Capítulo 26. ¿Puedo confiar en ti?

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   Gontran, despertándose de a ratos ante el más leve ruido, desde su sentada posición observaba a la muchachita descansar en la improvisada cama que le había hecho. Parecía dormir pacíficamente, pensó. Por un lado era mejor, así estaría más preparada para el largo trecho que les esperaba sin descanso en lo posible. Cerró los ojos un instante. En la milicia y especialmente en las guerras, había aprendido a descansar sin llegar a pernoctar y estar alerta al entorno. De repente, la oyó quejarse, parecía estar soñando y su balbuceo era inentendible. La siguiente vez que elevó sus párpados, fue ante un grito de la jovencita que, sonámbula, pretendía escapar hacia la salida.

   —¡No, no! —gritaba desesperada—. ¡Quiero ver a mi padre! ¡Socorro! —Gontran se incorporó y la atajó para que no saliera de la cueva, como ella seguía con sus gritos, la abrazó y silenció suavemente acariciando su sucia y despeinada cabeza—. ¡Déjeme, Graham, le diré a mi hermano que le ponga babosas en la cabeza! —Aquella amenaza-castigo hizo elevar una ceja al hombre. ¿Babosas en la cabeza? Se cuestionaba qué tendrían en la misma estos búhos, si eso era un terrible castigo, al menos, según esta chiquilla.

   —¡Sh...! Tranquila, pequeña. Nadie te hará daño. Estarás bien, ya estarás en casa. —La última palabra y el aproximar su oído a su varonil pecho, pareció tener cierto efecto sedante porque, de inmediato, entre lloriqueos, la muchacha dejó de luchar y se relajó quedando reclinada sobre él—. Genial... —murmuró para sí viéndola recaída sobre su torso—. Justo lo que necesitaba, que pienses que soy tu almohada o algo... —Suspiró y la cargó con cuidado en sus brazos, acomodándola de nuevo en la litera de hierbas secas—. Descansa todo cuanto puedas, princesa... Si la suerte nos acompaña, estaremos a salvo. —Suspiró con pesar analizando todo lo que estaba en juego y en sus manos; la seguridad de esta niña consentida; la posibilidad de una guerra y el destino de dos reinos y, en consecuencia, de todo el Underground.



   En el cielo, seis águilas surcaban el cielo con prisa y desesperación... Bueno, al menos tres de ellas lo hacían, las otras tres parecían estar más de paseo que en búsqueda y, por supuesto, no acotaron nada sobre el par de huellas que habían visto cerca del hoyo donde había estado la cautiva, hasta que alguno de los otros lo descubriera por sí mismos, lo cual sucedió. Aun así, ni un rastro de la mocosa, el mismo se había perdido a pocos pasos del pozo que luego se confundió con las propias pisadas, producto del mismo rastreo; la mayoría causadas por James y Craig y los mismos hombres de Graham a los cuales les motivaban con más nerviosismo inventando todo lo que Marlon podría hacerles de no traer de regreso a la joven con vida. Entonces, recurrieron a lo que mejor podía hacer, convertirse en águilas y usar su exclusiva visión para la caza antes de que empezara a oscurecer. El sol no hacía mucho había comenzado a asomarse y ellos tenían un gran campo de visión y otro por recorrer. 

   De repente, una de ellas observó hacia el suelo y comenzó a descender en picada y, tras verse, dos más le siguieron de cerca. Las otras tres fueron hacia otro punto más adelante.



   —¿Ya despertaste? —cuestionó Gontran en la misma posición que antes, al verla sentarse sobresaltada.

   —¿Dónde...? —Por un instante, pareció olvidar lo sucedido hasta el momento, seguro a causa de la pesadilla—. Yo... sí.

   —Entonces, pongámonos en marcha todavía que es de mañana. —Se direccionó a la salida y ella tardó un poco más en surgir.

   —Ah... —se quedó analizando cómo llamarle, no quería tratarlo como príncipe, tampoco con la confianza que se le da a un amigo o a un familiar—. Este... señor...

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora