Capítulo 1. Mi muy querido primo.

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  —¡Su Majestad! —Entró un delgado goblin de alta estatura en busca de su rey—. ¡Sir! —Semejaba tener prisa.

  —¿Qué sucede, Brisky? Por tu estado pareciera que, otra vez, los niños y los goblins más pequeños se hicieron del vestuario.

  —No, Su Majestad, es que vengo a advertirle que tiene visita. Y le aconsejaría que se prepare, ya que... —Brisky fue acallado por el estruendo del abrir de las puertas.

  Un agitado joven, sin protocolo alguno, se quedó allí parado tras su imprevisto ingreso. Unos pasos detrás de él, una muchachita de trece años con sus bellas facciones casi tan ansiosas como las de su hermano y obviamente molesta por los modos de este.

  —¡Eres un bruto! —Alin exclamó, ahora toda una jovencita coqueta y femenina y, sin embargo, aún en ella había algo de chiquilla—. ¡Cuando papá llegue...!

  —Si le cuentas, la próxima vez, te pondré los caracoles en la boca, en vez de en tu cabeza. —El muchacho le sonrió con maldad. Sabía que no iría con el chisme con semejante amenaza. Siempre resultaba el truco de los caracoles. Alin lo fulminó. La contienda de gestos contrapuestos entre ambos se dio por terminada ante el carraspeo del mayordomo goblin, por lo que ambos adolescentes observaron hacia el soberano.

  —¡Jareth! ¡Primo! —Ambos fueron corriendo hacia él; claro que Conrad llegó antes que su hermana, tal parecía competían por su cariño y, sin preámbulo, el joven se le arrojó encima haciéndolo caer al suelo junto con él. El rey, lejos de enfadarse, se echó a reír ante el suspiro de resignación de Brisky.

  —¡Tonto! ¡Quítate que le haces daño! ¡Él es el rey, no un amigote tuyo! —La muchacha tironeó de su hermano hasta conseguir liberar a Jareth. Y  entonces, ella se arrojó sobre él—. ¡Te amo, Jareth! ¡Te extraño! —confesó abrazándolo cariñosa y posesiva.

  —¡Sí, Jareth! ¡Debes venir más seguido o nos veremos obligados a venir a por ti! —Conrad apoyó las palabras de su hermana menor, sus brazos cruzados desde su relajada posición.

  —Bueno, primos... —dijo una vez que pudo recuperar el aire. Él ya estaba acostumbrado a que sus impulsivos primos le tirasen al suelo con sus "demostraciones de afecto"—, ya saben que no es que yo no desee hacerlo. Sólo que hay mucho por hacer.

  —Sí, sí, sí —Conrad se sentó moviendo la mano en el aire con desdén hacia las palabras—; toda la cosa de que eres un rey y demás. ¡Mejor ven a jugar bromas conmigo! ¡Te pasas mucho tiempo aquí en tu castillo! —reclamaba, en tanto, Alin seguía prendida de su primo que, , porel momento, tenía sólo para ella.

  —Ya eres bastante mayor como para comprender, Conrad. Ya tienes dieciséis años, eso sería unos...

  —Cuatrocientos once años mortales... —El chico terminó la frase con fastidio—. Ya bastante tengo con ese antiguo tutor tuyo regañándome como para que, ahora, tú también lo hagas. ¿Por qué todo el mundo se vuelve tan aburrido cuando llega a los cuatrocientos sesenta y dos?

  —Pues, por que a esa edad ya eres adulto. A ti también te llegara el momento de madurar. —El Rey Goblin observó a su prima aferrada aún a él. Era una criatura maravillosa y extraña; de repente, podía ser una niña pequeña, como ahora, o una firme y gran madraza que se ocupaba de uno cuando caía enfermo.

  —¡Nunca! —juró fehacientemente el muchacho.

  —Claro que no, por que eres tonto —Alin murmuró y le mostró la lengua. Conrad entrecerró sus grises ojos; ya se vengaría más tarde.

  —¿Su Majestad? ¿Otra vez fue atacado por estos dos vándalos? —inquirió un hombre desde la entrada.

  —Así parece, tío. —Rió por lo bajo y besó la cabeza de su prima e hizo señal para que se incorporasen. Mas, la chica parecía no estar dispuesta a desprenderse de él.

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora