Capítulo 39. Emociones en el viento.

137 11 30
                                    

   El viento soplaba con fuerza y el frío venía del rincón más gélido del Underground, con lo que se hacía sentir, incluso para el clan de las águilas, quienes soportaban mucho mejor que los otros feys y seres, la helada. Excepto los sylphs, ellos disfrutaban tanto de las brisas como de las fuertes tempestades y, allí andaba Royce con algunos más de los suyos, divirtiéndose por los aires. En la tienda de Kaden, este se puso su abrigo de cuero y piel y puso un par de sus gorras de piel para las fairies, que no podían evitar tiritar.

   —¡Ay... —Daisy protestó furiosa ante la juerga de algunos sylphs  que disfrutaban montando las ráfagas— esos chicos tontos...! ¿Qué no duermen en su reino? —espetó malhumorada y se sonrojó cuando Kaden la observó con recreación—. Eh... ¡Perdón...! —Se hundió más entre la piel junto a las otras.

   —No... Tienes razón. Se están pasando de jaleo esos jovencitos. Yo debo reunirme con mis oficiales y, quién sabe si duerma esta noche, pero, les daré alguna tarea para que moderen su jolgorio. —Se aproximó a ellas—. ¿Las pieles no son suficientes? —indagó al ver que incluso con eso parecían temblar.

   —En... Labyrinth... no llega este frío... —Pansy expuso—. Al menos... ¡brr...! No dentro ni en las afueras del mismo.

   —Ya veo... —Acarició su viril barbilla pensando en qué solución hallar. Temía que perecieren congeladas—. Mandaré a unos expertos en estos casos. —Les sonrió y las arropó más con lo que ya les había otorgado antes de retirarse.

   —Ah... Ese sí que es un hombre atento que sabe cómo conquistar a una chica... —Daisy suspiró junto a otras. Pansy suspiró a su vez, pero, por lo necia que era su reina.

   —Reina Daisy, para él somos bichitos... como este que nos trajo. —Señaló a la mariquita que parecía haberse aquerenciado a ella.

   —Sh... —Fue todo lo que la soberana respondió con un dedo sobre sus labios. Pansy elevó los ojos al cielo.

   Rato más tarde, tuvieron una "indeseada compañía", según los dichos de la reina, el mismo grupo de sylphs que había estado divirtiéndose hasta hacía unos minutos, ingresó haciendo casi tanta bulla como habían hecho afuera.

   —¡Eso estuvo genial, Royce! —comentó un albino de cabellos superando los hombros.

   —¡Sí, que lo estuvo! ¡Esas corrientes eran de lo mejor! —el rey sylph respondió, su melena sujeta en una coleta.

   —Mi señor... chicos... bajen la voz... —Coyne, el único con el cabello corto, pedía misericordia, pues, ya el rey águila les había solicitado algo de compostura y, a él le había encargado vigilar al grupo, durante su reunión.

   —¡A que esa ventolera que monté era la más rápida! —se jactó otro rubio de cabello largo hasta los omóplatos.

   —¡Pff...! ¡En tus sueños! —Royce gesticuló poco aristocráticamente, mientras, el buen Coyne ya se estaba tomando de la cabeza. ¿Cuidar a estos críos? ¡Santo cielo! ¿Desde cuándo se había entrenado de niñera? Y lo mismo debía pensar el refuerzo que Patrick, su coronel, escogió para ayudarle, otro joven, pero, de su edad, más aguerrido y serio que el resto. Pues, entre los sylphs, eran pocos los guerreros, pues no todos tenían con qué hacer frente a colosos como las águilas, y abundaban los espías, que era lo que mejor sabían hacer.

   —¡Oye, tú, cara de babaza, estamos tratando de dormir con este frío como para también oír tus sandeces! —Daisy se paró de golpe sorprendiendo al resto, completamente en pie de guerra, piernas separadas, puños preparados a los lados.

   —¡Daisy...! —Pansy y otras le nombraron alarmadas, rogando por compostura ante sujetos que, simplemente, podían aplastarlas con sus manos. Royce rió al verla tan decidida a enfrentarle.

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora