Capítulo 27

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ISABELLA'S POV:

El resto del día transcurrió con normalidad, escuchaba abajo a Felix y Dem jugar videojuegos con una competitividad extrema, Daniel estaba en su cuarto, extrañamente solo, escuchaba como daba vueltas a algunas cosas y los roces de papel y piel. Quizá estaba leyendo algo o estudiando, no quería inmiscuirme en su mente justo ahora, él me estaba dando mi privacidad y por tanto yo respetaba la suya. Jane estaba en la sala de estar viendo una maratón programada por ella misma de películas en Netflix, y Alec no estaba en casa, había salido desde hacía un par de horas, escuche algo sobre cazar y sed, lo que me parecía muy extraño, pero lo deje ser, no lo retuve.

Estaba acostada en mi cama, mirando al techo, con una pequeña bola anti estrés en mis manos, la tiraba al techo y la tomaba, había hecho eso por dos horas y ahora empezaba a aburrirme, había intentado leer, incluso navegar un poco en redes sociales, buscar nuevas historias de ficción que no conociera, pero nada me distraía de la realidad, porque al fin y al cabo la realidad siempre iba a ser capaz de superar la ficción en la que quería inmiscuirme.

Porque de mi realidad podríamos escribir fácilmente varios libros de ficción.

Yo era un ángel de la muerte, eso era bastante ficcional, ¿A que sí?

Pero más que eso, yo era una chica con tendencias homicidas justo ahora, eso estaría bien para un par de libros de suspense y criminalística. Imaginaba dentro de mi cabeza, que la pequeña bola que rebotaba arriba y abajo en mis manos era la cabeza del imbécil que me había alejado de la segunda familia que había conocido alguna vez.

Del único modelo de madre al que me había acercado.

Suspire, y mire en el televisor el reflejo de quien era yo.

No podía matar a Edward Cullen, a pesar de que mis ansias rugían dentro de mi estómago, no podía asesinarlo, Esme nunca me lo perdonaría. Y aunque yo no la perdonaba por haberse ido, era la única a la que entendía. Edward era su hijo. No yo.

Suspire de nuevo y esta vez, cuando la bola callo, ardió en llamas dentro de mis manos.

Quizá no podía matar a Edward Cullen.

Pero, al menos, podía torturarlo, hacerlo sufrir, hacerlo lamentarse, que su corazón, muerto hace ya muchos años, se retorciera y se encogiera dentro de su pecho.

Sonreí maquiavélicamente craneando mi primera movida.

Él había destruido lo que yo amaba.

Yo iba a destruir lo mismo para él.

EDWARD'S POV:

El dolor ceso después de tres horas.

Cuando nos negamos a la sangre humana con morfina, Carlisle llamo a Rosalie y le pidió que nos trajera algo de sangre de animal, de un animal difícil de matar, preferiblemente.

Emmett fue quien llego al hospital, traía las ropas algo rasgadas pero en sus manos llevaba un termo de café que guardaba la sangre de un oso pardo que Emmett había matado hacía algunos minutos.

Carlisle la hirvió, para mantenerla caliente y trajo una bolsa de suero, abrió el tapón y tiro todo el líquido por el inodoro, fue hasta la sangre y la introdujo en la bolsa, cuando estuvo llena, la tapo, y fue a la droguería por dos botellas de morfina. Introdujo el casi medio litro de medicamento en aquella sangre, y la sacudió bastante, volvió a meterla en el recipiente que la mantenía caliente y me miro.

Me pidió que le diera una escala del dolor, pero no necesito mi respuesta, estaba al borde de desmayarme. Él sólo suspiro y me recostó en la camilla, cuando abrió mi boca, y a pesar del olor vibrante de la sangre, el veneno no fluyo y no sentí nada además del espeso líquido derramándose por mi boca.

Carlisle dejo que la sangre entrará en mi sistema, hizo eso hace dos horas y media, pero la verdad, es que la sangre con morfina no había hecho nada. Es más, sólo me había causado un pequeño malestar nauseabundo que le sumaba al dolor perforante.

Al pasar los minutos el dolor no parecía cesar, pero en la última hora el dolor había menguado progresivamente, con mucha lentitud, en el momento actual ya no dolía demasiado, podía sobrellevarlo, era como ser torturado en una porción mínima con el poder de Jane Vulturi.

Carlisle se veía mucho más aliviado al darse cuenta de que el dolor estaba desapareciendo, Emmett volvió al bosque y trajo otro termo de sangre que Jazz tomo como si fuera el último vaso de agua en el mundo.

La sed también ardía en mi garganta, pero podía controlarla. Al parecer, era un efecto colateral del dolor al que ambos habíamos sido sometidos, necesitábamos sangre, sabía que en el estado en el que estaba debía verme bastante deplorable, sentía que podía matar unos tres pumas sin sentirme saciado, podía sentir que estaba mucho más vampírico que nunca, cuando Carlisle me paso un espejo lo comprobé, mis ojos estaban negros, totalmente negros, las ojeras habían pasado de ser suaves, a ser de un morado profundo, que surcaba en mi cara en un incómodo contraste con el color blanco cal de mi piel, más pálida que nunca.

Incluso la tonalidad de mis labios había pasado del rosado al purpureo suave.

Me veía muerto.

Realmente muerto.

Como no me había visto en muchos años.

Muchísimos.

Me estremecí, Isabella tenía la capacidad de presionar tu naturaleza hasta su punto más deplorable solo como un efecto colateral del daño que sus poderes de tortura eran capaces de causar.

ALEC'S POV:

Isabella había pasado el resto de la tarde encerrada en su habitación, sabía que no quería que entraramos a verla, y de alguna manera la entendía, no era fácil para ella confesar que había sido compasiva con uno de los miembros de la familia que debía odiar.

Yo la entendía, a pesar de quienes éramos y de lo que éramos, todos teníamos un claro sentido de justicia, Aro y los hermanos Vulturi en jefe estaban más inclinados por el anhelo de poder absoluto que por la justicia, y sí, son mi familia, y a pesar de que cumplo cada cosa que me ordenan, no significa que esté todo el tiempo de acuerdo, y sin embargo, sigo haciéndolo, porque amo el apellido Vulturi, y son quienes salvaron la vida de mi hermana y la mía cuando ninguno de los dos éramos capaces de cuidarnos. Pero estaba seguro que si Isabella y Daniel fueran quienes gobernaban no habría tantos rebeldes planeando estupideces para intentar derrocarnos.

La justicia no iba todo el tiempo de acuerdo con el poder, y mi familia era un claro ejemplo de eso.

Los días como hoy, los momentos en los que Isabella o Daniel demostraban su gran sentido de la justicia, eran los días en los que todo el clan se desequilibraba un poco, estábamos acostumbrados a la maldad y a la crueldad de nuestro clan, y sí, nos gustaba ser sádicos, no iba a negarlo, disfrutaba el dolor en los ojos de mi enemigo, su desesperación, el deseo de ser salvados y como esa esperanza se extinguía en el último momento de sus ojos cuando el aliento los abandonaba.

Y sí, disfrutaba de asesinar humanos porque eran mi alimento, me hacían fuerte y capaz, y no me veía en la necesidad de privarme de la sangre preciada que me ofrecían, al fin y al cabo estaban en sobrepoblación.

Pero la idea de matar, sólo por matar, a veces me molestaba. Quería infringir dolor porque esa persona se lo merecía, me atraía esa idea, me apasionaba.

No le veía el sentido, el juego, la gracia, al asesinar sin ningún sentimiento de por medio. No me era satisfactorio.

Así que, estaba encontrando mis sentimientos, mis ganas de asesinar, sentado en la rama del pino que daba a la ventana del consultorio del Doctor Carlisle Cullen.

Podía escuchar al imbécil jadear, y tratar de controlar su respiración aunque no la necesitará. Podía oler la sangre de animal de la que de seguro, el imbécil se había estado alimentando para recuperarse.

Regularmente, un par de litros de sangre humana eran suficientes para hacerte sentir mejor.

Pero esperaba que el proceso de la sangre animal fuera muchísimo más lento.

Le deseaba dolor, dolor profundo.

Y yo estaría encantado de ser parte del cumplimiento de mi deseo.

Isabella VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora