XXIV: Distorsión de los hechos.

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EVAN.

A mamá nunca le ha gustado que registrásemos sus cosas. A la abuela tampoco, así que dábamos por hecho que era una costumbre mala que se había heredado, sin más.

Mi opinión al respecto cambió el día anterior a mi decimoctavo cumpleaños.

Mi abuela me había pedido que buscase en el desván de nuestra casa una pulsera roja que iba a regalarle a Hasret. Pudo pedírselo a ella, pero estaba preparando su traje para la gran celebración. Esa pulsera perteneció a mi tatarabuela, así que era una reliquia en la familia Proem, la rama de mi madre. Me lo pidió por favor, y como era extraño que ella pidiese las cosas de tal manera, accedí.

Subí unas escaleritas y en cuestión de segundos ya me encontraba ahí arriba. El lugar estaba repleto de polvo debido a que apenas se limpiaba, y miles de cajas y muebles viejos estorbaban el paso. Me lamenté ante mi mala suerte, pero me puse manos a la obra.

Abrí las cajas, saqué lo que había dentro, lo comprobé todo con minuciosidad, y al ver que la pulsera no estaba ahí, lo metía todo de nuevo y la cerraba. Así estuve con diez latosas y grandes cajas. Llegó un punto en el que quise parar. "A lo mejor la abuela se ha equivocado", pensé.

Y en la undécima caja encontré el objeto prohibido; una cámara. Cuando la vi al principio me asusté. ¿Por qué iba a tener mi familia un objeto que estaba prohibido en Enerus? Si algún día tenían que registrar la casa por X circunstancia, acabaríamos en la cárcel sin excepción. Estaban locas. Loquísimas. Pero luego reflexioné. Si tenían eso escondido debía ser por un buen motivo...

Cometí el mayor error de mi vida; investigar cómo funcionaba ese aparato tan fascinante. Me bastó con pulsar dos o tres botones para que se encendiese y pudiese ver el contenido que había ahí guardado.

Nunca había tenido la oportunidad de ver a mi padre. Mamá nunca nos enseñó una foto suya por razones que no quería decir en voz alta. Hasret, Nikone y yo nunca estuvimos conformes con ello. Teníamos el derecho a ver físicamente a aquella otra persona que colaboró en traernos a la vida. Siempre nos preguntamos si se parecería a mí, si sería una mezcla entre Hasret y Nikone... Miles de teorías sobre su físico abordaron temas de conversaciones de fines de semanas cuando no éramos capaces de dormir.

Pero pude verle por primera vez. Era exactamente igual a Nikone. Ambos tenían los ojos azules claros y el pelo rubio. Hasret también tenía los ojos azules, al igual que ellos dos, pero los míos eran grises. De mi padre solo heredé que una parte de mi pelo, el flequillo, fuese rubio. Me sentí un poco decepcionado, pero a la vez sorprendido, porque Nikone podría haber sido perfectamente la copia joven de él. Quizá por eso mamá no quería poner una foto de él en la casa, porque ya tenía a uno de sus hijos recordándole en todo momento.

Pulsé otro botón sin querer, y lo que parecía una foto comenzó a hablar. Nunca había visto a una foto hablar, así que me impactó al principio, pero a medida que avanzaba en su charla, me fui poniendo mal y peor.

—Hola, Arya. Siento mucho no estar ahí para ti, pero... no puedo —se le veía tragar saliva, nervioso—. No puedo. Cuando te introdujeron tres óvulos por probabilidad de fallo yo me esperaba que naciese uno, dos a lo sumo. El médico me ha dicho que ya han nacido nuestros dos hijos, pero que aún queda un tercero. Es... demasiado —entrelazó sus manos de manera torpe—. Tenemos problemas económicos y yo no quiero ver cómo se mueren de hambre porque no podemos permitirnos alimentarles. Es... demasiado —repitió—. Y no soy lo suficiente hombre como para soportarlo. Lo siento.

Guardé la cámara con un nudo enorme en la garganta y dejé de buscar la pulsera para ir junto a mi madre. La vi en el salón, limpiando el estropicio que mi hermano había hecho por la mañana debido a un accidente.

Saga meses del año II: El golpe de mayo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora