Capítulo 49. No solo el Rey Goblin puede ser cruel...

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   Erwin estaba jugando con sus poderes, haciendo esto y aquello por el laberinto, como quien se emociona de poder manejar algo que nunca antes había hecho. Algunos, creían que le estaba tomando el gusto a tener el mando y consigo, el dominio del Underground  y conjeturaban que, quizá, el poder lo corrompiera, como a la mayoría de quienes llegan a sentarse en algún lugar más alto que el resto.

  Por dentro, Lord Hubert estallaba de odio y envidia. ¿Por qué no había eliminado al tonto muchachito en el momento que él había sido regente? ¡A ambos, tanto el tío como el sobrino eran una molestia! ¡Y todo porque no quiso levantar sospecha en aquel entonces! ¡Si hubiera sabido que esto pasaría... los hubiera ahorcado con sus propias manos apenas nacidos! ¡Y, ahora, ese hipócrita de Erwin jugando con lo que le debía haber pertenecido! ¡Manoseando el poder como un loco o un tonto! ¡Hasta le daba dolor de cabeza de tanto tratar saber qué estaba haciendo! Gruñendo y maldiciendo, salió furioso de su alcoba y a los gritos exigió un medicamento para el malestar a uno de los goblins.

   —¡Enseguida, Lord Hubert...! —El goblin salió corriendo directo a la sala del trono sin que Lord Hubert se percatara de ello—. ¡Su Majestad, ahora! —Erwin levantó la vista sin dejar de manejar las decenas de orbes con las que estaba controlándolo todo y con una maquiavélica sonrisa, creó cinco más a la vez, lejos de allí, su tío se agarraba la cabeza adolorido, en tanto, un grupo de soldados goblins desapareció y apareció más próximo a su destino.

   —Llévale su medicamento. —Con una de sus manos le arrojó una esfera que se convirtió en un pequeño frasco—. Date prisa. No queremos que, a su edad, sufra de una terrible jaqueca... —semejó inquietarse con sátira que fue correspondida de igual modo.

   —¡A sus órdenes, Su Majestad! —Partió riendo con tanta premura para completar su misión.


   —¡Jajajajajajaja! ¡Lo consiguió! —clamó un goblin al notarse transportado de un lugar a otro, ahora, a día y medio del punto de encuentro.

   —¡Pues, claro! ¿Acaso, dudabas de nuestro buen príncipe?

   —¡Por supuesto que no! Pero, teniendo tanta hiena al acecho, pues, no debe haber sido fácil.

   —Tampoco era fácil cuando hacía sus travesuras, pero, siempre estuvimos allí para darle una manito.

   —Cierto —el resto afirmó risueño.

   —¿Recuerdan, cuando, aún niño, llenó los zapatos a su padre de aquella baba de bestia peluda? —Otro hizo memoria y carcajeó con ganas.

   —¡Ah...! ¡Los viejos tiempos! ¡Nuestro príncipe siempre fue muy activo!

   —Me temo que su hijo le gana.

   —Bueno... eso sí, puede ser. Pero, a la edad de él, ya nuestro príncipe estaba siendo más disciplinado, cosa que, tal parece, en el joven no existe tal intención.

   —De todos modos, es un muchacho excelente.

   —¡Sí, excelente! ¡Genial! —concordaron otros chocando los cinco y palmeándose, y siguieron caminando sin detenerse.

   —No se parece en nada a su hermano ni a su tío.

   —No, claro que no. Sale a su tatarabuelo. ¡Qué época de gloria!

   —Pues, esta se le parece bastante. Hasta que nuestro Rey Jareth no tomó la corona en sus manos con la tutela de Erwin, Labyrinth estaba casi en ruinas.

   —Triste, pero, verdad.

   —¡Larga vida al Rey Goblin! —Uno sacó su espada y los otros se le unieron apoyando las propias sobre esta, coreando la frase.

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora