Capítulo 36. Distintos acuerdos.

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   —¡Te lo vuelvo a repetir, Pansy, me niego rotundamente a hacer eso! —Daisy anunció con firmeza—. ¡En ningún sitio nos han tratado mejor que aquí! —Pansy le vio descreída y molesta.

   —¿De verdad? ¿Encerradas en una jaula; espiando nuestras bragas; decidiendo si seremos las mascotas reales o de alguien más?

   —¿Jaula? ¡Esto no es una jaula! —espetó ofendida—. ¡Es un palacio! —Se lanzó a un tobogán y de allí saltó a una hamaca. Pansy llevó sus puños a sus caderas.

   —¿No se da cuenta de que ese hombre jamás se fijará en usted, al igual que el Rey Goblin? ¡Nosotras somos diferentes a ellos, jamás podrían vernos con los ojos que usted pretende, Su Majestad!

   —¡Eso no es verdad! ¡Yo le gusto a Kaden! El único insoportable es ese... chico Roy, Royce; Roña o como se llame. ¡Ese sí que me ha hecho enfadar! —Recordó el momento en que espió bajo sus faldas y las cosas que había dicho sobre ella.

   —¡Pues, es gracioso! ¡Se le asemeja bastante! —apuntó la embajadora, con lo que el resto de las hadas se quedaron anonadadas ante el atrevimiento y se llevaron sus manos a los labios. Daisy la vio con inquina.

   —¿Así que, eso piensas?

   —¡Sí, eso pienso! ¡Son tal para cual! —Le dio la espalda, cruzándose de brazos. Alguien, en algún momento, debía decírselo y ya que ella era su embajadora y consejera... No pudo seguir pensando porque Daisy se le vino encima cayendo ambas al piso de la celda.


   El carruaje era sacudido bajo los pies del Rey Goblin, en tanto, Liroye no daba crédito a sus ojos ni bien se percató de su entrada al mismo. ¿Por qué estas cosas debían pasarle a él? ¿Había sido tan malo ser como era a lo largo de su vida? Pero, él lo supo ni bien lo había visto tras que le picoteara con esa rama para que despertase cuando los capturaron, estaba loco y en el fondo era un chiquillo gritando porque le presten atención.

   —¡Ah...! —Liroye exclamó cayendo sobre el asiento—. ¡Pero, basta! ¿Qué hace?

   —¡Vamos, mi frágil flor! ¡No reniegues de lo que te divierte! —El movimiento arriba y abajo no cesaba.

   —¡Ya basta de hacer eso! ¡Ah...! —Dio un alarido cual fémina a la que le sorprende algo. Sus manos fueron sujetas y le obligaron también a ponerse de pie de un tirón, con las rodillas flexionadas ya que, ninguno podía ponerse erigirse por completo allí dentro—. ¡No...!

   —¡Oh, sí...! —Jareth gritó con más énfasis en su voz—. ¡Hazlo!

  —¡No quiero, esto... es demasiado!

   —¡Hazlo, mi golondrina! ¿O prefieres lo otro? —Liroye agrandó sus ojos con espanto. Y sin dudarlo más, obedeció y se puso a brincar también.

   —¿A-así... está bien? —A los locos había que seguirles la corriente.

   —¡Oh... sí...! —clamó como si eso le diera un gran placer—. ¡Así, sí...! ¡Perfecto...! ¡Uhu...! —Ante el contento, Liroye, por si acaso, comenzó a saltar con más vigor. Cualquier cosa con que se calmara, no lo emborrachara y le dejara en paz—. ¡Eso es... mi palomita... vuela más alto...! —pronunció con maldad.

   Liroye, por un momento creyó oír su nombre, pero, era imposible, por lo que siguió saltando con el rey. ¿Quién iba a llamarlo desde fuera? Devis seguro estaba lejos, atado hasta la cabeza para que no escapase, lo habían subestimado en cuanto a su poder físico y él ya lo había demostrado. ¿El por qué no lo había hecho antes soportando esos golpes y castigos? Pues, la verdad es que para las águilas eso no era nada, sus entrenamientos eran más que rigurosos y terribles en comparación a los de otros reinos, el clima en las montañas era hostil, así como podían ser ellos si no les conocías o si no les simpatizabas.

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora