34. EMOCIONES (FINAL)

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Estoy de pie en el jardín, sola. Oigo un rumor de voces de fondo y en esos momentos mi pensamiento vaga mientras inconscientemente hago rodar la alianza que porto en mi dedo anular. Hoy es un día muy especial, nuestra pequeña Emma cumple 18 años y yo no puedo creer que el tiempo se me haya escurrido de esa forma entre los dedos.  He salido un momento al jardín de nuestra casa buscando un poco de aire y sobre todo buscando un poco de soledad que haga que mi interior se recomponga, porque sino, me voy a poner a llorar.  Esto es así, es como una ley cósmica inmutable... Alycia llora.  Lloré cuando Daniel me llamó mamá,  cuando le rompió el corazón su primera chica, cuando se fue a la Universidad, cuando sacó su título de medicina, cuando consiguió trabajo en uno de los mejores hospitales de Los Angeles, cuando tuve a Emma por primera vez en brazos, cuando Emma balbuceó su primera palabra, cuando dio sus primeros pasos... y así seguiría narrando momentos de mi vida donde las lágrimas asomaron a mis emocionales ojos.  Eso sin contar las veces que lloro con todo lo relativo a Eliza. Mi mujer me sigue removiendo hasta la última fibra de mi ser y es que sólo me hace falta mantener unos segundos la mirada de sus preciosos ojos para que las lágrimas comiencen a asomar a los míos.  Todo en Eliza me enternece y me desbarata.  Mi Eliza,  mi dulce Eliza, mi compañera de vida, mi amor.


Enseguida noto unas fuertes manos que se posan sobre mis hombros y escucho un vozarrón, al que nunca me voy a acostumbrar, detrás de mi.


-¿Qué haces aquí mamá?  Sabes que la fiesta está dentro, ¿verdad?   -me dice con tono irónico Daniel.


Daniel.  Mi Daniel.  Mi orgullo.  Mi hijo.  Cuando Eliza y yo comenzamos a vivir juntas siempre tuve cierto temor al rechazo de Daniel.  Nada más lejos de la realidad.  Daniel siempre me quiso con toda su alma, tanto como yo a él y un día pasó de llamarme Alysia a llamarme mamá.  Así, como hacen los niños las cosas, sin darle muchas vueltas, sin transiciones, de forma natural... Había pasado ese día con fiebre y Eliza y yo lo sentíamos agitado en la cama.  Oímos que murmuraba algo.


-Estate tranquila. Ya me encargo yo.  Intenta dormir, que mañana tienes que madrugar   -besé a Eliza, me puse una bata y me dirigí al cuarto de Daniel.

-¿Quieres algo, cielo?   -le dije  al llegar a la habitación.

-(Se revolvió en la cama y me digo) Quero agua, pofavo.


Pofavo,   si es que era para comérselo.  Mi interior se volvía líquido e incluso podría ser que gaseoso y etereo cada vez que Daniel me sorprendía con algunas de sus deliciosas expresiones. Sentía que mi corazón se deshacía y se diluía caprichoso entre el resto de mis órganos, porque sólo así podía explicar ese bienestar que me inundaba, esa sensación de amor invadiendo mi cuerpo  y esa flojera en mis extremidades inferiores.  Daniel me desarmaba y me ganaba de todas las formas posibles. Desde luego Eliza Jane Taylor Cotter tenía que empezar a ser citada en los manuales de psicología como ejemplo para las madres del planeta, como educadora modelo.  Había hecho un trabajo impecable con el rubiajo de la mirada profunda.  Volví  enseguida con el agua que pedía.  Me senté al borde de su cama y le alargué el vaso.  Esperé mientras bebía y dejé el resto en la mesita de noche.


-¿Qué tal te sientes, cariño?   -le dije mientras le tocaba suavemente la frente.  No parecía tener fiebre.

-Toy bien.  ¿Un cuento?   -preguntó entonces mientras me miraba con sus dulces ojos del color del cielo, del mar y de la felicidad.

-No cariño, es muy tarde. Tienes que dormir    -le respondí.

ANTES DE AHORA(ELYCIA  AU) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora