Prólogo

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El sol comenzó a ocultarse y una ligera brisa anunció la llegada del invierno, en un pequeño parque alejado de la ciudad un par de niños de alrededor ocho años jugaban con una gran sonrisa e imaginación. En la zona de columpios un joven adolescente de diecisiete años los miraba con atención, un niño subió por los peldaños del castillo de madera, mientras otro niño desde abajo le gritaba "¡Yo quiero ser el rey!", el menor comenzó a subir en busca de atrapar a su amigo, así continuaron durante un rato más, al sol le faltaba poco para irse por completo, al igual que a la discusión de ese par. "¿Y si somos reyes los dos?" sugirió el otro, el niño lo pensó un momento y con una sonrisa le gritó desde arriba "Entonces este es nuestro reino", el joven continuaba atento y serio, los niños se divertían designando sus roles... y ambos estaban felices siendo reyes.

—¡Buuuu! —un joven alto se acercó lentamente hasta los columpios y empujó al chico que se encontraba allí solo, en cuanto este volteo se encontró con la gran sonrisa de su atacante, "esa radiante sonrisa" pensó— ¿por qué tan serio? —expresó al ver que no sonreía, se sentó en el columpio de al lado, y comenzó a mecerse lentamente, la expresión del mayor no cambió ni un segundo, el chico de quince años que lo había asustado bajaba poco a poco la intensidad del columpio.

El sol se había ido, el color rosa y morado que había iluminado el cielo por unos minutos desapareció y el parque se oscureció de pronto. Se escuchó un lejano "¡Niños, ya es tarde!" y ambos pequeños salieron corriendo en busca de la voz, les miraron ir notando que el parque solo era suyo junto con esa oscuridad intimidante.

—Quiero que terminemos —musito en voz baja el mayor y se giró a mirarlo fijamente, se quedaron en silencio por unos segundos, el parque podía ser pequeño, pero aislaba muchos sonidos de fuera. El menor solo miraba hacia el suelo, soltó un suspiro y las luminarias se encendieron, provocando que este mirara a su pareja, quien de inmediato retiró la mirada aún con esa expresión de seriedad.

—¿E-Es por lo que dije la última vez? —tartamudeó de forma nerviosa, ellos no eran una pareja formal, ambos eran jóvenes y temerosos de las opiniones de los demás, porque eran hombres. Hace unas semanas habían peleado debido a que el menor quería decirles a sus amigos, era quien más coraje había reunido, a pesar de que el otro chico estuviera tan asustado por su futuro— podemos esperar entonces, no, no te apresures —continuó, mientras él miraba con atención al castillo de madera— ¿Samuel?

—Ya no te quiero —explicó, sin embargo, un enorme nudo en la garganta le impedía decir más... ya que estaba mintiéndole.

—¿Q-qué? —el menor apenas entendía la seriedad del asunto, lo que Samuel decía era de verdad, este se levantó del columpio, destrozado por dentro, tan solo no quería verlo más y si se quedaba... su decisión corría peligro— ¡espera! No me dejes así —se mantuvo en su lugar, a pesar de escuchar como su voz se quebraba y como estaba a poco de llorar —sé que estas mintiendo.

—¿Por qué mentiría sobre esto? —respondió de forma seria y segura, su mirada lo estaba haciendo dudar.

—Eso quiero saber, sé que no eres así —en efecto, su voz se había debilitado más y sus ojos se llenaban de brillo por las lágrimas, estaba destrozando su corazón.

—No me conoces realmente, entiéndelo Guillermo —este negó con la cabeza, Samuel lo miró de reojo y comenzó a caminar, debía irse. Sin mirar atrás avanzo un poco, hasta que sintió que los brazos del menor lo rodearon por la cintura, su corazón se hundió un poco más— basta —levantó un poco su tono de voz, su agarre se debilitó hasta soltarlo, sus manos temblaban.

—Mírame a los ojos —musitó el menor, pero Samuel continuó dándole la espalda y dio un par de pasos más— ¡mírame a los ojos! —el mayor se detuvo, sin pensarlo se dio la vuelta y lo miró de frente— repite lo que dijiste —le pidió.

—Se acabó —las lágrimas del menor no pudieron soportar más, su mirada y su expresión eran serias, pero su llanto no se detuvo más— solo olvídate de mí —añadió, se dio la vuelta y continuó su camino, esta vez se fue casi corriendo... porque sus ojos también se llenaron de lágrimas.

"Ambos no podemos ser reyes" se repetía una y otra vez.

La noche se volvió más oscura y solitaria que de costumbre, ambos experimentaban un corazón roto por primera vez, una despedida llena de resentimiento y dolor. Además de una primera experiencia en el amor y desamor, gracias a ello esta relación dio cambios en ambas personas, las cosas no serían iguales, ni en unos meses... ni en unos años.

Tus Ojos Brillan DiferenteWhere stories live. Discover now