ANTES DE AHORA(ELYCIA AU) COMPLETA

29.PIRUETAS

Frío. Siento frío. No sé dónde estoy.   Intento abrir los ojos, pero no puedo.  Mi cuerpo no me responde.  Siento un cálido tacto en mi mano.  Menos mal, no estoy sola. Quiero hablar y no puedo. No sé dónde estoy, no sé qué me pasa y mi cerebro va a mil por hora.  Me estoy angustiando y eso no es bueno. Tengo que tranquilizarme, tengo que pensar, tengo que recordar...  Y comienzan a venir flashes a mi mente y empiezo a hilar lo que me ha pasado... ¡Daniel!  ¡Dónde está mi hijo!    Tengo que saberlo.  Me obligo a abrir los ojos, me obligo a hablar, pero mi cuerpo no responde.  ¡Maldito cuerpo inútil!    Tengo que saber si mi niño está bien y quiero que ese frío que siento en mi cuerpo sea de fuera,  porque hace fresco y yo apenas estoy cubierta,  porque no quiero que ese frío que inunda mi cuerpo venga de mi alma, de que ella sepa o intuya algo que yo todavía no alcanzo a entender.  Y sólo quiero que mi niño esté bien y agudizo el oído para ver si escucho su vocecita. Y quiero despertarme, porque si él me necesita, tiene que tenerme.  Como sea.  Una lágrima se escapa de mis ojos y siento cómo alguien me la enjuga.  Y quiero chillar, pero mi cuerpo no responde.  Quiero abrir los ojos, pero un borroso velo de olvido comienza a poseerme de nuevo y siento cómo voy perdiendo la consciencia y caigo de nuevo en un profundo sueño, aunque no quiera, aunque me esté resistiendo con uñas y dientes, algo me arranca de las garras de esta realidad irreal que ahora vivo.

No sé el tiempo que ha pasado desde mi anterior periodo de semiconsciencia, pero ahora, entre la nebulosa interna que difumina mis sentidos afino el oído porque he distinguido claramente la voz de Carl que dice  "Sí, dime, Alycia".   Agudizo la poca parte cuerda de todos mis sentidos para seguir la conversación telefónica:

-¡Dios mio!    (Y cuando oigo eso, mi corazón da un brinco al escuchar el tono horrorizado de mi amigo. Sé que algo malo está pasando.  No quiero pensar.  No puedo pensar.  Daniel no. ¡Daniel no!)

-Pero el peque está bien, ¿verdad?   (Que diga que sí, por Dios, que la dulce boca de los labios carnosos que tanto amo, le diga que sí, por favor. )

-Menos mal   ( ¡Sí!   Menos mal   Y todo mi interior baila. Mi niño está bien. Menos mal)

Y Alycia está allí con él. Y sé que ella me quiere hasta con el último poro de su cuerpo. En ese momento me doy cuenta hasta donde llega la devoción de Alycia por nosotros, porque yo ya he intuído que estoy en una cama de hospital y no es ella la que está a mi lado. Y sé que se moriría por ser ella la que estuviera sujetando mi mano.  Sé que ella querría estar aquí conmigo. Pero ella me quiere, me quiere con el alma y ha sabido que yo lo que querría ante todo es que encontrara a Daniel, que lo protegiera, que lo acompañara.  Y sé,  al no verla a mi lado, que ha pensado antes en mí que en ella , que ha primado lo que a mi me haría feliz,  por encima de lo que le hace a ella.  Y nunca, nadie, me ha amado tan incondicionalmente.  Y otra lágrima se escapa de mis ojos, de estos malditos ojos que se niegan a obedecerme y a conectarme de nuevo con el mundo.

Tres días después soy por fín dueña de mi cordura .  Me cuesta fijar la vista, pero de reojo distingo a mi madre a los pies de mi cama . Oigo rumores lejanos:

-Jane, cariño ¿qué tal te encuentras?   Voy a llamar a las enfermeras.  Estás bien.  Todo va a estar bien, cielo 

Mi madre me  llama algunas veces por mi segundo nombre,  Jane. Cuando me dice Jane es que está muy muy sentimental, si me dice Eliza Jane  (suele ser ¡Eliza Jane!), me agarro, que vienen curvas (está enfadada y me espera una buena...). Habitualmente me dice Eliza, sin más. Ha dicho Jane. Eso es que ha estado muy preocupada. Pero mucho. Comienzo a mover los labios, pero soy incapaz de articular palabra. Maldito cerebro que no manda las órdenes precisas, que no deja que me adueñe de nuevo de mi cuerpo...