II: El tonto de turno.

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EVAN.

Estuve el resto de la mañana y toda la tarde en mi habitación, sin moverme. Si lo intentaba, mi maravillosa abuela me patearía el trasero hasta rompérmelo. Esa mujer puede ser bastante ruda si se lo propone.

Por fin llega la ansiada cena. Mi madre viene a recogerme y me dice que baje delante de ella. Intento escaparme para ver si puedo reunirme con alguna almohada, pero mi madre me grita que está abajo, así que no me demoro en ir a la cocina.

Nada más entrar el olor a pizza me llega a la nariz. Aspiro a la vez que me relamo los labios, hambriento. ¡Cómo agradezco que los humanos nos conquistasen solo por maravillas como esta! Lo mejor que han podido darnos esa chusma es la pizza, el chocolate (sin duda una buena herramienta para el amor) y... nada más. No. Nada más.

—Yo tendría cuidado, vaya a ser que Evan se obsesione también con las pizzas caseras de la abuela —dice mi hermano.

—Demasiado tarde —le respondo, sentándome en la silla que está enfrente de él—. Me encantan desde que estaba en la barriga de mamá , estoy seguro.

—Lo siento, Evan, pero tu madre nunca ha sabido apreciar mi buen trabajo como pizzera y no las come —mi abuela, que está justo a mi izquierda, al lado del horno, lo abre y con cuidado saca una enorme pizza de jamón y queso—. Menos mal que alguien en esta familia tiene buen gusto.

—¡Mamá! —exclama mi madre, mosqueada. Coloca los cubiertos en la mesa con ahínco y se sienta a la espera de que la abuela ponga la pizza—. ¡Sí que las como! Cuando me veo forzada, pero lo hago.

—¿Y dónde está mi querida nieta? —pregunta mi abuela, que es la única que ha caído en que Hasret no está presente.

—¿No ha venido a casa después de las clases? —pregunto, arqueando una ceja.

Mi madre niega con la cabeza y soy capaz de notar que algo va mal. Mi hermano, que solo puede provocar que nadie reconozca que él o lo que hace es un peligro, también se preocupa y pone una mano encima de la otra, llevándosela a los labios solo por un instante.

Mi madre y mi abuela no creen en ello, pero Hasret, Nikone y yo tenemos una conexión de hermanos bastante fuerte. Desde pequeños hemos podido notar si uno de nosotros se sentía mal o estaba en peligro. No nos hacía falta ningún don (ni siquiera era posible que lo tuviésemos en aquella época ya que el don se activa cuando lloras a los dieciocho años) y ese era el problema, que iba más allá de eso. Cuando algo nos parece imposible, nunca hacemos el sobreesfuerzo de comprenderlo.

El timbre de la puerta suena. Nikone y yo nos levantamos a la vez y salimos corriendo para abrirla. Mi madre grita que vuelva para darme la cura a la fiebre, pero no es mi prioridad.

Nikone gira el pomo y tira de la puerta para abrirla. Ambos chocamos nuestras miradas con la de mi hermana y su acompañante, una chica rubia de ojos azules.

Miane.

—A vuestra hermana la empujaron y se cayó por las escaleras, así que se ha torcido el tobillo y me he ofrecido a acompañarla.

—¿Quién te empujó? —le pregunto a mi hermana, ignorando por completo a Miane.

—No lo sé —me responde y se aferra a mí para dejar tranquila a Miane—. Gracias por acompañarme...

—¡De nada! —exclama, alegre.

—¿Quieres quedarte a cenar? —le pregunta mi hermano con una sonrisa de oreja a oreja.

Abro mucho los ojos paralizado e intento darle un codazo, pero Hasret me lo impide. Me lanza una mirada asesina y me pide en silencio que la lleve hasta mamá o la abuela.

—No puedo, Nikone, pero muchísimas gracias —le escucho decir mientras me alejo a paso lento de la puerta principal debido a que Hasret apenas puede caminar—. Puede que en otra ocasión.

—Jo... —dice, desilusionado—. Otra vez será. Saluda a tu hermana de mi parte.

—¡Oh, no somos hermanas! —ríe de forma encantadora. Me entran ganas de potar, para desgracia mía—. Somos amigas, pero lo haré. Buenas noches, Nikone.

—Buenas noches. Que no se te olvide lo de mañana.

—Tranquilo. Ni sufriendo amnesia me olvidaría.

Justo cuando mi hermana y yo entramos en la cocina y la dejo sentada en su silla habitual, mi hermano cierra la puerta.

Como mi abuela y mi madre están pendientes de mi hermana, salgo al pasillo y arrastro a mi hermano hacia el salón justo antes de que se interne en la cocina. Me mira extrañado y arquea una ceja. Nuestros estómagos rugen a la vez.

—Mira, no sé si esa tía te pone o algo, pero te pido que no te aproximes más a ella.

—¿Por qué? ¿Porque tú me lo digas? —como me imaginaba, se ha puesto a la defensiva. Como pensé, a mi hermano le atrae—. Que con la gente te sirva el rollo líder que impone normas no significa que conmigo no.

—Me está... —las palabras no me salen con la fluidez que requiero. Sé que será inútil decírselo, pero si de verdad me quiere como hermano suyo, me respetará y hará lo correcto—. Me está acosando. Hasret lo sabe porque ambos vivimos una situación comprometida el otro día y por eso...

—Déjate de gilipolleces.

—Nikone, Miane es mala. Quiere algo de mí y es probable que os haga daño a ti o a Hasret. ¡Seguro que hasta fue ella la que la empujó!

Realmente no sé si quiere algo de mí. Sería lo más normal, y más llegando a la conclusión a la que llegué esta mañana... pero no puedo decirle eso. Ni a él, ni a nadie.

—Veo que últimamente te gusta ser el tonto de turno —pone una mano en mi hombro y cabecea—. En fin. No me acercaré a ella si es lo que quieres.

—¿En serio? —le pregunto, sorprendido.

Eso sí que no me lo esperaba de él.

—Sí. La conozco de hace poco, tampoco será difícil.

Mi madre nos llama a gritos y no nos queda más remedio que ir hacia la cocina. Me siento en mi silla más contento que un enamorado y me como un trozo de pizza, bebiéndome poco después el antídoto. Se me va al instante cualquier necesidad de besar a una almohada o de querer declararle mi amor. Entre que he faltado a clase, he cenado pizza, mi hermano se va a alejar de Miane y estoy curado, no puedo sentirme más feliz.

La cena trascurre con la normalidad de siempre. Mi abuela nos habla de que sus alumnos de infantil se han peleado y se ha visto forzada a usar su don del amor, mi hermana nos dice que aparte de la caída le han dado un diez en química del amor (por ello que pudiese embrujarme sin miedo a matarme), y mi hermano que mañana el abuelo (el marido de mi abuela materna no, él está muerto) le ha citado para darle una clase sobre el don único y que tendrá que ir conmigo a la academia.

Normalmente es el donado único de la segunda generación viva quien enseña al de la tercera viva, pero como papá está muerto, es el abuelo (primera generación viva) el que debe instruirle, y lo hace una vez a la semana cuando a él le apetece.

Mi hermano es el que más le ve, pero estoy seguro de que si no fuese por el don único mi madre también le prohibiría verle. Mi madre y mi abuela tienen mala relación con la familia Vugo, y el único motivo por el que llevamos ese apellido es porque mi madre no quería quitarnos lo único que tenemos de mi padre. Si no fuese por eso, hubiésemos adoptado el apellido de mi abuela y el de ella.

—En tres días es nochevieja —nos recuerda mi abuela antes de que cada uno se vaya a su habitación, excepto Hasret, que dormirá en el sofá—. Vuestros primos vendrán. Hay que ir haciendo los preparativos ya.

Nikone y yo asentimos, prometiendo ayudar a partir de mañana, y nos vamos a nuestras respectivas habitaciones para dormir.

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Nikone en multimedia :)

Saga meses del año II: El golpe de mayo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora