Capítulo 20. Rehenes.

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   —¿Y bien niña obstinada? ¿Pretendes seguir en ese oscuro pozo?

   —¡S-sí! ¡Prefiero estar aquí! —respondió con poco convencimiento y con la garganta algo seca. La comida era casi nada por más que aquellos hombres de Devis le trajeran lo que pudieren y ni hablar del líquido y mucho menos de la higiene. A veces hasta le daba náuseas sentir el olor de sus propias evacuaciones y el sólo pensarlo le daba ganas de llorar, porque ni siquiera algo tan simple como eso podía hacer tranquila, siempre con el temor de que alguien viniera en un momento inoportuno como ese.

   —¿Te das cuenta que si sigues así morirás? —continuó uno de los secuaces de Graham—. Si accedes a nuestros requisitos, podrás higienizarte, dormir en una cómoda cama y alimentarte como corresponde... No más suciedad, no más hambre, ni frío... —Alin se mordió los labios, ella... en verdad quería salir de ese asqueroso agujero... El silencio incomodó a los hombres de Devis que tragaron saliva y se vieron entre sí los corazones palpitantes, ¿por qué demoraba en responder esa pequeña? ¿Acaso ya se había rendido pese a los esfuerzos de ellos?

   —Yo... —se oyó la voz con timidez y Graham ya estaba relamiéndose los labios—. Yo... ¡estoy bien aquí! ¡Gracias! —clamó porfiada sin poder creer ella misma de dónde sacaba esa fortaleza. Mitch y los otros dos sonrieron por lo bajo y descendieron sus miradas para luego, mostrarse tan frustrados como el resto. Graham gruñó y maldijo y tras patear un terruño hacia el interior de hoyo se direccionó a la cabaña cruzando al resto de los hombres.

   —¡Y nada de alimentos desde ahora! ¡Ni una hogaza de pan! —ordenó.

   —¡Pero... morirá! —le recordó James—. ¿Podemos tomar esa decisión sin consultar a Marlon?

   —¡Al diablo con él! ¡Si se muere mala suerte! ¡A nadie le importa de todas formas! ¡Cuando esté lo suficiente débil la sacaremos de allí y ya no podrá usar sus trucos mágicos! —Se perdió dentro de la cabaña. Mitch observó a sus compañeros.

   —Bueno... ya oyeron —habló con seriedad.

   —Sí, sí. Oímos —Craig confirmó—. ¿A ti te ha quedado claro, James?

   —Más que claro. —Sonrió con descaro. Sí, esto sólo se pondría más interesante y peliagudo para ellos también.



   El rostro de Liroye era picoteado constantemente con un palillo en su mejilla. ¿Quién diablos no le dejaba de molestar? Devis podía ser tonto, a veces, pero, no molestaría su descanso... ¡Y su cabeza, por todos los cielos! ¡La sentía como si se hubiera bebido un barril entero de alcohol! Sus gestos se arrugaban cada vez que la pequeña rama volvía a insistir. Hasta que sacudió su faz y abrió sus ojos indignado. Fue entonces cuando oyó esas fastidiosas risitas de goblins, los cuales eran sus torturadores, y vio al bello fey rubio frente a él observándolo con sorna.

   —¿Ya has despertado, bella durmiente? Ha sido difícil sacarte del sueño y ninguno de nosotros pensaba besarte. —Su mofa hizo que el resto del ejército se riera y Liroye casi muere de angustia al notar en manos de quiénes habían caído—. ¿Cómo pudieron pensar que escaparían de nosotros por la noche?

   —¿Dó...? —Se quejó queriendo elevar su cabeza y advirtió que sus manos estaban atadas hacia adelante—. ¿Dónde está él?

   —¿Quién? —indagó con diversión—. Supongo que te refieres a tu príncipe azul... —Más risas—. Él está divirtiéndose un poco con mis hombres...

   —¡No! —Se elevó de improviso apretando sus ojos por el dolor—. ¡Por favor, él está muy malherido!

   —¿Por quién? Quizás lo merecía...

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora