XXVIII: La fiesta.

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MAYA.

Desde que habito en el planeta Tierra me he convertido en un parásito. Era eso o morir de hambre –aunque quizá esa sea la muerte menos complicada para mí –y deshidratación. Todo eso acabó cuando conocí a Jake, así que quizá he perdido facultades porque de eso ya han pasado varios años.

Camino con lentitud y con las manos tras mis espaldas, pensativa. Voy observando con atención todo lo que se encuentra a mi alrededor por si acaso alguien me reconoce e intenta ir tras mi vida. No sería la primera vez que me sucede, a fin de cuentas. Tengo el triple de enemigos que de amigos en dieciocho años de vida. Supongo que me lo merezco.

Llego a la zona de fiestas de lo que antes era Estados Unidos. Bastantes desterrados de mi planeta y de humanos borrachos caminan dando tumbos y gritando como si no hubiera un mañana. Tengo que esquivar a unos cuantos para evitar que me empujen o que me pisen los pies. Odio enormemente que me pisen los pies.

—Hola, hermosura —un alemán bastante guapo, pero también borracho, rubio de ojos azules y piel pálida me habla tan de cerca que huelo su asqueroso aliento—. ¿Quieres entrar en esa discoteca de ahí? Te invito yo —me guiña un ojo y casi se cae al suelo al hacerlo.

—Claro, como no tengo cosas mejores que hacer...

En verdad estoy deseando no tener que irme yo sola cuanto antes al lugar donde Odell habita, pero a la vez sé que le he hecho esperar demasiado y que incluso yo necesito comprobar cuanto antes lo que me urge ver con mis propios ojos.

—Sé hacer disfrutar a las nenas como tú —intenta cogerme la mano, pero no puede porque yo se la congelo antes de que sea capaz de ello. Él pone una expresión aterrorizada. Creo que se le ha ido el alcohol de golpe por el susto—. E-eres una convicta. ¡Perdón!

—La próxima vez te congelaré otra cosa.

Le sonrío falsamente y él se asusta aún más porque sale corriendo.

Estúpidos habitantes del planeta Tierra...

Prosigo mi camino deseando con toda mi alma que nadie vuelva a interrumpirme. ¿Y si hubieran aprovechado ese momento mío de despiste para atacarme? Soy la guardiana de Maius, los malditos hijos de puta deben de estar vigilándome incluso aunque yo no me percate de ello. Se llevaron al guardián de Agostus y a la de Septembrus, lo único que nos faltaba a los doce es que me llevasen a mí también para que capturasen a tres más en poco tiempo y nos asesinasen del tirón. Solo de imaginármelo, me enervo.

Me paro en seco enfrente de una discoteca. Leo con atención el cartel y me aparto para que la gente pueda entrar y salir sin problemas. No sé por qué, pero presiento que quizá ahí pueda conseguir algo más de lo que ya tengo. Es como si me sintiese atrapada y tuviese la gran urgencia de irrumpir en ese lugar.

Entro impulsada por unas ganas de fiesta que han surgido así, de la nada. No está muy llena, ni siquiera es muy espaciosa, pero para pasar el rato está bastante bien. Está sonando música electrónica que motiva a la gran mayoría de personas –también debido por el exceso de alcohol que se han debido de meter en el cuerpo –y, como me entran ganas de unirme, me aproximo a una de las dos barras que hay y espero poco rato para pedirme un San Francisco.

Me lo bebo del tirón, como si el cubata fuese más bien un chupito, y dejo el vaso en una mesa vacía. Me aproximo otra vez a la barra y me pido Vodka. También me lo bebo del tirón, y cuando acabo hago lo mismo que con el otro vaso.

Me pongo en medio de la pista de baile y comienzo a bailar de forma desenfrenada. Noto que un chico un poco más mayor que yo me observa con un deseo típico de alguien desesperado, y como necesito ser un parásito otra vez, me aproximo a él asegurándome antes de que está solo y bailamos bastante pegaditos. Él me sigue con bastante buen ritmo, y aunque al principio me manosea, yo no le digo nada. Es justo lo que pretendo, y yo tampoco me quedo atrás.

Saga meses del año II: El golpe de mayo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora