Capítulo XVI

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Después de las despedidas e indicaciones por parte del doctor Robson a Mary Jean, ella decidió acompañarlos e ir por más agua fría, ya que la medianoche estaba cerca, era demasiado tarde. Desde un árbol, unos ojos los seguían mientras cuidadosamente bajaba y entraba a la habitación de Candy, tenía el corazón excitado y las manos le sudaban, pronto la vería, por fin la vería. Caminó despacio hacia la cama y cuando la vio se le observaba intranquila, con una mano le tocó la frente, estaba bañada en sudor, al parecer la temperatura se encontraba muy alta, de pronto Candy gritó pidiendo auxilio dándole un susto de muerte.

- ¡Noooooooooo, auxilio ayúdeme! - dijo Candy comenzando a llorar.

No sabía qué hacer, de pronto lo único que se le ocurrió fue taparle la boca, acción que la mente de Candy lo tradujo como el hundimiento del Mauritania y haciendo como si quisiera salvarse, le quitó las manos de su boca y antes de ver lo que realmente sucedía, despertó.

- No, no señor no me ahogué, ¡quiero vivir! – pedía Candy.

- No Candy no lo haré, porque vivirás por mí – susurraba Terry.

- ¡Sálvame, sálvame! – pedía ella.

- Si te salvaré porque tú lo has hecho por mí... - le decía en voz baja Terry.

Al oír esto, sus ojos miraron la cabellera que se encontraba frente a ella para luego observarse en aquellos ojos azules como el mar, igual a esa obscuridad que la envolvió el día en que se hundió el Mauritania, y con todo eso, Candy soltó una lágrima mientras él intentaba retirarse.

- No, no me dejes Terry – pedía Candy.

- No lo haré, mi pequeña pecosa – le dijo Terry.

De un momento a otro Candy emitió una mueca que parecía sonrisa. Terry se acercó mortalmente a su boca y en tan sólo unos segundos decidió probar sus labios, no sin antes decirle:

- Es para que no me olvides.

Sonrió levemente y sus labios tocaron los de Candy, un beso suave y sincero.

- Te he extrañado, mi dulce Candy – dijo al separarse.

- Yo...también Terry – ella asintió.

- Sabes una cosa, no pude dejar de pensar en ti, sabía que eras una niña mimada, pero nunca una Andley.

- ¡Ah sí! Recuerda que aún no sé quién eres tú, Terry – decía Candy con una gran sonrisa.

- Pertenezco a la Sangre Real de Inglaterra – decía él, de pie y en forma gallarda se tomaba la camisa a la altura del pecho mientras que la otra mano la ponía a la altura de la cadera - bueno más bien de Escocia – recalcó sonriendo.

- No bromees – dijo Candy con un pequeño quejido.

- No lo estoy haciendo, mi nombre es...- y cuándo iba a decirlo.

- Terrence Grandchester, ¿qué haces aquí?

- Lo mismo debería preguntarte a ti, Archie – apartándose rápidamente de ella.

Candy no quería soltar su mano, así que Terry decidió quedarse cerca de ella.

- Pues es mi prima, el que no debería estar aquí eres tú, ya que no eres nada suyo – respondió Archie.

- Terry...llama a... Mary Jean. ¡Ayyyy!

- Candy ¿qué sucede? Archie ve por su enfermera – dijo Terry acercándose a ella.

Memorias de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora