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Capítulo 19

— ¿Estás bien, cielo? — Pregunta Basti mientras coloca un etéreo tejido blanco sobre la mitad de mi rostro.

De golpe, y como si de una red se tratase, siento cómo el velo me roba el aire, y busco con la mirada a mi ausente hija, para a continuación oír de fondo y en la distancia el ruido de una turba de voces que esperan en el jardín de Alex.

Aspirando y boqueando inútilmente, retiro con la mano derecha el pequeño tocado y busco asiento frente a una ventana en la cual no se vea a nadie, sólo el verdor y la frondosidad de los árboles que rodean la casa.

— Esto es...demasiado, Sebastian. Yo no...No hay finales felices para mí, ¿recuerdas? ¿Un príncipe en Harley Davidson que resulta que es el actor más sexy de Hollywood? No...No puede, no es real. — Digo entre fuertes inspiraciones.

— Pero lo es, cariño. Ese príncipe, está ahí fuera. Esperándote. Mi pobre niña...— exclama con voz compasiva Basti mientras toma asiento frente a mí, y me toma ambas manos entre las suyas— A veces, nos acostumbramos tanto a los golpes de la vida, que cuando nos lanza recompensas, desconfiamos...y las dejamos pasar. ¿Recuerdas cuando Otto y yo entramos en tu vida, y en la de Kendra?, ¿Acaso ha sido eso demasiado bueno? Ve abajo, disfruta de este día, y lidia con la guerra batalla a batalla, mi niña.

— Pero con él...cuando él está cerca sólo puedo perderme en su sonrisa. En el azul de sus ojos. Él dice que todo va a estar bien, y yo lo creo, aunque esté lloviendo lava. Cuando conocí a Máximo creí que lo amaba, era joven, inocente. Pero lo que siento por Alex... Me estoy enamorando de él, Basti.

— Oh, una novia que está enamorada de su futuro marido. Perdona, pero no veo el problema en eso. — contesta Basti sacudiendo levemente la cabeza.

— El problema, Bas, es que no sé si soportaría una separación. Nos estamos casando para proteger a Kendra, para con su dinero y la fuerza de una familia integrada en la comunidad, Máximo no tenga poder para tocarnos. Pero yo me estoy enamorando del señor perfecto. De él, de su familia... esto es una gran mentira. —Suspiro.

— ¿Y qué demonios te impide hacerla realidad? Creía que eras una luchadora, Candela, y ahora, un yankee de bonita sonrisa y tableta de chocolate va a poder contigo, ¿de veras? ¡Hazle saber lo triste que era su vida antes de ti, antes de Kendra! O, ¿quizá no lo ames lo suficiente?

— Sebastian estás diciendo estupideces en plan psicología de Cosmopolitan que, déjame decirte, no van a…

— Tío Basti tiene razón mamá. Lo quieres. Lo veo en tus ojos. Y ¿sabes? Yo también. Quiero que estemos juntos. Quiero que seamos una familia de verdad. Y si él no ve nuestro amor, es porque no se lo hemos enseñado con la suficiente fuerza.

Kendra y Otto acaban de irrumpir en la habitación. Mi pequeña hija, viste una sonrisa esperanzada enmarcada en una melena de rizos. Un hermoso vestido blanco y violeta envuelve su inocente belleza, y potencia, aún más si cabe su aplastante pero totalmente acertada lógica infantil.

— Tu futuro marido va a parar el suelo de tanto andar para arriba y para abajo en el mismo sitio, esperándote. ¿Te pones ese velo de una vez, y así podemos todos ver como comienza el cuento, princesa? — dice un sonriente y trajeado Otto desde la puerta.