8. Zombie por desgracia (parte dos)

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—Después de tanto buscar a mis padres, me di cuenta de que estaba en un lado de la ciudad que no podía reconocer. Tal vez era la destrucción sombría la que no me dejaba identificar la zona, pero de verdad me sentía perdido —mira a Sirio curioso de reojo— me escondí en el sótano de una casa vieja, o tan destruida que lucía vieja.

La mente del pelirrojo no puede dejar de imaginar cada una de las viviendas en la zona que Billie menciona, sobrepasar tan desastroso evento debería ser premiado con una medalla o premio nobel. Tal vez no fue buena idea preguntarle esto a Billie, si es una pena recordar cuando tu perro muere ahora recordar lo que le pasó a Billie debe ser un tormento.

—Ese maldito escondite era perfecto, nunca debí salir de ahí, pero lo hice y fue mi final, mejor dicho, el inicio de mi tortura. Ese sótano tenía suficiente comida para un mes en cualquier situación normal, pero en mi caso me duro menos de dos semanas y eventualmente tendría que salir en busca de más alimentos, así que lo hice. Salí una mañana a la superficie, pensando que era el momento idóneo para encontrar menos adefesios, pero me equivoque —suspira hondo— Los muy desgraciados me esperaban a la vuelta de aquella casa donde me escondí, apenas di unos cuantos pasos y comenzaron a salir de la nada haciendo que mi corazón palpitara lo más fuerte posible por última vez.

— ¿Recuerdas cómo te atacaron? —se avergüenza de inmediato de hacer esa pregunta— no es necesario que contestes, lo siento.

—No, descuida. Solo recuerdo que todos se abalanzaron encima de mí y cerré los ojos rindiéndome —su mirada se pierde en el suelo por varios segundos— desperté después de lo que pareció una eternidad y noté como poco a poco mi cuerpo se debilitaba cada vez más, como se pudría y me pregunté si era uno de ellos.

—Debió ser muy confuso despertar cuando creíste que habías muerto —ironiza Sirio.

—Fue más difícil darme cuenta de cómo lentamente cada día que pasaba moría sin saber con exactitud el porqué.

Billie, el Zombie ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora