XIV: Maya.

292 45 2
                                    

EVAN.

No sé dónde está mi familia y si está realmente a salvo o no. Miane está medio muerta. Helen (aún debo acostumbrarme a llamarla Julieta) está al borde del pánico. Yo puede que también. Esa chica es la única que se muestra, aparte de distante, muy fría. Seria.

—No quería meterme de por medio hasta que he visto esa navaja volando en dirección a la marcense. Chica, se lo has puesto a punto de diana.

—¿Y tú quién eres? —le pregunto—. No te he visto nunca por aquí.

—Soy Maya Bosey, la guardiana de Maius. ¿Sabéis? Yo estaba durmiendo plácidamente junto a un contenedor hasta que mi alma ha viajado aquí. Qué oportuna es la conexión a veces.

—¿Eso va con... ironía? —pregunta Julieta, tímidamente.

—Qué va. Cien por cien real.

—O sea, que sí... —Julieta la mira—. Conocí a alguien que era como tú.

—¿Hola? ¡Miane se está muriendo! —les recuerdo a las dos guardianas.

Me miran y vuelven a centrarse en Miane y en el tema de su envenenamiento.

Gracias.

—Lo único que podréis hacer es buscar un antídoto en su planeta o en Aprilis —más que una sugerencia, parece una suposición—. Aunque me imagino que el veneno tardará poco en expandírsele por completo.

—Pero yo quiero volver con un guardián... —murmura Julieta—. El de Decembris.

—¿El pelinegro de ojos azules? —Julieta asiente a modo de respuesta y Maya se ríe—. Un hueso duro de roer te ha tocado como novio.

—¡No somos novios! —exclama ella, roja.

El chico que vi es el guardián de Decembris. Creo. Si hay otros guardianes pelinegros, entonces podría dudar. Si no es el caso, es él seguro. No hay forma de saberlo por mí mismo de todas maneras. Si Miane y Julieta no conocían a Maya, significa que no conocen a todos.

Me pongo en cuclillas frente a Miane. Tiene la mirada perdida y sus labios castañean. Me sale automáticamente ponerle mi chaqueta encima.

La guardiana de Maius empieza a desaparecer de nuestra vista. Julieta se tensa y me ruega con la mirada que ayude a levantar a Miane, así que lo hago.

—No le doy más de tres días de vida teniendo en cuenta que el veneno se ha cargado al otro marcense en cuestión de segundos. Igualmente, no soy una aprilense —se estremece del asco—. Qué yuyu me ha dado imaginármelo. En fin. El quince de marzus tenéis que quedar conmigo para ir junto a otro guardián amigo... —se muestra reacia al decir eso—, mío. Os esperaré hasta entonces. Si no os presentáis en Estados Unidos ese día, daré por hecho que os ha sucedido algo malo.

Maya se desvanece por completo del lugar, y con ella, todo el lugar vuelve a su temperatura normal. Mi familia aparece segundos después. Viene corriendo desde vete a saber dónde (probablemente la casa temporal de Julieta y Miane).

Mi madre me abraza con fuerza y la escucho sollozar. Mi hermano se agacha junto a Miane y al ver que no reacciona se asusta, así que mi hermana le aleja de ella como puede solo por si acaso. Mi abuela se mantiene distante.

—Me imaginé que esto iba a suceder cuando vi en el libro cómo eras y quién eras —le dice mi abuela a Miane, aunque lo más seguro es que ella no le escuche—. Es una tragedia. ¿Qué vais a hacer, juliense?

—¿Cómo que juliense, abuela? —Hasret se muestra extrañada—. ¿Te refieres a Helen?

—Me llamo Julieta... y sí, soy juliense. No lo sé, señora... No soy buena maquinando planes.

Saga meses del año II: El golpe de mayo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora