Capítulo 23. Nada es seguro.

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   Alin espió por encima de su cabeza. Hacía casi una hora que él la había cargado y no se había detenido para nada. Tampoco le había vuelto a hablar y ella, entre el susto, la sorpresa y su debilidad, no había buscado entablar diálogo alguno con él, quedándose echa un ovillo, como una niña pequeña a la que cargaban por quedarse dormida hasta su cuarto. Tan sólo podía distinguir una porción de su masculina barbilla con un hoyuelo en el centro, cuya crecida barba se empeñaba en oscurecer más. Se sonrojó pensando en qué pensaría de su comportamiento infantil, fuera quien fuera y tuviera las intenciones que tuviera y con esto en mente, pensativa, se llevó un puño a los labios. Su primo y su hermano tenían un leve hueco, pero, no tan pronunciado, y en su padre era casi inexistente...

   Aquel movimiento hizo que el hombre prestara atención al bulto que hasta ahora no había siquiera considerado en analizar, puesto que estaba concentrado en el camino en medio de la noche y que hasta el momento, no había dado muestras de tener mucha actividad.

   —Pronto llegaremos donde los corceles. Será más fácil huir. —Le pareció que ella había temblado un poco—. Si tienes frío, toléralo un poco más, no podemos arriesgarnos con fogatas ni nada parecido. —Ella pestañeó pensando en que le diría algo más amable, como que iba a darle un abrigo o algo así. Prefirió no contradecirle y aprovechar el calor que emanaba de él, y se acurrucó más, sujetándose de la prenda que el sujeto llevaba puesta. Gontran le volvió a estudiar con una ceja levantada. ¿Desde cuándo se había convertido en una niñera? Suspiró y siguió andando, tratando de no tropezar ni chocar con nada. Sus ojos eran buenos, pero, lo eran más durante el día. Tras unos cuántos minutos más, el descanso de Alin fue interrumpido por el descenso de sus piernas—. Quédate aquí —indicó dejándola junto a un gran árbol para seguir rumbo, cuando sintió que aquellas frágiles manos le sujetaron de su muñeca—. Ya regreso. Iré por los caballos y veré que todo esté en orden. No es seguro si vienes conmigo.

   —¿Yo... puedo... seguirle? —logró pronunciar con voz entrecortada.

   —No —le habló con obviedad.

   —¿Por favor...? —Se encontraba al borde del llanto—. No quiero estar sola... —Hizo algo similar a un puchero, haciendo que el hombre se llevara la mano libre a la frente con pesadez. Era más que obvio que su paciencia tenía cierto límite.

   —¿Me escuchaste que no es seguro si vienes conmigo a por ellos?

   —¡S-sí...! ¡Pero... no importa...! —Se largó a llorar. Gontran la curioseó con un ojo por entre sus dedos.

   —¿Por qué a mí...? —rezongó dejando escapar un suspiro, momento en que su llanto se acrecentó y le liberó como rendida. Aquello pareció darle pena al aguileño—. Oye... —Con suavidad le hizo elevar la barbilla con uno de sus dedos—. Vamos, no llores... Estaremos bien... Hemos escapado de donde nos tenían. —Ella hipó tratando de recomponerse.

   —¿De... dónde nos... tenían? —Tragó saliva para volver a aspirar—. ¿También... a usted...?

   —Sí. En otro lugar. Pero, me enteré de que estabas aquí y vine por ti. Por eso, confía en mí.

   —Pero... no sé quién es... —semejó rogarle que le entendiera.

   —Mi nombre es Gontran. —Aguardó a que ella lo asimilara, pero, tal parecía ni siquiera sabía lo que eso significaba. Carraspeó—. Príncipe de las High Mountains. —Sólo podía ver esos ojos cual cachorro desamparado en medio de un rostro de tez oscura, para un búho, viéndolo con menos comprensión que antes—. ¿Rey Kaden? —siguió intentando sin fruto alguno—. ¿Águilas? —Ella hizo un mohín que le dio a entender que nada que le dijese haría que ella lo reconociera, aun así, probó una vez más—. ¿El enemigo más notorio de tu reino? —Automáticamente ella llevó sus dos manos para cubrirse la boca con espanto—. ¡Al fin...!

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora