Capítulo 25

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— Detective. Soy Candela Hunt, tengo algo importante que hablar con usted.— Suelto de golpe nada más oír el sonido del auricular al descolgarse al otro lado de la línea telefónica.

— Buenas noches señora Velázquez...veo que ya usa su apellido de casada— Contesta, no sin ironía LaFontaine.— ¿ Qué es eso tan importante que le ha llevado a interrumpir mi investigación y su celebración?

— ¿ Cómo demonios sabe que...?

— Su abogada escocesa— interrumpe— ¿ Y bien?.

— Escuche. Como sabrá Callie está aquí, y nos ha hecho saber una preocupante casualidad: ¿ Sabía usted que el nuevo abogado de Máximo Aguilar fue abogado de Olliver Sutton, uno de los compañeros de reparto de mi marido?.

— Wo, Wo Wo. Un minuto, señora. ¿ Está insinuando que su ex novio y Aguilar están relacionados?

— No es mi ex novio. Afine un poco, detective, y quizás deje de ser yo la única que opina que es demasiada coincidencia que ese psicópata de Aguilar me localizara después de años sin saber nada de él ni él de nosotras— contesto un poco crispada.

— Mierda. Elije realmente mal a sus novios, ¿ uhm?

— Váyase al infierno, LaFontaine. Y si lo que intenta es utilizar los celos o la pasión cómo móvil, olvídelo. Un par de cenas con Sutton no dan para traer el armageddon encima de mi hija y de mí. 

— Chica lista. ¿ Y entonces, por qué más cree usted que alguien estaría dispuesto a facilitarle un abogado a un delincuente como Aguilar?

— No creo que la vinculación de ambos empiece ahí. Pero el policía es usted, no yo. Me limito a constatar dos hechos que a mi parecer, están relacionados directamente. No hay casualidades con Máximo Aguilar, créame, lo he vivido. Cada vez que comenzaba a resurgir de mis miedos, cada vez que me relajaba, una pequeña casualidad me hizo sacudir la cabeza, para a los pocos días sentir sus manos cerniéndose sobre mi cuello. 

— Aún siendo verdad, aún probando una relación entre ambos de cualquier índole, este hecho no tendría nada que ver con los ataques sufridos contra usted, o el asesinato de Destiny Montes, lo cual, señora, hace que quede fuera de mi investigación. — Un fuerte bufido escapa de mis labios cuando oigo toda esa retahíla— Sólo le recuerdo que tener amigos no es un delito. 

—Escúcheme bien, detective. Nadie aquí conoce a ese monstruo como yo. Llevo casi 11 años huyendo de él a cada momento, y mi cuerpo aún guarda las cicatrices que con placer el me producía. Ese hombre es un psicópata. Le da igual si lo que hace está bien, o está mal, es lo que él quiere hacer, es su causa. No va a detenerse así como así. Y usted lo sabe. Lo sabe maldita sea. Ha matado a una chica que ni siquiera estaba relacionada conmigo, sólo por cruzarse en su camino, Y aún así está en la calle. ¿ Cree que ahora que tiene ayuda va a parar?

Un silencio pesado llena el ambiente, no sólo en la conversación telefónica, sino al rededor de la sala en donde hace un par de horas una fiesta tenía lugar.

— Buenas noches, señora Hunt. — Contesta el detective sin esperar contestación.

— Buenas noches, LaFontaine...—susurro con el auricular en la mano , sin otro oyente que el pitido de la línea muerta.

Unas manos se enroscan en mi cintura, e inconscientemente apoyo mi espalda en el muro firme y duro que es el pecho de Alex.

— Eh — Dice con los labios pegados a mi pelo. — No estás sola nunca más. Somos una familia, ¿Uhm?.

— Ese desgraciado hijo de...Cómo se ha quedado con nosotros, joder...— Dice Otto mientras niega con la cabeza.

— No dejaremos que ese...que ninguno de esos dos hijos de mala madre perturbados se acerquen ni a la pequeña ni a tí, ¿ Has oído eso, cielo?— Dice Basti solemne, al tiempo que Otto apoya sus palabras apenas un centímetro detras de éste, y apoyando una mano sobre su hombro izquierdo.

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