Capítulo XXIV

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Las pruebas con la modista parecieron eternas, Candy no disfrutaba de escoger vestidos, era algo que de hecho la frustraba, después de veinte pruebas se había decidido por un modelo, aunque algo atrevido para la época, era la clase de vestido que nunca en su vida hubiese soñado, si al menos recordara su pasado, se imaginaba que eso podría decirlo.

El vestido era estilizado, con aplicaciones bordadas a lo largo de él, escotado al frente y en la parte trasera, con manga estilizada tres cuartos y de campana a la altura del codo, hecha de organza de seda bordada en color crudo, ceñido hasta por debajo de la cadera y de ahí la falda se extendía en línea A. Las aplicaciones bordadas eran amplias, el torso iba adornado de lianas de flores hasta antes de las rodillas en la parte delantera mientras que en la trasera estas se encontraban más largas denotando así el largo de la cola, el velo era pequeño e iba a ser adornado con una tiara, el cual era un obsequio de Albert.

Cuando hubo terminado la encargada le avisó que tenía preparada la ropa para que dispusiera de ella y le diera el visto bueno, realmente no sabía a ciencia cierta lo que iban a mostrarle hasta que llegó a una salita contigua donde sobre una mesita se encontraban esas prendas. Candy se estremeció al ver que aquellas prendas eran diminutas, si aún así el vestido era demasiado atrevido con el corsé, las prendas que tenía al frente lo eran más, ella se había sonrojado al verlas y cuando comenzó a darse la vuelta, Madame Lenoire la tomó del brazo para ayudarla y hacerle pasajero este momento.

- Señorita Andley, espere – le pidió Madame Lenoire.

- Llámeme Candy, madame... - le preguntó por su nombre.

- Lenoire, pero llámeme Úrsula – pidió ella.

- Úrsula, ¿se supone que debo ponerme esto? – le preguntó ella muy apenada, alzando la prenda sin mirarla siquiera.

- Por supuesto señorita, este por ejemplo, puede ser para su noche de bodas – le sugirió Úrsula sonriendo un poco por la falta de experiencia de ella.

- Pero ¿no cree que con esto me resfriaré? – exclamó ella ahogando un ruido parecido a suspiro.

- Bueno señorita, lo que menos le dará a usted en su noche de bodas será frío, quizás usted no esté familiarizada con esas sensaciones, pero su esposo se encargará de ello, no se preocupe – la tranquilizó un poco.

- Y qué se supone que debo de hacer en "esa noche" – le preguntó ella, sinceramente.

- Venga mi niña, creo que debemos sentarnos a hablar de ello, primero ¿usted ama a su novio? – le preguntó Úrsula tratando de calmarla.

- Por supuesto, fue amor a primera vista – le explicó ella.

- Me alegra escuchar eso y ¿confía en él? – repreguntó nuevamente.

- Por supuesto que confío en él – respondió ella.

- Pues entonces todo saldrá bien, no debe tener miedo, cuando una señorita esta próxima a casarse los nervios son nuestros primeros enemigos, el estrés que estos provocan hacen mella en nuestras cabezas, es por ello que alguna de nosotras, es decir, las damas que están ya casadas debemos instruir a las que están próximas a casarse. La señora Elroy habló conmigo para que le ayudase en esa noble tarea, trataré de aclararle todas sus dudas cualesquiera que éstas sean. Su esposo supongo que ya se sabe todo el proceso, así que usted debe disfrutar de los nervios del casamiento, pero también de la felicidad durante la recepción y la tan famosa noche de bodas, recuerde que esa será su primera noche, pero después habrá muchas más de esas, no se preocupe las adorará. Esa noche, él se llevará algo más que su virtud mi niña, conocerá los placeres carnales que disfrutamos las que ya estamos casadas y usted conocerá la intensidad de su amor. El acto físico es parte de ello, explorarán y besarán cada parte de su cuerpo y así demostrarán cuánto es que se conocen – le explicó serenamente Úrsula.

Memorias de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora