Capítulo Especial VIII. 2/?

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—Camina —volvió a susurrar Alex al oído de Leslie.

Se dirigían en una patrulla. El plan de Alex era subirse a la patrulla, manejar hasta perder de vista a los policías que se acercaban, abandonar el auto e ir a algún lugar para pasar la noche lo más lejos posible de donde abandonaron el auto que obviamente debería tener un GPS.

Una vez en la patrulla Alex sacó del asiento del piloto unas esposas y se las colocó a Leslie, después la sentó en la parte trasera del coche. No iba a dejar a Leslie, su venganza aún no se cumplía por completo.

Arrancó y aceleró a fondo.

POV's Leslie.

Recuerdo cuando salimos del sótano, creí que me iba a desmoronar en el suelo, no sentía las piernas, el tobillo donde estuvo la cadena tenía heridas graves e infectadas y ni hablar de mis caderas, sentí un ardor terrible, como si se me estuviera prendiendo fuego.

Ahora el asiento de esta patrulla e incluso con esposas y todo me resulta lo más cómodo del mundo, incluso podría dormir tranquila si no fuera porque estoy encerrada con un maldito enfermo.

No sé en qué momento nos detuvimos, Alex estaba a mi costado abriéndome la puerta para salir.

Caminé con él detrás de mí, sosteniéndome el brazo, guiándome.

Aunque suene extraño, este lugar se me hace vagamente familiar, siento que ya conozco este bosque.

Luego de horas caminando, paramos enfrente a una cabaña deteriorada, Alex se detiene frente a la puerta y la patea con brusquedad sin siquiera ver si estaba abierta o no. Me empuja hacia dentro, me lleva hacia el cuarto, desabrocha las esposas de la mano izquierda con la llave y la vuelve a abrochar en la cabecera de la cama, después se va cerrando la puerta.

Miro confundida el cuarto, se me hace extrañamente familiar, y cuando veo un papel arrugado sobre la cama todo cobra sentido: ¡este es el lugar donde nos escondimos con Matías! Eso significa que aún estamos en la misma ciudad, que no estamos en otro continente, que si me escapo puedo llegar a salvarme...

Una pequeña pizca de esperanza se aloja en mí.

A lo lejos, escucho los pasos de Alex saliendo de la casa. Perfecto.

¿Cómo salgo de aquí? No puedo llevar la cama conmigo, mucho menos tengo las llaves para liberarme de las esposas y nadie me asegura que si logro escapar no estarán los esclavos de Alex, los que mataron a los policías.

Luego de lo que parece media hora pensando en cómo salir de aquel lugar una explosión no muy lejos me sobresalta.

—¡Mierda! No creo que eso signifique algo bueno, —me digo—, salvo que Alex haya muerto, claro.

Intento ignorar el dolor en mi tobillo y caderas, romper el respaldo de la cama que es de madera, pero estoy tan débil que no creo poder hacerlo.

«Imagínate que es el rostro de Alex, piensa en todo lo que te hizo, en cómo te arruino la niñez, en todo lo que pasó en aquel sótano...», me susurra una voz en mi cabeza.

Suspiro y ardiendo de coraje le pegué uno, dos, tres puñetazos al respaldo, hasta que al fin, se rompe, dejándome con la parte de la esposa izquierda colgando en la derecha, que aún no libera mi muñeca.

Gritar, eso es lo que quiero hacer, creo que me rompí al menos tres huesos de la mano y mis nudillos se están tornando morados y sanguinolentos, no puedo mover la maldita mano.

Ignoro lo mejor posible al dolor y doy unos pasos hacia la puerta, no obstante, antes de poder abrirla, esta se abre de golpe, dándome casi en la cara.

Frente a mí está él, pálido, con los ojos como platos, cual si hubiera visto un fantasma, como si jamás creyó volver a verme.

Matías...

El diario de Leslie. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora