroy abrió los ojos como platos – por fin se había atrevido a confesarle esa parte de su vida.

- No lo sé, no recuerdo por qué lo hiciste, ah ya sé, porque me parezco a Rosemary – le comentó ella

- En parte por eso, pero Candy, tus primos me pidieron que te adoptara y pues me pareció buena idea tu influencia – dijo William ahogando un sollozo.

- Sí...Anthony también me habló de ella, el día que falleció – sorprendiéndolo aún más.

La tía Elroy ya no toleró más confesiones y salió rápidamente de la habitación de Candy, Dorothy venía con el té y la tía Abuela Elroy se encontraba en el pasillo a punto de llorar...de tristeza.

Memorias de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora