La estrategia pareció funcionar estupendamente. Sorprender y desaparecer. El día de la reunión, cuando me acerque a ella y le di un par de besos con ese punto de "Ey, Alycia, tú y yo fuimos amigas, está bien saludarte de forma especial. Toma un par de besos. ¿Todo bien?" creí que mis piernas no iban a ser capaces de sostenerme. Afortunadamente el jefe de producción llegó enseguida aduciendo no sé qué reunión importante y yo por fin, pude respirar. Primera batalla. Listo. Gracias Sun Tzu. Engañar, retirarse y dejar que fluya sin que me arrastre. El plan estaba en funcionamiento. Creía que había sido capaz de disimular mis verdaderos sentimientos y es que, aunque parezca mentira, fue verla y retroceder ocho años en mi vida. Es que no se podía ser más guapa que Alycia. Tanta belleza te mandaba un puñetazo directo a la tripa diciéndote "Esto es lo que tuviste a tu alcance, pero tú no merecías la pena, chavala. No eras tú. Nunca fuiste tú". Y dolía, seguía doliendo. Me retrotraje al momento en que me enamoré de ella. Alycia fue sin duda mi primer amor, un amor inesperado, ciego y lleno de promesas. Y fue un amor no correspondido que dolió. Mucho. Por eso ahí me encontraba yo intentando minimizar el impacto del reencuentro, con ocho años más y la suficiente madurez como para saber que no se puede buscar con garantías a quien no quiere ser encontrado, con el suficiente orgullo para certificar que no deseaba amar a quien no pretendía ni deseaba mi cariño. Por eso, aunque no podía evitar el impacto que ella causaba en mi, sí que podía evitar volver a dejar que el amor fluyera en un único sentido.
El guión era excepcional. Carl tenía razón. Esta podía ser una película importante y cada día me congratulaba de haber tenido la oportunidad de ser yo la protagonista. Lo que es es , e independientemente del sentimiento de amor-odio que Aly generaba en mí, debo remarcar que era una excelente directora; hacía fácil el trabajo y tenía una visión global constantemente en su cabeza, nos corregía con mano dura pero con mucho sentido y yo estaba convencida de que los minutos de metraje que llevábamos acumulados en esas semanas constituían un verdadero tesoro.
Comenzó a visitar mi caravana a las tardes, una vez terminábamos los rodajes, para hacerme ciertas apreciaciones sobre lo que el posterior día rodaríamos. Ella era una profesional como la copa de un pino y quería que el trabajo de todo el mundo fuera impecable. Y yo, cada día me moría un poco. No podía mirarla a los ojos porque me hubiera sido imposible sujetar mis lágrimas y es que, cada día más, cada vez que la veía, las lágrimas acudían a mis ojos y sólo quería preguntarle "¿Por qué? ¿Por qué te fuiste sin siquiera despedirte.? ¿Por qué me dejaste así, Aly, sin una explicación, como si nunca hubiera significado nada en tu vida? Antes de nada éramos amigas.... ¿Por qué ni siquiera nuestra amistad significó nada para ti?".
Ella venía a mi caravana y yo sólo respiraba hondo, muy hondo, bajaba la vista y me repetía "No aceptes los señuelos que te ofrezcan" (Sun Tzu). Ella podía parecer amable, podía parecer solícita y hasta amigable, pero yo no podía tragarme el anzuelo. Sólo estaba haciendo su trabajo. No era una nueva ofrenda de amistad ni mucho menos de algo más. Eso era lo que era, sólo trabajo y ahí quería mantenerlo ella. Pero yo lo confundiría todo de nuevo. Lo sé. Debía mantener la cabeza fría y tener claro que "si el general se deja llevar por la ira será ridiculizado"(Sun Tzu). No me podía permitir ni una referencia al pasado por más que me quemara en la piel la incertidumbre de saber por qué hizo lo que hizo, por qué se fue de un día para otro aplicando la estrategia de otro sabio de las batallas: Napoleón y su tierra quemada donde se destruye absolutamente todo lo que pudiera ser de utilidad al enemigo cuando un ejército avanza a través de un territorio o se retira del mismo. Así fue para mí: Alycia salió de mi vida dejando un reguero de desolación detrás; quedé devastada intentando entender por qué me había borrado de la suya.
Pero ahora, aquí estaba. Inexplicablemente me había devuelto la oportunidad de volver a ser alguien en mi profesión y el pago era morirme un poco cada día perdida en el verde de sus ojos que intentaba esquivar a toda costa, morirme un poco con su cercanía y la tortura de su olor impregnando cada rincón de mi ser, morirme un poco en el delicado timbre de su voz que acariciaba mis entrañas (y más abajo) despertando territorios recónditos que yacían dormidos.
Y allí estaba, el día en que Anne trajo a mi Daniel enfebrecido entre sus brazos. Y por primera vez en mucho tiempo me sentí respaldada, me sentí acompañada. Y era ella la que estaba para mi. Se ofreció a venir conmigo y vi de nuevo a aquella Alycia fuerte y segura de la que entonces me enamoré, esa que sentía mía y a mi lado. Esa de la que pensaba que nunca me pasaría nada si caminaba de mi mano con ella. Y mi cuerpo dejó de ser mío, dejó de engañar, de esconderse y de huir y cuando en el coche camino de la consulta del pediatra, quiso de alguna manera confortarme y tocó mi brazo para tranquilizarme, millones de díscolos electrones recorrieron mi cuerpo de abajo arriba, de arriba abajo, de un costado al otro y sentí la electricidad traspasar mi ser entero. Y di un respingo y ella debió de darse cuenta de que yo ya no era más yo, de que su sólo roce me desbarataba, debió ser consciente de nuevo del poder que ejercía sobre mi. Y yo no quiero. Quiero resistirme. No quiero que me vuelva a romper el corazón. No puedo dejarla entrar otra vez en mi vida. No quiero. Ahora mi vida ya no me pertenece. Mi vida es también de Daniel y cualquiera que entre, lo hará también en la de él y cualquiera que rompa mi corazón romperá seguramente también el de él.
Dirijo mis ojos al asiento trasero y la ternura que siento al ver a mi hijo allí sentado me hace recuperar la cordura. "Que te den, Alycia. Que te den. No vas a volver a mi vida a ponerlo todo otra vez patas arriba". Y cuando más claro lo tengo, ella más encantadora está y no sólo me lleva a donde el pediatra, sino que me acompaña mientras el médico mira a Daniel. Y no sólo se queda conmigo, sino que luego nos acerca a mi casa. Y no sólo nos lleva a mi casa, sino que carga delicadamente a mi Daniel. Y no sólo lo cobija en sus brazos, sino que lo deposita suavemente en mi sofá. Y no sólo lo posa mansamente en mi sofá, sino que se ofrece amablemente a comprar la medicina que mi pequeño necesita. Y yo no puedo mirarla a los ojos, porque sé que si la miro, toda la tensión que me mantiene en alerta y en funcionamiento va a escapar de mi cuerpo y yo me voy a arrojar en sus brazos para que ella me acune, porque estoy harta de sufrir, porque estoy harta de estar sola, porque la veo y quiero tocarla y porque mis labios todavía conservan la indeleble huella de los suyos. Y no puedo, porque ella no me quiere, porque ella nunca me quiso, porque ella sólo está intentando ser amable y yo sólo soy estúpida.
Por eso no quiero que Dani le diga Alysia y por eso no quiero que la invite a cenar. No quiero, porque voy a volver a confundir las cosas, porque mi tarado y díscolo corazón va a volver a pensar cosas que no son, a imaginar situaciones que nunca se darán. Así que hablo por ella, hablo por mí, hablo por todos. Y antes de que Alycia pueda aceptar la inocente proposición de mi ángel, respondo por ella y le indico a mi niño que ella tiene cosas que hacer. Siempre ha tenido cosas más importantes que yo que atender. Y la saco de mi vida y la expulso de nuestras vidas, porque no me puedo permitir el lujo de dejar que vuelva a arrasar con todo a su paso. Y cierro la puerta y me apoyo en ella cargando el peso de lo que quiero, que es mucho y de lo que debo, que es todavía más, en cada uno de mis hombros. Y sólo quiero dejarme caer. Sólo quiero enterrar mi rostro entre mis manos y llorar, llorar hasta vaciarme, llorar hasta sacar fuera de mí esta sensación de dependencia que intenta de nuevo instalarse en mi alma. No puedo depender de sus gestos, de sus ojos, de su sonrisa... Y lo peor es que tengo que hacerle entender a Daniel, sin palabras, que Alycia no puede cenar con nosotros, que Aly no puede hacer nada con nosotros, porque si entra en nuestras vidas los dos nos enamoraremos de ella, de su sensibilidad, de su candidez, de su sentido del humor, de su sonrisa, de su generosidad y la adoraremos y cuando se vaya, ninguno de los dos entenderemos qué hemos hecho mal o qué es lo que no hemos hecho bien. Sólo sabremos que no fuimos capaces de retenerla, que no fuimos capaces de hacernos querer lo suficiente como para que ella quisiera permanecer a nuestro lado. Y nos sentiremos pequeños. Nos sentiremos insignificantes. Daniel se acerca a mí y echa sus bracitos a mi cuello. Y yo lo estrecho fuerte contra mi cuerpo y sólo puedo decirle "Tranquilo cariño, a ti no va a pasarte. No dejaré que nada malo te pase"
ESTÁS LEYENDO
ANTES DE AHORA(ELYCIA AU) COMPLETA
RomansFanfic ganador en la categoría "Novela lésbica" en los premios PlumaLGBT arcoiris. Las vidas de Alycia Debnam-Carey y de Eliza Taylor siguieron caminos muy distintos tras el final de The 100, la serie que rodaron juntas y en la que fueron pareja...