XVI: Buscar a un donador.

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EVAN.

Michaela Asal. Así se llama la madre adoptiva de Miane, a la que encontramos gracias a Julieta horas después de nuestra charla informativa.

Ahora soy más consciente de lo que soy y de que tenemos que encontrar la manera de reunirnos con los otros. Aun así, estoy realmente sorprendido conmigo mismo. Hace dos días hubiese creído que esto no era más que un cuento con el fin de quedarse conmigo. Hoy creo en las palabras de aquella chica a la que creí una de mis acosadoras. He cambiado. Y probablemente cambie mucho más a lo largo de nuestra misión de evitar que nos secuestren, o peor aún, que nos maten. Un gran peso ha caído sobre nuestros hombros y tendremos que dar todo lo posible de nosotros mismos.

—He hecho todo lo posible, pero se nota que es un veneno potente de nuestro planeta —la madre adoptiva de Miane entra por una puerta que comunica con su habitación, lugar en el que se encuentra la rubia que es ahora morena—. No puedo seguir usando mi don.

—¿Qué podemos hacer entonces?

—Esta clase de veneno se puede curar si un familiar tuyo de sangre te cede parte de la suya, pero como bien saben, no soy parte de su verdadera familia. No puedo hacer eso.

La señora Asal es una mujer de cincuenta y cuatro años. Educada y bonachona, se preocupa realmente por Miane. No está casada porque nunca le atrajo el género opuesto, pero tampoco su mismo género. Es una mujer asexual, pero aun así siempre quiso tener hijos adoptivos. Nos comentó que sintió que debía proteger a esa niña de nueve años con su vida nada más verla. Dice que no es capaz de entender por qué una madre dejaría en su fiesta para siempre a su hija, y que jamás lo entenderá.

—Creo que Miane preferiría morir antes que tener algo de esa mujer... —dice Julieta.

—No es la única vida que está en juego —le recuerdo—. Si ella muere, todos los habitantes de Marzus caerán tras ella.

—Pero... debe de haber otro modo.

—Si necesitan encontrar a la verdadera madre de Miane yo sé dónde y cuándo la pueden buscar. Digamos que ahora se gana la vida de una manera un tanto... peculiar.

—¿Es asesina o algo así? —pregunto.

Esa palabra hace que Julieta tenga un escalofrío y aunque quiero preguntarle por qué se pone así, me quedo callado.

—Marzus suele destacar por la diversión... —la señora Asal parece incómoda—. Y eso abarca lo malo, por desgracia. Nuestro modo de diversión es casi idéntica a la de los humanos. Alcohol, drogas, sexo desenfrenado. Ya sabéis.

—¿Vende su cuerpo? ¿Quizá drogas?

—Hace eso, pero no para el disfrute de sus víctimas... sino para asesinarlas.

Me sorprendo. Me sorprendo mucho. ¿Cómo va la cosa? ¿En la cama cómo los mata? Soy virgen. No sé cómo se podría matar a alguien en la cama. Con la droga al menos me puedo hacer más a la idea. Se las da a sus víctimas y la palman. Fin. Porque eso se come, ¿no? ¿O cómo te drogas? En Enerus no hay nada de eso, gracias al Dios rojo.

—Habrá gente que la odie... supongo. Cuando asesinas a alguien te ganas el odio de otra persona...

—Sí que lo sabes bien. No habrás asesinado a nadie, ¿no, tecnológica? —le doy un codazo en broma, pero ella se ha puesto blanca—. Perdona. No quería ofenderte.

—No me ofendes... No te preocupes —me sonríe levemente.

—Ustedes no serán novios, ¿no?

—Qué va —hago un gesto con la mano de despreocupación—. No estamos destinados a amarnos. No de esa forma.

—Uf, jovencito. Yo no comprendo de esos rollos de destinación o no destinación.

No me extraña, ya que es una marcense y no una enurense. El único planeta que podría comprenderme es el de Maius, justamente, el mismo de la chica que mató a mi abuelo y congeló todo el lugar porque conectamos. Esa sí que debe de saber bien lo que es el tema de estar destinados gracias al don de la fidelidad, hermano del don del amor. Tengo entendido que para ellos es el don menos importante.

Se escucha un grito de dolor por parte de Miane. Es lo primero que sale desde su boca desde que quedó en shock. Julieta, su madre adoptiva y yo corremos hacia la habitación en la que se encuentra y vemos a una mujer idéntica a Miane de pies a cabeza con una botella llamada "Bíter".

—Cuando me llegó la amenaza de que habían encontrado a mi hija biológica y que iban a usarla contra mí pensé que era imposible —la mujer, bastante guapa y joven he de decir, mira con atención a la señora Asal—. Imposible hasta que vine a tu casa con intención de matarte y me la encontré a ella.

—¿Matarme a mí? —la señora Asal se asombra—. Yo no tengo enemigos. Y a mi hija no la matarás.

—MI hija morirá en cuestión de días, no me hace falta cargármela con mis propias manos para que no tengan con qué amenazarme. Pero tú caerás porque tienes enemigos. Más de los que imaginas.

La madre biológica de Miane se va por donde vino, es decir, por la ventana, y nos deja a nosotros tres ante una Miane que ha vuelto en sí.

—¿Qué hacemos aquí? —nos mira con una expresión de dolor inmensa en su rostro. Cierra la boca y paree que en cualquier momento se va a echar a llorar—. Me duele todo el cuerpo. Es horrible.

—Hemos venido para curarte... —Julieta le coge una mano con cuidado—. Y lo haremos. No sé cómo, y probablemente no sea capaz de hacer mucho siendo como soy... pero tú me salvaste una vez. Haré lo que esté en mi mano para devolverte el favor.

—Idiota... tú ya me devolviste el favor hace tiempo atrás... —de vez en cuando se mantiene callada, ya que incluso eso parece provocarle un gran dolor—. En el momento en el que yo me convertí en ti...

—Estás así porque no estuve atenta cuando debí estarlo... Perdóname, por favor —Julieta rompe a llorar—. Si te mueres no lo olvidaré en la vida y viviré con esa carga por el resto de mi vida.

—E...Evan —que me llame me hace reaccionar, ya que no estoy muy atento a su conversación. No suelo prestarle atención a las cosas que van más allá de mi alcance—. Acércate —le hago caso y me pongo al lado de Julieta. Ella me coge la mano con gran dificultad—. Cógele la mano a... Julieta.

La señora Asal se va alegando que va a comprobar que la madre biológica de Miane esté rondando por aquí. Ella también ha estado algo evadida de la conversación de Julieta y su hija, y no me extraña, porque la pobre debe de estar preocupada. La quieren matar. A ella, que es una de las mejores mujeres que he conocido en toda mi vida.

—Prometedme que... vais a tener cuidado —dice cuando ve que Julieta y yo nos hemos cogido de la mano y los tres estamos unidos—. Si en Enerus había gente que... —esta pausa dura más que las anteriores—. Que... iba tras de ti, aquí también la habrá.

—No creo que sea el mayor de nuestros problemas —le digo—. Tú te estás muriendo y necesitamos que tu madre biológica quiera darte sangre, pero claro, quiere que fallezcas. Ese es el verdadero problema; ella.

—Buscad en el ayuntamiento el apellido Domey... Es el de mi madre.

La señora Asal no nos dijo que tuviese que ser exactamente su madre la que le diese sangre. ¡Claro! Habíamos pensado en ella porque era lo más sensato y común (dado que su padre está muerto), pero no en cualquier familiar. Si no nos ha dicho que busquemos a los Stoney es o porque no les conoce, o porque están muertos. Quizá un abuelo, tío o primo de Miane pueda ayudarnos a salvarle la vida.

Si siguen habitando aquí.


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Saga meses del año II: El golpe de mayo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora