XVII: Definitivamente irreal.

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EVAN.

Es sorprendente cómo somos capaces de cambiar las personas cuando dependemos de algo o alguien. Bien es cierto que no todos pueden, pero aquellos que sí es como si tuviesen un chip incrustado que les hace cambiar totalmente su personalidad, o quizá son las experiencias vividas las que provocan esa facilidad para ser lo que no eres a lo largo del tiempo.

Cuando Julieta me comentó que a pesar de su carácter tan... peculiar (porque decir de mierda estaría mal) era capaz de adaptarse a cualquier situación, no me la creí. Pensé "No puede ser. ¿Cómo va a ser capaz alguien como ella, tan insegura, de poder adaptarse a lo que sea?" y me llevé el canto en los dientes. La hostia del momento.

—Buenos días. Me gustaría hablar con cualquier regidor miembro de la corporación municipal.

—¿Con quién desearía hablar concretamente? —a pesar de que Julieta se ve imponente, la mujer a la que le ha hablado parece tomársela a broma.

Julieta mira un cuadro que está colgado en la pared de un planeta amarillo (Marzus) como si fuese lo más bonito que existe. Mueve los labios y la mujer empieza a reírse. Debe de parecerle divertido que una chica aparente hablar sola, como si estuviese loca. En un planeta donde les divierte cualquier cosa, no me extrañaría en absoluto que los locos fuesen los denominados payasos en el planeta Tierra.

—¡Váyase a la escuela, joven!

La mujer le da la espalda y empieza a caminar. Miro a Julieta desde la lejanía aunque no me mira y le insto a que la siga. Joder, ¡tiene que hacer algo! ¡Debe hacer algo!

—Torney Joy Tristan Suárez. Es que no se me venía a la mente el segundo nombre y no quería hablar hasta que estuviese cien por cien segura —añade con una sonrisa leve—. Soy la hija mayor de su prima hermana Casiopea.

—Haber empezado por ahí. Torney le tiene un gran respeto a su prima Casiopea. Espere un momento aquí, voy a avisarle.

La mujer se adentra en el ayuntamiento y yo me acerco hacia Julieta, aunque mantenemos las distancias para que no crean que estamos juntos. Me apoyo en la pared y miro hacia la puerta de salida para disimular un poco. Llevo mis manos a los bolsillos de mis pantalones, aunque dudo por un instante si es mejor meterlas en los bolsillos de mi chaquetón. Al final las dejo donde están.

—¿Qué planeas hacer cuando aparezca el hombre ese de tres nombres y vea que no eres familiar suyo?

—¿Qué crees tú que deberíamos hacer?

—¿Yo? ¿Por qué me preguntas mi opinión, si eres tú la que ha decidido comenzar el plan así?

—En clase te gustaba liderar... Eres inteligente, organizado, y detestas que te desobedezcan cuando estás al mando, por eso tu hermano y tú peleabais mucho.

—Ahora mismo no soy el líder de nada.

—Seguro que se te ocurre algo muchísimo mejor que a mí. A diferencia de cualquiera, yo solo sé actuar por impulsos y normalmente acabo mal... Te aseguro que lo que yo tengo pensado acabaría como suelen acabarme las cosas casi siempre.

—No puedes saberlo hasta que no te arriesgues.

—Estamos en esta situación por mi culpa.

Vuelve a echarse la culpa de la casi muerte de Miane, otra vez. Suspiro y dejo de tener las manos en los bolsillos para cruzarme de brazos. Ella se pone recta y se pasa una mano por el pelo, echándoselo hacia atrás. La gente pasa por nuestro lado y nosotros nos hacemos pasar por perfectos desconocidos.

La mujer de antes viene junto a un hombre un poco más mayor que ella, regordete pero alto. No puedo pasar por alto que tiene cara de perro, y que, a medida que se aproxima más y más a nosotros, da la sensación de que nos podría matar con un simple golpe.

Saga meses del año II: El golpe de mayo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora