Capítulo 6. Contrapunto.

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  —Al fin, nos conocemos personalmente, Sir Marlon —habló el anciano hombre de blancos y lacios cabellos que llegaban a sus hombros perdiéndose en su pálida piel del cuello. Sus cejas similares a las del rey del laberinto. El encuentro, en un oscuro rincón de una taberna de mala muerte, fuera de ambos reinos.

  —Al fin, Sir Hubert. No puedo decir que resulte todo un placer, pero, debemos tratar de llevarnos bien para conseguir nuestro común objetivo y... luego, que gane el mejor.

  —Dejemos la diplomacia de un lado, mi enemigo. Usted no es de mi agrado como ninguno de su familia lo es. Ella ha sido nuestra intermediaria, hastael momento, pero, en esto ha decidido que lo convengamos frente a frente. Tal parece no confía en nuestro... raciocinio para aliarnos en algo que nos conviene a todos.

  —¿Ella les ha explicado el plan?

  —Así es. Cada quien tendrá alguien para que pague por nuestras diferencias y sirva para nuestra causa. —Hubo un silencio creado por el pasar de unos elfos borrachines del reino de las Salamanders, que festejaban algo con gran algarabía—. Sólo diga el nombre y tendrá a quien crea conveniente; nosotros esperamos lo mismo de su parte. —Marlon sonrió con perfidia.

  —Como usted guste. Y... le haré recordar su palabra. —Intentó verse amenazante, pero, el anciano sólo lo miró con zozobra.

  —Sir Marlon, usted no es el rey Kaden como para amedrentarme y, por otro lado, en mi raza, la vejez no nos hace débiles, al contrario. —Le recordó que los suyos no eran famosos por sus fuerzas físicas, pero, sí por sus poderes mágicos. Marlon tensó sus músculos. ¡¿Cómo se atrevía a compararlo con su inútil tío?!—. Yo quiero destronar a mi soberano y no me importa el precio. Ahora, ¿debo pensar que a usted, criado en la milicia, se le da por el remordimiento según quién sea el sacrificado?

  —¡Por supuesto que no! —tronó entre dientes—. ¡Me importaría mil demonios si se tratase de mi propio hijo! —El anciano sonrió con malevolencia.

  —¿Entonces... qué tal su hermano menor?

  —¿Devis? —indagó asombrado. ¿En qué iba a afectarle a Kaden la desaparición de él?

  —¿Se echará para atrás, Sir Marlon? —Su actitud era burlona.

  —Si es a quien quiere, se lo entregaré. Pero, sinceramente, no creo que le sirva de nada contra Kaden. Y si arruina todo este plan... —volvió a amenazar.

  —¿Cree que estas canas las tengo porque sí? —el viejo refutó—. A nadie le interesa ese desviado que tiene por hermano. —Se inclinó sobre la mesa con mortecina iluminación para hablarle en secreto—. El hombre que queremos que entregue, no es fácil de conseguir, pero, si lo hace... la victoria será nuestra.

  —Escúpelo, viejo. —El hombre de la familia de los búhos se tensionó por un momento. Todos estos... montañeses no tenían clase alguna; pensó con desprecio.

  —Gontran. —Marlon sonrió con placer. Un golpe directo al mal nacido de Kaden.

  —Délo por hecho. —E imitó al hombre y se reclinó sobre el mueble—. Yo exijo algo de igual o más valor para su soberano... —Su gesto se convirtió en el de un siniestro demonio—. Alin, la hija del príncipe Erwin.

  —¿Una muchacha? ¿Para qué diablos quiere una muchacha?

  —¿Qué le preocupa, Sir Hubert? —Fue su turno de mofarse de la estupefacción del hombre—. ¿Una chiquilla estúpida que no tiene idea de lo que el odio puede llegar a hacer?

  —¡Sólo es una niña!

  —Bueno, le daría un niño si Kaden tuviera uno. Pero, Gontran es todo lo que él tiene por el momento. Mas, si no quiere seguir adelante con lo planeado, puedo decirle a Lady Lilith que depositó inútilmente sus esperanzas en usted. —Se incorporó como para retirarse.

Entre un águila de montaña y un búho de granero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora