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Mushu descansaba en su nido-trapo, menos cantante por momentos. Tanto arrullo, señal de que estaba hambriento, parecía agotarle y ahora soltaba algún "chui" ocasional. Tenía preparada su papilla, ni muy espesa ni demasiado líquida. Llené la sonda, esta vez con menos cantidad, después del susto de la mañana no estaba dispuesto a volver a correr ningún riesgo, y la manché de papilla para asegurame que entrase con suavidad.Clara y Jaime se colocaron uno frente al otro, observando atentos cada uno de mis movimientos. Eso más que ponerme nervioso me daba seguridad. Sujeté su pico con mucho cuidado, tembloroso acerqué la sonda hasta su pico y para mi sorpresa Mushu se puso nervioso, como si estuviese ansioso porque le diese de comer. Se tragó la sonda moviendo de forma rítmica la calva cabecita. Tuve que sujetarlo mejor y como pude, evite que su brusco cambio de comportamiento, tan inoportuno, no le provocase ningún daño en su buche. Jaime se asustó y Clara le abrazó para tranquilizarle. Saqué la sonda despacio y con delicadeza, sin haber dejado la papilla en su buche.
—¡Serás idiota, por poco te comes la sonda entera! —le grite nervioso a Mushu.
—Tranquilízate —Clara sujetó mi hombro, aprentando con cariño, sin dejar de abrazar a Jaime—, prueba a darle otra vez.
Tenía gesto de haberse asustado tanto como yo, menos mal que no había visto el desastre de la toma de la mañana. Volví a coger a Mushu, esta vez asegurándome que no podía moverse demasiado y puse la sonda junto a su pico. Se lo volvió a tragar, esta vez con menos intensidad y aproveché para dejar salir la papilla despacio, sacando la sonda con delicadeza una vez vacía. Mushu tragó un par de veces como si algo se hubiese quedado por el camino, satisfecho y tembloroso, giraba la calva cabecilla como si quisiera ver su alrededor.
—Pero que feo eres —le dije menos tenso.
—Mira quien fue a hablar —Clara lo cogió y se fue acompañada de Jaime al salón—. Deberías llamarlo por su nombre mientras le das de comer —gritaba desde el salón—, cuanto más se lo repitas mejor.
—Como si me fuese a entender —mascullé—. Vale, recuérdamelo después por si se me olvida —le grité mientras recogía todo.
La tarde se me pasó bastante rápido, cuando estoy ocupado con algo que me gusta no soy consciente del paso del tiempo y muchas veces me olvido incluso de comer. Jaime entró en el taller para avisarme de que era hora de cenar y darle de comer a Mushu. En Julio anochece después de las nueve (hora aproximada) y el sol casi se había escondido. Las gallinas ya debían de haberse refugiado, cerré la puerta sin recoger, mañana sería otro día, además aún no había terminado de montar la maqueta. Corrimos hasta casa una vez cerrada la puerta del huerto. Jaime es muy competitivo y muy mal perdedor, aunque peor ganador, le dejé ganar. Desde la puerta de la entrada a casa se podía oír a Mushu, su arrullo combinado con algún "chui" ocasional, debía estar hambriento.
—Para ser tan diminuto come y caga que da gusto —dije colocando a Mushu en su nido-trapo sobre la mesa.
—Papá lo tienes que llamar Mushu —me miraba enfurruñado, creo que sospechaba que le había dejado ganar.
—¿Cómo dices que tengo que llamarlo? —le removí el pelo para molestarle— ¿Calvo? —Me gustaba jugar a confundirle, se cabreaba bastante, pero era divertido de ver.
—¡Mushu! —espetó molesto.
—¿Calvo cagón? —Volví a preguntar fingiendo no haberle oído mientras preparaba la papilla.
—¡Mushu! —gritó.
—¡Aaah! Cagón a secas, no te había escuchado —removí la papilla con la propia sonda, de esa forma se calentaría un poco.
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Hola, me llamo Mushu ©
Non-FictionTodos hemos tenido mascotas de muchos tipos, yo al menos he tenido bastantes. Pero una de ellas me enseñó algo muy valioso, algo que sólo tras conocerlo puedo reconocer como una lección. Me demostró una inteligencia fuera de lo que se le atribuye a...