Capítulo 33. Para diversión de Su Majestad.

160 9 108
                                    

   Jareth dejó una misión a las hadas, en parte, para que no le molestasen, en parte, porque eran útiles para estos menesteres, acercarse lo más posible para saber por dónde estaban las águilas y si ya se habían asentado. Mientras tanto, decidió volver a detenerse para descansar. La carreta había sido ya reparada por lo que, por fortuna, no perdieron más tiempo del que supuso. Trató de conjurar nuevamente un cristal y, si bien se formaba como de costumbre, no podía dirigir hacia dónde deseaba ver o a quién. Terminó con la imagen de un chiquero en Goblin City y suspiró. No había caso. ¿Qué o quién estaba haciendo esto con sus poderes? Deshizo el orbe y observó a los dos prisioneros sentados frente a él.

   —Muy bien... ¿Quién será el primero? —cuestionó ante los dos jóvenes frente a él.

   —¿El primero en qué? —Devis le cuestionó sin mostrar temor o respeto alguno.

   —En satisfacerme. —Sonrió con villanía—. No olvides lo que te he dicho antes, principito.

   —No lo olvido en absoluto, Su Majestad. Pero... solo dudo que sus hombres y goblins, luego, le vean de igual manera —respondió con tanta astucia y maleficencia como el otro. Liroye miraba a Devis y trataba de relajarse, temiendo por su integridad y... virtud.

   —Siempre seré su rey —señaló con una ceja en alto y soberbia—. ¿Crees que somos... aparentemente tan... estrictos como en tu reino? En Labyrinth hay de todo, mi bello aguilucho... Y ni hablar de cuando hacemos grandes y selectos ballrooms... —Sonrió con sorna—. Y nunca es tarde para probar nuevas experiencias...

   —No le creo, "Su Majestad". —Jareth se incorporó yendo lentamente hacia ellos; Devis se mantenía desafiante; Liroye expectante y con su mirada más que inquieta. El rey se detuvo frente a ambos, viendo al príncipe.

   —¿Todavía te atreves a desafiarme? —Su voz era oscura y daba escalofríos al más joven de las águilas—. No tienes idea de cuán cruel puedo ser, si así me lo propongo, ¿verdad? Temo que deberé demostrártelo... —Les dio la espalda—. ¡Guardias! —indicó a sus dos custodios personales—. Traigan al muchacho a mi carruaje. —Los dos feys fueron a por Devis y lo sujetaron de los brazos ante los nervios del otro y el forcejeo del mismo.

   —¡N-no! ¡N-no, por favor, Su Majes...! —clamaba el mestizo.

   —¡No ese! —aclaró el rey. Giró y vio a Devis con maldad—. El otro. —Devis quedó abrumado. Los guerreros soltaron con brusquedad al aguileño y fueron hacia Liroye—. Hay que ir probando gusto de a poco, ¿no crees? —insinuó viendo cómo este se incorporaba luchando con las ataduras de sus muñecas y su incómoda posición.

   —¿Devis? —Liroye le vio con temor al sentirse elevado de los brazos por los dos guardias. Devis apretó los dientes con impotencia, ahora, que consiguió ponerse de rodillas. ¡Maldito Rey Goblin! ¡Maldito búho!—. ¡No quiero...! —Trató de soltarse sin suerte, de quienes lo seguían transportando—. ¡Déjenme...! —clamó lloroso—. ¡No quiero esto!

   —¿Por qué? —Devis observó a Jareth con odio e impotencia.

   —Habla.

   —¡No puedo! —clamó con rabia—. ¡Dije que no diré ni una palabra hasta el encuentro con mi soberano!

   —Entonces, él sufrirá las consecuencias de tu tozudez. ¿No te importa? Sé que el chico es tan puro como cualquier pequeña avecilla inocente. ¿Pero... para qué estamos, nosotros, aves rapaces, sino para comer pequeños pajarillos alegres y cantores? Tienes tiempo suficiente para pensar en qué harás, en tanto... iré preparando a mi pequeña presa... Con permiso. —Comenzó a direccionarse hacia donde llevaban al otro y le dejó allí, donde otros guerreros goblins le detuvieron con sus lanzas cruzadas frente a él, cuando quiso incorporarse a por el monarca.

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora