XXXVII: Cuestión de horas.

174 31 2
                                    

ODELL.

Kapsel está aterrizando. Veinte minutos es lo que hemos tardado en llegar a La Antártida. Aunque de por sí es helada, al estar entrando el otoño desde los territorios de Julius hasta el de Decembris –es decir, los países que van de la mitad hacia debajo de la Pangea –pues quizá sea más fácil soportarlo.

—Bethany, ¿te puedo decir un favor muy grande?

—Quieres que me quede con Desirée hasta que tú vuelvas, ¿verdad?

Asiento, sorprendido ante la adivinación. Aunque si lo pienso bien es obvio. Si quiero rescatar a mi amiga capturada por convictos para sus propios fines, no puedo llevarme conmigo a un bebé de un año.

—Pero si tardo más de dos horas vete, por favor —le ruego—. Quizá la cosa me vaya mal y acabe en manos de esa gente.

—Kapsel necesita tres horas de desconexión, así que si en ese periodo de tiempo no has venido, me iré con tu prima.

—¿Cómo que desconectado? O sea, ¿vas a estar tres horas sin hablarle a nadie?

—Sí, pero cuando Desirée se despierte no me aburriré —sonríe—. Tengo un chaquetón en la mochila. Puedes llevártelo, aunque quizá te quede un poco pequeño.

—Hay que apañarse con lo que hay —le digo, agradecido—. Muchísimas gracias.

—¡De nada! Espero que consigas traerla sana y salva.

Me gustaría decirle que creo que es una chica que realmente no necesita ser salvada, pero me lo ahorro porque entonces no tendría ningún sentido que fuese a por ella.

—Yo también lo espero.

Me alejo de ella para acercarme a su mochila. Es una suerte enorme que haya pillado a Kapsel desconectado. Si me llevo el libro, no podrá decírselo y dudo que se entere por sí misma hasta dentro de un par de horas.

Lo cojo disimuladamente con el chaquetón. Me lo meto por el pantalón, notando fría mi barriga por tenerlo ahí, y me pongo el chaquetón morado. Sí que me queda un poco pequeño, pero no es para tanto.

Camino hacia la salida y miro de refilón a Bethany y a Desirée. Espero volver a por la segunda, y también espero que la primera me perdone cuando se entere de que no tiene el libro. Al menos conseguirá, indirectamente, su propósito, que es que lo tenga su mejor amiga.

Una vez fuera el aire frío impacta en mi cara y por poco no me mato. Por intentar correr casi resbalo y caigo de boca. Al menos sé patinar y eso me supone una gran ventaja a la hora de moverme.

Veo a lo lejos las bases de los antiguos países humanos como España, Estados Unidos, Rusia, Argentina... y, aún más lejos, una base enorme y blanca, casi camuflada con el lugar, que supongo yo que debe ser la residencia novem.

Por lógica pura y dura creo que Maya fue llevada ahí. Los humanos nos odian. ¿Qué motivo iban a tener para permitir que se quedasen a vivir en las bases científicas? Ninguno, que yo sepa o pueda entender.

Fuegos artificiales son lanzados justo en ese momento desde la residencia novem. El cielo se llena de ruidos y de colores blancos y morados. ¿Estarán celebrando algo? ¿El qué? ¿O quizá es porque se han percatado de que estoy aquí y es una señal de alerta?

—¡Por el Dios negro, por fin alguien que está igual de perdido que yo!

Una chica con el pelo negro y los ojos claros se acerca a mí rápidamente. Por su expresión facial noto que se siente muy aliviada de haberse encontrado conmigo.

—¿Tanto se me nota? —pregunto, intentando aparentar tranquilidad, pero lo único que demuestro es pánico.

—Sí, pero no te preocupes, hombre. ¿Qué eres?

Saga meses del año II: El golpe de mayo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora