Capítulo XX

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Mientras Terry se encontraba en la biblioteca, no podía creerlo, ¡ella lo había besado!, desde cuándo era tan atrevida; sin embargo le había demostrado que era importante y más que Albert, desde el día en que la perdió o al menos eso creía, había soñado con ese momento, pero era más que un sueño, era un sueño que duró hasta ya muy entrada la mañana del siguiente día.

Terry se había levantado y de inmediato corrió a arreglarse, había ordenado el almuerzo y Candy se encontraba con Albert, Dorothy y Mary Jean en la sala de té.

- Buenas días, espero que estén siendo bien atendidos – preguntó el anfitrión a todos los presentes.

- Sí gracias joven Grandchester, le agradecemos su hospitalidad – agradeció Albert amablemente.

- No hay por qué agradecer, es un gusto tenerlos aquí – respondió él dirigiendo una burlona sonrisa hacia Albert y una linda para Candy.

- Le informamos que hoy por la tarde el señor Andley mandará por nosotros - le informó Albert a él.

- Bueno pero podré visitar a la enferma en los días de su convalecencia, ¿no es cierto? – fue la pregunta dirigida hacia Albert por parte de Terry.

- Por supuesto, pero Terrence no estoy enferma – aclaró ella.

- Princesa si lo estás y no me refiero al pie, debo cuidarte – le recordó el rubio.

- Si claro, pero no tanto Albert – Candy le hizo una advertencia con la mirada.

- Bueno no tanto, por el momento veremos que todo esté en su sitio – Albert entendió que ella quería hablar con Terry a solas, así que le pidió a Dorothy que le acompañase.

- Por supuesto, con su permiso mi lord, señorita – Dorothy se disculpó y ambos comenzaron a retirarse.

- ¡Hola pecosa! ¿Cómo amaneciste? – le preguntó él corriendo y arrodillándose a su encuentro.

- Mejor gracias, ¿y tú, cómo dormiste? – le devolvió la pregunta.

- Mejor que los ángeles, sabes...soñé con uno – le confesó abiertamente.

- Ah! ¿de verdad y cómo era? – preguntaba ella coqueta.

- Así como tú, igualita, era tan linda que en realidad te quiero hacer una pregunta – le sonrió por unos segundos.

- ¿Cuál? – preguntaba ella divertida.

Albert en realidad no los había dejado solos, simplemente se apartó de ellos para que pudieran hablar.

- Pues quiero pedir permiso al señor Andley para pretenderte – le dijo muy serio aprovechando que Albert estaba en la habitación.

- ¡Terry! Esto es una sorpresa– le dijo Candy.

- Sí, lo es bastante princesa. Creo que el joven Grandchester debe pensarlo mejor – recomendó un divertido Albert.

- Creo que a usted no debe importarle si ella acepta o no – le respondió él furioso.

- Quizás no, pero debe tomar en cuenta que no toda su vida la recuerda. Candy la decisión es tuya, sabes que el señor Andley te apoyará, pero deben considerar que no será fácil puesto que él no está siempre contigo – Albert le informó a ellos haciendo caer a Terry en el juego entre Candy y Albert, pues nadie debía saber la verdadera identidad de Albert.

- Pero puedo estarlo – argumento él.

- Joven Grandchester seguro que podrá con todo esto, no debe olvidar que hasta ahora me he convertido en la única persona en la que confía plenamente – desafiándolo y preparando el terreno para su plan.

Memorias de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora